Balada de los precios gordos, bolsillos flacos y la inacción del Gobierno
Por Myriam Ruiz.
"Cuando se acelera la inflación y todos los precios de la economía suben de manera generalizada, por lo general existe una variable que no se modifica con la misma velocidad: tus ingresos. Acostumbrarse a la caída del poder adquisitivo es difícil, porque los humanos somos, ante todo, bichos de costumbre. Que tu salario alcance cada vez para menos cosas quiere decir que vas a tener que aprender a tomar una serie de decisiones respecto de tus consumos, tus gastos, tus ingresos y tus deudas. Se vienen unos meses de recalibrar tus cuentas", escribió Estefanía Pozzo en The Washington Post esta semana.
Increíblemente, la nota se titula Manualdeunamillennialargentinaparasobreviviralainflación, y es una de las más leídas. La economía argentina no deja de concentrar la atención de economistas e intelectuales, que mientras la guerra entre Rusia y Ucrania comienza a hacer mella en el mundo occidental generando suba de precios, nos miran a los argentinos intentando entender cómo hemos podido continuar con nuestra sociedad tras décadas de alta inflación.
La verdad es que cualquiera de nosotros pediría, por el contrario, que nos enseñen a vivir en condiciones de estabilidad.
Pensemos: ¿Cómo sería despertar un día tras otro sabiendo que tu sueldo te va a alcanzar para todo lo que necesita tu familia? ¿Cómo sería poder proyectar, no pensando en días o un par de meses para adelante, sino en años teniendo en cuenta que contarás con los ingresos necesarios y que el aparato financiero de tu país te prestará dinero a tasas razonables cuando lo necesites para invertir? ¿Cómo sería si mes tras mes, año tras año los precios en las góndolas variaran apenas céntimos? ¿Te imaginás si el kilo de asado valiera hoy 120 pesos, como unos pocos meses atrás?
La realidad es que la inflación núcleo, o sea aquella que mide el aumento en alimentos, tuvo una suba en febrero del 7,5%. Altísima. Y se espera que en marzo pase algo similar, además del aumento en productos y elementos relacionados con la educación y la vestimenta, por la vuelta a clases.
Así las cosas, ya se está pronosticando un 2022 con una inflación en torno al 60%.
Hagamos ahora el ejercicio de mirar hacia adentro, hacia el propio ombligo argento. Lo cierto es que las medidas económicas aplicadas desde el gobierno de Alberto Fernández no han servido para detener el aumento de precios.
Hoy ya no tenemos solamente el Programa de Precios Cuidados (usted busque el letrerito en el supermercado amigo y me dice si se precio es conveniente), sino que a este plan se han agregado otros como Precios de cercanía (almacenes); Cortes cuidados (carnicerías); y hasta Pan Cuidado.
Ayer mismo veía a un panadero de Buenos Aires decir que no piensa bajar el kilo de pan de los 300 pesos porque su distribuidor, que no es un molino sino un intermediario, le pone el aumento que quiere a la bolsa de harina.
Y lo que todos sabemos es lo que justamente la argentina millennial contaba en el Washington Post. No hay sueldo que alcance para cubrir lo básico y necesario. La sensación es que cada mes se hace más largo, porque ya nada alcanza.
Lo que sorprende es la inacción del gobierno en varios frentes. No se ven medidas a nivel nacional, tampoco a nivel provincial, que impulsen los motores económicos reales: no hay inversión; no hay creación de empleo genuino; no hay plan económico que ponga a trabajar la estructura industrial y productiva nacional.
La Argentina, decía alguien por ahí, está herida de muerte. Y lentamente se empieza a apagar.