Opinión

Dos hombres, doscientos años, una historia que aún no termina

Por Marcelo López Álvarez.

Por Marcelo López Álvarez

Caprichos de las fechas y de la historia, dos grandes amigos murieron con casi un año exacto de diferencia. El jueves recordamos el bicentenario de la muerte del General Gaucho Martín Miguel Juan de Mata Güemes. Hoy, domingo 20 de junio, los 201 años de la muerte de uno de los principales próceres ( no solo militar sino político) de nuestra Argentina, Manuel Belgrano.

No hace falta recordar el compromiso de ambos con la causa independentista. Sí hay que reescribir y revalorizar el espíritu revolucionario de estos hombres que no lo hicieron solo desde las armas contra las tropas realistas sino también desde la política contra las clases y las ideas dominantes de aquellos días.

Belgrano con una formación académica brillante obtenida en Europa que lo transformó en el primer economista argentino. Güemes con la que le dieron sus padres y luego el Ejército. Ambos con sus saberes y experiencias comprendieron que la lucha por la independencia del país no solo se daba contra los realistas a los que era imperioso vencer. También entendieron que se libraba otra guerra que los libros tradicionales de historia ocultan; El combate contra los capitales económicos y centrales que no temían variar sus simpatías según necesidades y oportunidades.

Los grandes enemigos de Güemes no fueron exclusivamente las tropas realistas que pudo mantener a raya, sino la incipiente oligarquía terrateniente y ganadera que en principio vio con simpatía el movimiento independentista y que tenía fuertes lazos con los políticos del centralismo porteño que también enfrentaban al salteño (tanto como a Belgrano y San Martín) por sus ideas de emancipación total no solo militar sino también económica y política.

La Salta de aquellos años, si bien pertenecía a los territorios del Virreinato del Río de la Plata, tenía su anclaje cultural y económico en el Virreinato del Alto Perú. Su actividad económica miraba hacia el Norte y su cultura y desarrollo también, hoy todavía en el casco céntrico salteño se conservan casas históricas de dos pisos con los tradicionales balcones limeños, algo inhallable por ejemplo en las calles porteñas. Su comercio principal era ganadero, Salta era el principal proveedor de mulas a Bolivia y el sur del Perú para la actividad minera.

El negocio ganadero era el principal sustento de la acaudalada sociedad salteña que se complementaba con algunos otros rubros donde -al igual que cualquier sociedad de aquellas épocas- el contrabando no estaba exento de ser una de las actividades más lucrativas.

Si bien al principio de la gesta independentista los ganaderos repartieron su negocio vendiendo mulas al Alto Perú y al incipiente Gobierno porteño para los ejércitos rápidamente las condiciones cambiaron. Las mulas al gobierno porteño ya no se vendían sino que se entregaban y Güemes (ya electo gobernador por el pueblo salteño) prohibió la venta de los animales al Norte porque era una forma de aprovisionar al enemigo y ,además, les estableció los aportes obligatorios en metálico para financiar el Ejército y el incipiente gobierno provincial.

El enfrentamiento de Güemes con aquel poder real por la renta ganadera, fue fundamental en su caída y asesinato por parte de tropas realistas que habían entrado a la capital Salteña con la ayuda bastante explicita de esa parte de la sociedad que privilegiaba sus negocios por sobre la necesidades de la lucha por la Independencia y gran parte de la política porteña a la que no le molestaba en absoluto que parte del territorio quedará en manos de los realistas con asiento en el Alto Perú.

¿Similitudes, 200 años después, en la relación de la nueva riqueza ganadera con los intereses de los argentinos? Los lectores son extremadamente inteligentes.

Hoy se cumplen 201 años del paso a la inmortalidad de Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, prócer de las ideas y el progreso del país a quien la historia oficial se encargó de contarlo, bajo el nombre artístico de General Manuel Belgrano, sólo como héroe militar a partir de su improvisación valerosa y heroica como soldado.

Pero el verdadero Belgrano que engrandeció esta Nación fue el del nombre completo que en las academias y claustros religiosos europeos formó sus conocimientos y saberes para después trasladarlos a la causa independentista y ponerlos al servicio de pensar una Nación que, a partir de sus potencialidades y desarrollo, pudiera no solo sobrevivir sino vivir.

