Inteligencia, emociones y el Efecto Medici en pandemia
Myriam Ruiz - @myriamruizbarrio
¿Qué es una emoción? Esa sensación que nos lleva a otro mundo. Ese instante en que algo te conmueve y te moviliza, puede ser ante la caricia cálida de la ternura, la impetuosidad del amor, la helada respuesta ante el odio o los celos o la fragilidad triste de un adiós.
Una emoción es, según la Real Academia Española, una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. O sea, una movilización del espíritu. De hecho, "emoción" deviene del latín emovere que significa justamente eso: movimiento, movilidad, moverse...
Una emoción te mueve, y te conmueve. Y es tal vez la unidad emocional más básica y pequeña de las millones que tenemos cada uno de nosotros. ¿Y qué necesitamos más en estos tiempos de pandemia que movernos? No en el sentido literal de la palabra, pero sí movilizarnos por dentro. Dejar las cajas, cajitas, barbijos y rutinas impuestas por el coronavirus y husmear un poco en nuestro interior en busca de esa emoción que nos mueva hacia nuevas respuestas.
Carlos Rebate, escritor, dijo esta semana que "nunca hubo un momento de la humanidad donde tantas personas estuvieran conectadas entre sí, en el que fuera tan barato estudiar con gente tan buena y donde tanta gente cualificada esté pensando a la vez en cómo hacer cosas nuevas, en un mundo mejor. Estamos en un pliegue de la historia y el Covid-19 lo ha acelerado".
Los científicos de la inteligencia emocional están hablando ya de estudiantes, profesionales, gente que hace oficios, autodidactas... gente que desde su hogar o su trabajo está aprendiendo y poniendo manos a la obra en nuevas cosas. Esas nuevas cosas pueden ser capacitarse en carpintería, telar o cualquier artesanía manual; o puede ser estudiar, online, aquella carrera que fue tu sueño toda la vida; o simplemente desde casa practicar yoga; moverte con zumba; aprender a hornear; preparar a otras personas para rendir exámenes; llevar administraciones pequeñas de empresas o edificios; en fin, la gente está movilizando no sólo su mente en esta pandemia, sino también su espíritu.
Y una de las características es justamente esa de tener varios talentos a la vez, o incursionar creativamente en distintos caminos de la vida.
Es como ir en contra de la premisa que indicaría que vivimos sólo para existir. Y aquí tienes que poner en práctica montones de verbos que no son otra cosa que acciones: hacer; experimentar; comprender; colegir; deliberar; decidir; sentir; actuar; cooperar; cuidar; compartir. Esto es lo que se llama inteligencia emocional; o mejor, último concepto que está creciendo a ritmo acelerado: Inteligencia Existencial.
Howard Gardner es quien hace unos 30 años habló al mundo de las inteligencias múltiples.
Gardner computó en ocho las diferentes inteligencias, que funcionan de un modo concertado y a la vez sectorial en los procesos cognitivos. Una persona puede ser muy ducha entablando relaciones interpersonales (inteligencia social), pero simultáneamente ser pasiva o lenta en orquestar su capacidad desiderativa (inteligencia intrapersonal o sentimental). Tiempo después, Gardner agregó una novena capacidad: la inteligencia existencial, aquella que habla de la búsqueda del sentido de la vida.
O tal vez tiene mucho que ver con el "Efecto Medici", el nombre que Frans Johansson le dio a este fenómeno en su best seller homónimo se inspira en la explosión creativa y cultural que sucedió en Italia durante el siglo XV. Habla del gran Lorenz de Medici, que junto con su influyente familia de banqueros y empresarios reunieron y patrocinaron desinteresadamente a artistas, poetas, pensadores y científicos de la época y los hicieron converger en la ciudad de Florencia.
Esta concentración de talento y creatividad transformó a Florencia en el epicentro de una de las eras más innovadoras de la historia, dando lugar al Renacimiento.
El efecto Medici habla de la interrelación de talentos y de esfuerzos para lograr dar paso al nacimiento de un "algo", puede ser una obra, una pieza arquitectónica, un libro o cualquier producto que sin esa conjunción de inteligencias no hubiera nacido.
Otra visión de los talentos y la inteligencia emocional o existencial, es el que brindó el psicólogo y escritor español, Javier Urra, en una entrevista reciente en la que contaba que en su trabajo de décadas con personas que pasaron por atentados; o padres que perdieron a sus hijos se dio cuenta que afrontar la vida exige una actitud, un posicionamiento. "Igual que la gente entrena sus músculos en un gimnasio, así hemos de prepararnos en los aspectos emocionales, racionales e incluso espirituales, como seres humanos que anticipamos la muerte o el sufrimiento", señalaba en ese artículo.
Y dijo algo que aquí te dejo, para que lo pienses, o lo saborees: "No pedirle a la vida, más de lo que la vida puede dar. Saber priorizar, pero también saber relativizar. Gustar de la belleza; del sentido del humor; apasionarnos por lo que hacemos, cada día". Pequeño recetario de cómo vivir la vida.