2021: el año electoral que asoma detrás de la pandemia

Por Luis Ábrego

Mientras el mundo se ilusiona con las diversas vacunas que puedan controlar la pandemia global, en un presente de aparición de nuevas cepas de Covid-19 y la reinstauración de restricciones sanitarias, Argentina avanza mínimamente con la Sputnik V. Apenas 300 mil dosis de una fórmula todavía cuestionada y que genera incertidumbre en la población, pero que aún así comenzó a aplicarse al personal de la salud en todo el país.

El reciente incremento de contagios en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), despertó rumores sobre la decisión de nuevas medidas de aislamiento que podrían tomarse en breve, y que incluso algunas fueron confirmadas por Alberto Fernández quien hasta habló de utilizar las fuerzas de seguridad para "disipar" las aglomeraciones que se multiplicaron en la recta final del año.

El temor del adelantamiento de una nueva ola del Coronavirus ha puesto en alerta a los gobiernos en sus distintos niveles y no se descarta hasta puntuales "toque de queda" que restrinjan la circulación en una época de alta movilidad de personas como es el verano y específicamente las vacaciones.

Ese panorama, también podría replicarse en Mendoza, pese que aquí los casos registrados aumentaron levemente, superando los 100 por día, luego de una esperanzadora disminución, pero se mantienen en un escenario controlado. De hecho, la ocupación de camas continúa a la baja y esta semana registró un índice del 36,31%. Casi 10% menos que la semana anterior (9,6%).

Aún así, en el Ejecutivo mendocino no quieren relajarse. Creen que el recrudecimiento será inevitable, en especial si los grandes conglomerados del país también asisten a un crecimiento de casos. La evaluación que se haga en los próximos días luego del "efecto Fiestas" puede ser determinante para las decisiones que vendrán sobre el manejo de la cuarentena.

Es que además se estima que recién en marzo podrá advertirse alguna consecuencia masiva de los operativos de vacunación si es que estos se sostienen, y que incluso pueda haberse incorporado a esa altura otras de las alternativas con las que el Gobierno nacional pretende acompañar, todavía sin éxito, a la Sputnik V.

Mientras tanto, la política se prepara para una campaña inusual, que plantea un desafío extra a lo que significó en 2020 la gestión de los distritos en la pandemia: la del desarrollo de elecciones de medio término en un contexto atípico, marcado por la emergencia sanitaria. Bajo ese argumento, un grupo de gobernadores oficialistas (a instancias de la Casa Rosada) impulsó un proyecto para eliminar este año las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) que como marca la ley electoral deben realizarse este año. No así las generales, sobre las que no han aparecido objeciones y también deben celebrarse en 2021.

Sin embargo, ese proyecto parece haber quedado fuera de consideración ante la negativa del kirchnerismo de paladar negro que, justamente, espera ansioso ese turno electoral para seguir avanzando lentamente sobre las estructuras tradicionales del Partido Justicialista (PJ) para lograr más bancas. En especial en la provincia de Buenos Aires, donde Máximo Kirchner busca a toda costa quedarse con el sello partidario, pero también en Mendoza.

De hecho, hace días asumió aquí la presidencia partidaria la ganadora de la última interna, la dirigente camporista Anabel Fernández Sagasti. La también senadora nacional consolidó el liderazgo que ya ejercía, así como su rol de intermediaria con la Casa Rosada, como una manera de solidificar sus chances para insistir por la candidatura a la Gobernación en 2023. Un sueño que tiene una escala obligada en este 2021 cuando (con o sin PASO) deba renovar su banca en el Senado, por lo cual no hay dudas que encabezará la lista del Frente de Todos.

Fernández Sagasti busca mostrarse en Mendoza como la portadora de un kirchnerismo tiernizado que sin embargo no exhibe en Buenos Aires. Allí es una de las articuladoras de la vicepresidenta Cristina Kirchner, pero también la ideóloga -por ejemplo- de esa todavía extraña (y casi olvidada) decisión presidencial: la expropiación de Vicentín.

En el oficialismo, el influjo de Alfredo Cornejo no sólo alcanza al gobierno de su sucesor, sino también a toda la estructura partidaria. Su proyección nacional como titular de la Unión Cívica Radical (UCR) y con ello, referente de la coalición opositora Juntos por el Cambio, acuna el sueño de una candidatura presidencial, que como es el caso de Fernández Sagasti, debe no sólo alimentar sino fortalecer con una victoria también en 2021. Incluso, para ambos, mientras más contundente, mejor.

De allí que las especulaciones sobre un posible cambio de Cámara para Cornejo, es decir dar el salto de Diputados a Senadores (donde todavía le quedan un poco más de dos años de mandato), sea la opción que refuerza las chances de aprovechar también su alto nivel de conocimiento e imagen en Mendoza para que entonces el ex gobernador encabece la lista de senadores nacionales del oficialismo en la provincia.

Bajo ese paraguas ordenador desde el tope de las listas hacia abajo comenzarán a organizarse los agrupamientos partidarios, las alianzas y los acuerdos que ya se esbozan en reuniones reservadas y de aproximación que se intensificarán estos días al calor del receso estival. Todo ello, en medio de la incertidumbre sanitaria, pero también de la falta de confirmación de las reglas del juego. Es decir, cuándo y cómo se votará. En especial en la provincia de Mendoza.

La ya habitual, en los últimos años, posibilidad de desdoblamiento electoral en la provincia permite la opción de desenganche del cronograma nacional. Si ello ocurriera, Mendoza podría tener en 2021 elecciones nacionales (diputados y senadores nacionales, con o sin PASO) y el capítulo local (es decir, diputados y senadores provinciales y concejales) pasar incluso a 2022. Así lo establece la ley 8.967/17 que también precisa que deberán concretarse entre el primer domingo de febrero y el segundo domingo de abril del año que "corresponda a la renovación legislativa".

Esta potestad le brinda a Rodolfo Suárez un amplísimo manejo del calendario electoral durante todos estos meses, en el que podrá medir la fecha que mejor le convenga, pero también considerar la opción de unificarlo con la Nación. Y si así lo quisiera, hasta posponer esa discusión un año más. Lo que no podrá evitar, sin embargo, es el runrún interno ni los acomodamientos que, sin perder el tiempo, la política ya está haciendo previendo además que la ventana de oportunidades puede dilatarse en el tiempo.

Sin efectividad todavía comprobada de las vacunas más allá de los ensayos; sin previsibilidad sobre el desempeño de la economía después de una cuarentena devastadora; sin certezas sobre el retorno a clases, ni los efectos excluyentes que para muchos significó la educación virtual, la política -incluso en pandemia- ya ajusta sus mecanismos hacia dentro para enfrentar cualquier escenario posible. De los menos a los más optimistas, pues de acertar ese análisis también dependerá la suerte del resultado electoral. Los muertos no votan y entre los vivos siempre hay indecisos para convencer.

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