Belgrano es el que se animó contra la centralidad porteña a generar un símbolo patrio que nos identificara pero también el que pensó un sistema educativo y económico para que el país en nacimiento fuera viable, enfrentándose con quienes (al igual que hoy) desde sus posiciones de poder creían en la independencia política pero no la económica.

Como recordábamos hace poco más de un año en este espacio -cuando comenzaban los recordatorios del bicentenario de la muerte de Belgrano- ocho años de la conformación de la Primera Junta el brillante economista escribía en la Memoria del Consulado de 1802; "Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus Estados a manufacturarse y todo su empeño es conseguir no sólo darles nueva forma, sino aun extraer del extranjero productos para ejecutar los mismos y después venderlos. Nadie ignora que la transformación que se da a la materia prima, le da un valor excedente al que tiene aquella en bruto, el cual puede quedar en poder de la Nación que la manufactura y mantener a las infinitas clases del Estado, lo que no se conseguirá si nos contentamos con vender, cambiar o permutar las materias primeras por las manufacturadas".

Durante 200 años la luminosidad económica y política de Belgrano fue convenientemente oculta bajo su heroísmo militar que vino de maravillas a los vencedores políticos de los procesos libertarios locales, para no discutir los postulados que dejó en sus escritos.

Belgrano, proclamado el primer economista argentino, fue el que pregonó primero que nadie el valor agregado a las exportaciones agropecuarias, la sustitución de importaciones, el desarrollo equitativo de la tierra para los productores y que se oponía fuertemente a la toma de empréstitos extranjeros.

Está claro que de Rivadavia hasta Mauricio Macri casi ninguno leyó a Belgrano que escribía; "El grueso interés del dinero convida a los extranjeros a hacer pasar el suyo para venir a ser acreedores del Estado. No nos detengamos sobre la preocupación pueril, que mira la arribada de este dinero como una ventaja: ya se ha referido algo tratando de la circulación del dinero. Los rivales de un pueblo no tienen medio más cierto de arruinar su comercio, que el tomar interés en sus deudas públicas".

Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús fue también el primero en luchar fuertemente por la educación pública indistinta para niños y niñas, en proponer la escuela de náutica para formar los marinos que podrían poner en marcha la propia flota para transportar nuestro comercio, y el que antes que nadie entendió que la bendecida tierra argentina para la agricultura no era  solo para exportar y tampoco sería nada sin el desarrollo de la industria. "Ni la agricultura ni el comercio serían, casi en ningún caso, suficientes para establecer la felicidad de un pueblo si no entrase a su socorro la oficiosa industria" escribió.

Doscientos años después de la muerte de Güemes y Belgrano la Argentina sigue con los mismos dilemas y los mismos berretines de niño bien y consentido.


NdR: La imagen que ilustra esta nota es una fotografía de la pintura "Entrevista en Yatasto entre San Martín - Manuel Belgrano y Güemes". Oleo sobre tela de Manuel Francisco Yglesias.

Un dato interesante acerca del Güemes que todos conocemos es que no es él. Al contrario de otros próceres y figuras argentinas que convivieron en grandes ciudades o capitales donde había profusión de artistas plásticos, la vida del General Gaucho entre montes y la intranquila Salta y su corta vida (36 años) nunca permitió que algún retratista tomará su imagen.

Recién en los últimos años del la década de 1870 el frances Ernest Charton (autor de los retratos de Rivadavia, Sarmiento, Avellaneda entre otros) que se encontraba en Tucumán realizando diversos retratos fue contactado por el salteño Juan Martín Leguizamón Goicoechea que lo trasladó a Salta y a partir de los relatos orales y de la observación de los hijos de Güemes, Martín del Milagro Güemes Puch y Luis Güemes Puch, y de Carlos Murua Figueroa sobrino nieto, de quienes los que conocieron al General decían que eran muy parecidos. 

Charton pintó al óleo el primer retrato del Prócer. Increíblemente ( o no tanto) ese retrato hoy no se conserva ni se sabe dónde, cómo y cuándo desapareció pero sí se conservan dos copias litográficas ejecutadas en 1885 por Francisco Hoyos para La Ilustración Argentina y otra realizada 1895 por Francisco Fortuny.

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