Opinión

A Walter Bento se le cayó la toga

El juez Walter Bento, terminó de caer. Quedó desnudo ante la revelación de millonarias coimas

Por Cristian Pérez Barceló

De origen etrusco, finalmente la toga en los magistrados representa no sólo la autoridad sino la igualdad en el proceso. Ayer, la toga del suspendido juez Walter Bento, terminó de caer. Quedó desnudo ante la revelación de millonarias coimas para beneficios procesales a los que pagaran.

Es más corta la toga de un abogado, que la de un magistrado; pero dos letrados ayer vistieron ropas más limpias que el juez.

Lucas Lecour, contó cómo el ex despachante de aduanas, Diego Aliaga se jactaba de su relación con el titular del Juzgado Federal N° 1. Manchó de inequidad la forma de trato de Bento; nada peor que la inclinación de la balanza, como símbolo de la falta de Justicia en esos tribunales.

No fue un golpe traicionero, como el de los senadores que en los pliegues del sinus de sus togas escondieron las dagas letales contra Julio César. Fue la revelación valiente de un abogado que pudo mirar a los ojos al que ahora está en el banquillo de los acusados, y ya no en la silla curul más poderosa de los juzgados radicados en esta provincia.

Es que ese tribunal no sólo tiene poder por su competencia electoral; sino, sobre todo, porque los montos de dinero que manejan los allí procesados, en delitos de características tan capitalizados, como el narcotráfico y el contrabando, permiten exigencias más que cuantiosas.

El abogado dijo que, a otro cliente suyo, Sebastián Palumbo, el pedido fue de nada menos que 500.000 dólares.

Si la toga iba suelta, era símbolo de corrupción para los romanos. Bento se desprendía a tal punto de sus pertenencias, que Aliaga les mostraba a sus amigos una tarjeta verde de una camioneta del juez, que tenía a su disposición, según contaron ayer.

No le ha ido bien a Bento mostrarse con la toga cándida; esa que los romanos trazaban con tiza para darle un significado de blanca pureza a las intenciones de los aspirantes a cargos públicos. Sin embargo, lo intentó: “Le pasé la camioneta para que la vendiera”, intentó explicar.

La toga romana tenía tantos pliegues y era tan dificultoso colocársela, que los magistrados recurrían a los vestiplicus, para que les ayudaran. Bento, tenía sus vestiplicus: mencionaron a Francisco Álvarez, y nada menos que al ex defensor oficial Jorge Omar Miranda, como mensajeros del pedido de coima. En total, fueron cinco personas en diferentes ocasiones para intentar que Palumbo se convenciera de quien iba a ser el recepto final del medio palo verde requerido.

Otro abogado que declaró ayer, Sergio Salinas habló del “mundo de las soluciones mágicas”, que culminaban con la firma de libertades y otro tipo de ventajas procesales. La plata era para “la lapicera”; un típico de símbolo de poder hoy en Argentina, una espuria parábola de cómo la simpleza de la rúbrica de Bento bastaba para salvar al reo de ocasión, si aceptaba la condición pecuniaria.

Cuando Álvarez fue a Palmares a “negociar” el pago, le dijo al primo de Palumbo “que le faltaba unos detalles para conseguir la lapicera para solucionar la salida de Palumbo. Interpreté, todos interpretamos, que la lapicera era del que tiene el poder: el juez. El juez en esa causa era Bento", testificó ayer Lecour.

Hay que imaginarse la escena, no de Palmares, sino de la cárcel, con Palumbo adentro, mirando las rejas y preguntándose cómo juntar ese monto para salir… le proponían rendirse, no pelear en tribunales sus causas. Cuando la toga era confeccionada para permitir la libertad del hombro derecho al momento de los alegatos, fue Cicerón que inmortalizó: “Cédant arma togae”, ufanándose del poder de su palabra, más que cualquier otro esfuerzo o violencia. Aquí, el derecho no cuenta.

La toga de Bento sí es de una casta. Como vestimenta de jueces, la comenzaron a usar en Venecia a comienzos del Siglo XVIII; pero entonces, no se la podía ensuciar con historias como las que se ventilan en sus juicios: el penal y el de la destitución.

Hoy, se ha manchado el lino púrpura de quien fue el juez federal más importante de Mendoza; pero, así como los censos permitían descubrir a los hombres infamis que, sin ningún atributo, se arropaban con ella para simular status, tarde o temprano quedará al desnudo el flojo umbo que la sostuvo en el cargo que ocupó Bento.

Entonces, cuando estos juicios hayan concluido, quizá le pueda dar el mismo uso que los romanos, al morir: simple sudario en su tumba civil.

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