El bodeguero sanrafaelino, integrante del directorio de la COVIAR, evaluó lo ocurrido en el desayuno de la Corporación.
Marcelo Piaser
Pablo Asens, ex presidente de la Cámara de Comercio de San Rafael y actual integrante del directorio de la COVIAR, visitó RADIO ANDINA SAN RAFAEL y trazó un diágnóstico de la crítica situación que vive el sector, además de evaluar lo que quedó después del desayuno de la Corporación Vitivinícola en el marco de los festejos vendimiales.
Quedó un sinsabor grande, tanto por lo dicho por el gobierno nacional como por el provincial, porque en vez de ofrecer respuestas, se dedicaron a buscar culpables. En lugar de reconocer que las variables macroeconómicas han minado a la agricultura y a la industria de una forma terminal, se dedicaron a echar culpas a los que trabajamos, a la Corporación Vitivinícola, a los productores, que por trabajar cometen el pecado de fundirse. A todos nos quedó la sensación de que nos tomaban el pelo, expresó.
No reconocen que con este nivel de inflación es inviable seguir trabajando, a lo que se suman las otras variables macroeconómicas que son el tipo de cambio atrasado y la presión fiscal y tampoco se transparenta que la verdadera causa de esos tres males es el gasto público, dijo con firmeza.
Con respecto a las recurrentes alusiones tanto en el discurso de Casamiquela como en el de Paco Pérez respecto de que siempre los más perjudicados son los sectores más pequeños y débiles, mientras que los poderosos encuentra alternativas para sobrevivir y a veces hasta para progresar, Asens explicó que en este mundo en el que impera el capitalismo, siempre el más grande, el más organizado o el que tiene la porción de mercado más grande es el último en recibir los coletazos. Siempre el más pequeño es el que primero se ahoga, esto es inevitable, pero en esta industria la transversalidad es muy grande, porque Fecovita, Baggio y Peñaflor, las tres bodegas que nombró el gobernador, culpándolas de tener el vino y no querer venderlo, manejan el 60% del mercado, eso es verdad. Pero también hay que decir que Fecovita, que maneja el 26% del mercado argentino, nuclea al 20% de los productores y entre ellos, a más del 50% de los pequeños productores, por lo tanto, ese vino que tiene Fecovita, es de los productores cooperativizados y el mercado no los absorbe, por lo tanto, no es un pecado tener vino. El pecado es no poder venderlo, sobre todo al exterior, porque el mercado interno no demanda más, pero el mundo sí está pidiendo más vino, pero no lo podemos exportar, porque el tipo de cambio no favorece. Ahí está el verdadero pecado.
Críticas a la Corporación Vitivinícola
Respecto de algunas sesgadas críticas que recibió la institución que integra, el bodeguero dijo que el objetivo de la Coviar es trabajar en la promoción del consumo del vino. El flujo de dinero que se aplica en ese sentido se nutre del aporte privado de las bodegas. El Estado pone muy poco. No llega al 8% de lo que aportamos los privados y hace tres años que viene atrasado con esos aportes, que son para promover ventas y consumo. Se genera confusión con estas situaciones y por allí, alguien puede llear a creer que la Corporación se siente a las mesas en las que se discuten cuestiones que tienen que ver con la macroeconomía y eso no es así. Esas cosas no las maneja la Coviar ni participa de esas discusiones, explicó.
Comienzan a culpar a la corporación y lo que hace la Coviar es tratar de vender más vino en un mercado interno y externo en los que es cada vez es más difícil venderlo. Por lo que ya hemos dicho y además, porque tiene una competencia feroz en la gaseosa y en la cerveza. Todo lo que la Coviar gasta en promoción del vino, no llega a ser el 20% de lo que gasta la cerveza en publicidad.
