No está en tela de juicio su talento envidiable. Del cuál me siento regocijado y disfruto como todo ser que ame y sienta el fútbol desde su bendita zurda tan hábilmente concebida.
No está en tela de juicio su talento envidiable. Del cuál me siento regocijado y disfruto como todo ser que ame y sienta el fútbol desde su bendita zurda tan hábilmente concebida.
No pongo sobre el tapete sus esfuerzos sobrehumanos por llenar ese espacio vacío que le marca su historia con la piel vestida de celeste y blanco con tantos sin sabores y gritos contenidos.
Al final él es solo un humano con la dicha se haber sido tocado por el designio divino, quien por mas adjetivos que repiqueteen tras cada gol o fantasía que realice seguirá siéndolo porqué nació en este planeta. Mal que a muchos le pesen.
Lo que sí quiero dejar en claro y que se refiera a él como a cualquier otro argentino, es que Messi es "Bien Argentino".
Y sus palabras son argentinas, como sus promesas o sus sueños y esperanzas. Como su familia, sus hábitos y sus sentimientos. Messi tiene todo para que le digan "che argentino". El es un poco porteño y otro poco rosarino, es algo mendocino y algo neuquino o santafecino.
Y sí Messi es argentino como el Diego; al que muchos de los propios argentinos lo declaran "su enemigo" comenta cosas que provocan con el tiempo certeros desatinos.
No hace mucho tiempo él aseguró que no volvería a ponerse la camiseta de su país por razones de valores que consideraba inapropiados para el fútbol argentino. "Decisión tomada" confesó La Pulga en aquella noche de otra cachetada a lo chileno, de un golpe al orgullo argentino.
Y todo como buenos argentinos salimos a pedirle que pensara lo que parecía "pensado", Salimos a asegurarle que no era único responsable de ser nada menos que segundo de aquí y del mundo. Que debía volver cuando se había ido de palabra. Le rezaron, le suplicaron, le alabaron y le endiosaron. Clásico de los argentinos.
A los deportistas hay que hacerle sentir que "son argentinos". A los demás, que se jodan.
El silencio y las vacaciones, las fotos suyas y su días puestos a ver como una película "morbosa" y típica argentina parecían no hacer cambiar lo que todos temíamos: "Mirá que este no va a cambiar de opinión".
Y esa palabra juramentada y bien llevada desde esas convicciones daban a entender que Messi no volvería a vestirse de argentino.
Nada había cambiado para que esto sucediese. El fútbol seguía siendo un río revuelto con pirañas al acecho, seguía siendo un desorden sin técnico, ni presidente, ni algo en que creer para ver un cambio tan profundo como necesario. Todo era igual o peor. Mucho peor.
Pero ante todos los pronósticos y rompiendo con el estereotipo de muchacho de clase media, de la casa y bonachón. Messi dijo que ¡SI!.
¿Como que si?. Sí pués, dijo que volvía a ponerse la camiseta de todos y todas, que lo hacía porqué amaba demasiado a su país.
Ahora sí lo ama demasiado, como para dar entender que hace un mes atrás lo amaba, pero un poco menos.
Que si lo querían de vuelta, había que rogarle un toque y demostrar que el enojo popular y argentino no encajaba con sus pareceres o pensamientos adquiridos en La Masia.
Y entonces, ante tanta falta de buenas noticias relacionadas con el fútbol. Sin títulos y con títulos no alcanzados. Todos dijeron: Bienvenido capitán. Acá en Mendoza lo esperamos.
Y el Messi que actuó como casi todo argentino, cambiando lo que escribía con la mano, mientras con el codo lo borraba pasó a tener razón.
A Diego nunca le perdonaron por su conducta contradictoria pero suya en el discurso. El Diego es el Diego, no es Messi.
Pero Messi fue el Diego por vez primera fuera de la cancha. Y vaya si lo fue.
El pibe no resistió el archivo y se quebró como deberíamos permitirle lo haga a todo aquel que lo crea inconveniente... y sea argentino.
Insisto en no discutir ni separar como todos lo hacemos desde el ser argentino. Maradona si que lo sabe y lo sufrió en carne propia. Una cosa es adentro y otra muy distinta afuera. Como si eso fuera una regla implicita, una regla inventada por algún argentino. Como si fuera posible cambiar tan sencillo.
Messi volverá a usar esos colores tan hermosamente diseñados, y volverá a escuchar el himno sin cantarlo y volverá a darle algún pase milimétrico a alguno de sus "pifiadores masivos" en el ataque, Messi volverá a ser Messi-manía.
Argentino hasta cuando duerme con Antonella, otra argentina y bien argentina como el dulce de leche.
Pero creo que esta vez al pibe, con la palabra... al pibe se le escapó la tortuga.