El año avanza rápidamente y los días se consumen con una rapidez notable en un escenario que cada día reafirma que la carrera electoral por decidir quién manejara el país a partir del año que viene ya está en marcha.
El año avanza rápidamente y los días se consumen con una rapidez notable en un escenario que cada día reafirma que la carrera electoral por decidir quién manejara el país a partir del año que viene ya está en marcha.
Los movimientos tanto del oficialismo como la oposición y de los factores de poder que no se someten al voto popular no dejan dudas. Los actos políticos de características electorales se multiplican con la misma rapidez con la que lo hacen las decisiones que crean un clima de tensión e incertidumbre, el fallo del interminable juez cordobés Ricardo Bustos Fierro ( a punto de cumplir 85 años) aceptando la cautelar de la SRA de contra el cobro de retenciones tanto como la movida del Consejo de la Magistratura son solo emergentes de la decisión de los factores de poder de jugar fuerte en este momento de la Argentina.
Bustos Fierro que, al igual que a la Corte, le agarró el afán legislativo a pesar de que esta 20 años pasado de la edad de jubilación de cualquier mortal y 10 del tope que pone la Constitución a los jueces de la Corte por ejemplo. Sin embargo, allí está firmando fallos (posiblemente redactados mas saber y entender que quien los escribe que del juez) que ponen, sin ninguna justificación ni andamiaje legal serio, todo el sistema económico y hasta se diría social de la Argentina.
Que pasaría si de un día para otro, como va encaminado a dictaminar el magistrado cordobés y sueñan los dueños de los tractores (que encontraron gas oil par hacer miles de kilómetros para protestar, pero dicen que no encuentran para cosechar) se dejaran de pagar los derechos de exportación de los productos primarizados de la tierra argentina.
La hecatombe social seria mayúscula, pero no solo por la falta de financiamiento para el Estado sino porque la disparada de los precios de los alimentos sería de magnitud para arrojar a la pobreza al 80 por ciento de los argentinos.
No hace falta reiterar que la única forma de bajar las retenciones es cambiándolas por instrumentos más eficientes que permitan el desarrollo de la industria de los commodities. Hay un dato revelador, que difundió el Banco Mundial hace unos días, que da la total dimensión del problema argentino. La Aduana argentina es la segunda en el mundo en exportación de commodities, sin embargo, ocupa el lugar 130 como exportadora de alimentos.
Imaginemos solo lo que pasaría si de un día para el otro desaparecieran las retenciones (es cierto que es un instrumento viejo y cuestionable) pero por ahora es el único que tiene el Estado para intentar desacoplar los precios internos y además recaudar para las necesidades del país.
Hay muchas ideas de medidas que podrían reemplazar las retenciones para primero garantizar el mercado interno y después volcarse a las exportaciones, siempre es bueno recordar que el mercado interno representa más del 70 por ciento del PBI argentino. Sin embargo, ni el Ejecutivo parece dispuesto a tomar medidas ni los exportadores, productores y oposición dispuestos, aunque sea a discutirlas.
Los días pasan y los números de la macroeconomía siguen siendo buenos para el gobierno, pero son malísimos si no logra poner en caja la puja distributiva desatada mediante la inflación y los ataques permanentes desde diversos sectores concentrados a la estabilidad institucional, pero también emocional, de nuestra sociedad. La canasta básica para no caer en la pobreza (sin incluir alquiler) creció en marzo por sobre la inflación (7%) y se ubica en los 90 mil pesos.
Un número que no solo destruye los bolsillos sino la estabilidad psíquica de cualquier familia que debe vivir con los salarios promedios de la Argentina.
En este contexto, donde la batalla ya saltó el terreno mediático o político y a las calles con movilizaciones, chicas pero potenciadas hasta el infinito, como las de ayer la permanente indecisión del Ejecutivo, que parece contentarse con el crecimiento sin derrame, se puede volver su principal obstáculo para avanzar en el cumplimiento de sus promesas. Evidentemente, por más pandemia que se quiera poner de excusa, la política de las mesas de negociación interminables no le han dado resultado. La necesidad de que se tomen medidas y se discuta menos para adentro y para afuera aparece como primordial si es que en la ya lanzada carrera electoral el oficialismo quiere mantener la esperanza de que es posible conservar el poder y combatir en modelo que solo deja como resultado una brecha cada vez más grande entre los de arriba y los de abajo.
Lo peor que le puede pasar a un país con la potencialidad del nuestro es que llegue el Mayordomo anunciándole al Señor que se le llenó de pobres el recibidor.