Vemos que el vino cayó en su consumo el 4% en 2014, pero nadie dice que crecimos en 2011, 2012 y 2013 al 1%, al 2% y al 3% y eso fue en base a publicidad, en base a promoción, pero siempre corremos en desventaja con la competencia. Entonces, ver que el vino, que no es un artículo de primera necesidad cayó un 4% en el consumo, cuando hay otros artículos que sí son de primera necesidad y han perdido un volumen de consumo mayor que ese, no es preocupante.
Nuestra preocupación es con el sobrestock que no podemos movilizar y que nos dejan dos opciones: o lo derramamos, lo cual significa perder riqueza, o lo exportamos, que es lo que no podemos hacer.
Las componentes del precio
Asens informó que en un estudio que hicimos desde la Cámara de Comercio hace dos años, determinamos que el 46% del precio del vino está compuesto por impuestos. Desde Ingresos Brutos, Ganancias, Bienes Personales, etc. Entonces, el vino está caro en la góndola, pero no porque el bodeguero esté ganando plata, sino porque hay sectores, entre ellos el Estado y la intermediación, que se están llevando la parte del león. Encima, si agregamos la inflación, que termina carcomiendo los márgenes de contribución que aplican los bodegueros, la situación adquiere los visos de catástrofe que tiene hoy.
Un problema dentro del sector
Dentro de la industria tenemos otro problema, porque encontramos que hay ciertas franjas del mercado en las que el consumo crece, pero en las más bajas, la venta disminuye. En las más bajas, tenemos un problema de calidad, porque esos vinos están elaborados con uvas muy pobres que no aportan calidad organoléptica y hacen que el consumidor deseche los vinos con que se elaboran, sin embargo, otras franjas con diferencia cualitativa crecen.
Esto obliga a redefinir estrategias y orientar la producción vitícola hacia variedades de mayor y mejor demanda en el mercado y ese es un trabajo que hay que hacer evaluando cómo hacemos para erradicar uvas que el mercado no consume y las cambiamos por otras que sí tienen demanda, enunció.
Por otro lado, Asens también destacó que San Rafael hizo los deberes en cuanto a la reconversión y no sacó ninguna ventaja de este esfuerzo, que no fue menor.
En el año 83, el 80% de las uvas plantadas aquí era Cereza y Criolla Grande. Hoy esas variedades no superan el 28% y llegan al 36% si les agregamos la Moscatel y Pedro Gimenez. Estos datos son muy contundentes. Nosotros reconvertimos, apostamos a las variedades finas y estamos igual que siempre, lamentó.
En el final, la evaluación del empresario no fue de las más optimistas en cuanto a las respuestas que recibieron desde el gobierno.
El cansancio que hay es muy grande. En la mesa de la Corporación se planteó en un momento no hacer el desayuno, pero es el único espacio que tenemos para poder expresar nuestras preocupaciones y para que nos escuchen, porque si no, lo único que hacen es atendernos en forma individual y aplicar el viejo principio del divide y reinarás. El mismo gobierno ha insuflado a ciertas cámaras para que creen caos, con casos que son demasiado evidentes y que pretende romper la cohesión que se generó el 15 de enero en la movilización.
El mayor pecado que cometemos es querer trabajar y eso da mucha bronca, expresó.
¿Por dónde está la salida?
Se sale de esto trabajando de manera planificada y seriamente. Sentarnos a una mesa con los que van a gobernar en los próximos veinte o treinta años para ponernos de acuerdo con las cosas que se necesitan hacer para poder producir con planificación, eliminando elementos nocivos como la inflación.
Un tema clave pasa por la diversificación necesaria con los pequeños productores. El gobierno debería analizar de qué manera se puede ayudar al productor para que erradique viñas improductivas y reemplace esos cultivos con otros más rentables.
La realidad de hoy indica que la vitivinicultura ennoblece, pero empobrece. Y no es simpática la frase. Tenemos gente muy envejecida en el campo y tenemos que ver cómo los apoyamos. Con tanta ayuda social que el gobierno entrega a gente que no trabaja, debería estudiarse una variante para ayudar a los que producen, pero no tienen rentabilidad, concluyó.