Que el Premio Nobel de Literatura haya ido a parar a manos de Bob Dylan significa que, por primera vez en cincuenta años, se reconoció al movimiento rock como tal, como una revolución que produjo cambios profundos y permanentes, como un pronunciamiento de libertad y rebeldía, como un sentimiento que fue capaz de marcar la historia. Y precisamente Bob Dylan -junto a The Beatles- es uno de esos artistas bisagras, de los que inspiraron a toda una generación.
No es poca cosa que esto haya sucedido. Y alegra a toda una generación. Especialmente a aquellos que sufrieron persecuciones, golpes, torturas, oscuridades y silencios. A aquellos que siempre pensaron que una canción puede cambiar el mundo, a los que se sintieron atraídos por una forma nueva de decir las cosas y que fueron permanentes difusores de un mensaje de paz y amor.
Esos hoy celebran este Premio Nobel como un campeonato mundial de algo. Gritaron y brindaron por el aguante, por la pasión y los años. Sintieron que tantas discusiones y tantas horas de escuchar Blowin' in the wind, Like a rolling Stone, Mr. Tambourine man, Hurricane y cientos de obras más no fueron en vano.
Pero lo más llamativo de este anuncio del Nobel es que por primera vez en muchos años, el mundo se sacude por una noticia que proviene del mundo de las artes. Y eso es bueno. Muy bueno, si se quiere ser más preciso.
No es común que en estos tiempos se sienta al arte como un arma necesaria para combatir la apatía y las necedades. Es más, no hay políticas culturales algunas que muestren esa intención. (ni acá ni allá) Y el reconocer de manera tan abrumadora que un cantautor pudo ser capaz de cambiar la historia -una noticia que toma trascendencia mundial- es una forma de decir que cuando el arte ataca, no hay quien lo resista.
Este galardón - uno más- a uno de los grandes de la música mundial es un mensaje que debe ser decodificado, analizado y puesto en marcha: el arte sirve, cambia y ayuda a hacer una sociedad mejor. Más sensible. Más criteriosa. Más jugada.
Bob Dylan agradecerá su premio pero la sociedad lo brindará, lo festejará, lo celebrará. Y un grupo de locos poetas podrá chocar sus copas después de ver que tantas ilusiones se hicieron realidad.