Es uno de esos palacetes llenos de historia que abundan en París y cuyo enorme legado tan solo delata, y solo en parte, una discreta placa situada en la entrada: Pablo Picasso vivió en este edificio de 1936 a 1955. Aquí pintó el Guernica en 1937. Cuando se cumplen 40 años de su muerte, el futuro del edificio está en el aire. Los propietarios quieren reformarlo y alquilarlo a un nuevo inquilino. La asociación que ha velado por la memoria del lugar en la última década lo ocupaba de forma gratuita y debe irse antes del 26 de julio. Sus representantes denuncian que el futuro del taller está en peligro, y aseguran haber recurrido a un heredero del artista para poder retomar el lugar. Aunque el trato podría anunciarse a finales de este mes, de momento, la orden de expulsión sigue en vigor.