Hagan el siguiente experimento en dos partes. Agéndense una hora y cuarto que tendrán libre y sin interrupciones. Lean por una hora completa, por reloj, una muy buena novela. Terminada la hora escriban de puño y letra por 15 minutos, no importa sobre qué, pero escriban. Terminada esta parte, quédense quietos cinco minutos para reflexionar sobre cómo pasó el tiempo en la hora y cuarto que acaba de pasar. Luego, al día siguiente, a la misma hora, hagan lo mismo, pero con Twitter. Lean Twitter por una hora. Después, por quince minutos escriban en Twitter. Y luego, tomen cinco minutos para reflexionar sobre el pasaje del tiempo en este segundo experimento. Si hacen este ejercicio verán, sin lugar a dudas, por qué Twitter nunca será un medio para generar literatura. Entre muchas otras cosas, la literatura es una forma de manipular el tiempo: de estirarlo, de ampliarlo. Los lectores tienen una felicidad melancólica que los no lectores ni siquiera se pueden imaginar. Es porque literalmente viven más. Por leer, el tiempo de su vida es más hondo, más amplio y más complejo.
Cuando aparecieron los blogs se debatió con bastante insistencia si estos podrían ser un medio propicio para crear literatura. Lo mismo viene pasando hace un rato con Twitter. Obviamente, con diferencias de extensión, formato y presentación, se puede subir un texto inmortal a la red en Twitter o un blog. Se puede publicar Hamlet en un blog; se puede subir un poema como In a Station of the Metro de Ezra Pound o The Red Wheelbarrow de William Carlos Williams dentro del espacio de un tuit. El problema viene desde el lado de la producción. Escribir es reescribir. Es guardar silencio. Es estar solo. Es concentrarse al punto de salir del tiempo. Twitter es impaciencia, narcisismo y esquizofrenia. Es la muerte del tiempo. Allí sólo se puede murmurar o señalar, mudo, hacia otro lado. No se puede escribir en Twitter sin estar online y online es imposible estar solo. Al escribir en Twitter uno está pendiente si alguien escuchó o retransmitió su mensaje. Como un inseguro en una fiesta que habla midiendo el efecto de cada una de sus palabras. Es un complejo fenómeno que necesitaría una buena novela para explorarlo. Pero esa novela no se va a escribir en Twitter.