Por Marcelo Torrez

La hora que marca el fin de la fiesta

Tras la crisis del endeudamiento y una suerte de desmanejo de las cuentas públicas, junto a los indicadores económicos que hacen penar a la provincia, al gobierno y la oposición no le quedan más salidas que el alcance de un acuerdo. Años de retroceso, que para los menos, los privilegiados de siempre, resultaron imperceptibles, conducen a Mendoza a una caída en ruina mucho más que dolorosa. La necesidad del llamado a una mesa multisectorial que piense en serio para evitar los continuos banquinazos.

Frente al descalabro de todos los indicadores con que se maneja la economía provincial, tales como los de la recaudación que mes a mes sufren un deterioro desde que arrancó el año; las caídas de las ventas; el freno de la actividad de la construcción, una de las más movilizadoras con efecto cascada hacia otros rubros; la paralización de la economía primaria y su repercusión en la agro industria; el consumo en stand by y la aparición de otras modalidades de supervivencia de los consumidores para hacer estirar al máximo sus recursos, cada vez más volátiles, y el sensible desencanto provocado por el programa Precios Cuidados el que ha dejado de surtir el efecto que tuvo en los primeros meses de su aparición; frente a todo eso, lo mejor que la dirigencia política puede ofrecerle a la ciudadanía es llegar a un acuerdo pronto por el presupuesto, el endeudamiento y el reacomodamiento de las cuentas fiscales.

El jueves a la tarde, mientras la provincia como todo el país seguía en estado de gracia por el fenomenal triunfo de la Selección ante Holanda depositándola en la final del evento deportivo más trascedente del todo el mundo, se abrió la primera luz de esperanza para que emisarios del gobierno y de radicalismo puedan alcanzar el acuerdo que más que efectos reales inmediatos sobre la marcha de las cuentas públicas, sí lo tendría sobre el actual ánimo generalizado y pesimista que la política y sus dificultades para destrabar las complejidades que sólo responden a la naturaleza de su propio comportamiento, han provocado en buena parte de la población.

El pacto en ciernes no trascendió en su magnitud, quizás debido a la propia desconfianza que se acentuó con creces entre el gobierno y el principal partido de la oposición mientras discutían por los medios. Pero pese a eso, algunas líneas de la negociación permitieron vislumbrar que el descalabro de comienzo de semana, tras el feriado del miércoles, al menos hasta la noche del jueves no se describía como terminante y definitivo. Los contactos fueron sólo telefónicos y la tan ansiada reunión cara a cara que se preveía podría concretarse al finalizar el jueves se prorrogaría para el viernes.

Como fuese, el radicalismo no se mostraba tan inflexible ante la alternativa de permitirle a Francisco Pérez terminar lo que resta del año con una autorización acotada para tomar deuda. Sólo debían definir el monto del nuevo endeudamiento y fijarle destinos específicos los que quedarían garantizados por escrito.

Así también, se comenzaba a discutir sobre el presupuesto. Mientras el peronismo intentaba defender la pauta que fue aprobada por el Senado, aquella que tuvo media sanción y se terminó frenando en Diputados. Mientras que los radicales se inclinan por la elaboración de un nuevo esquema de ingresos y gastos, más realista y que el mismo avanzara en la eliminación del déficit, haciendo cuadrar los recursos con las erogaciones, éstas sí con nombre y apellido destinadas a un fin específico garantizado.

Así las cosas, gobierno y oposición radical se encaminan a tener un fin de semana menos traumático que los últimos días que se vivieron tras desencadenarse el fallo de los dos jueces de la Corte que motivaron a Pérez a no autorizar ningún tipo de erogaciones ya comprometidas y a paralizar de hecho la marcha normal de la provincia, culpando tanto a radicales como a los miembros del más alto tribunal de justicia de la provincia de semejante giro en el manejo del Estado.

De todas maneras, la realidad indica que el acuerdo posible entre Pérez y la oposición sólo permitirá descomprimir un momento dramático y cargado de angustia al que sometieron a todos. Porque los problemas de fondo que tiene la administración de la provincia seguirán latentes, tanto que merecerán que una vez resuelta la coyuntura para terminar el año Pérez se convenza de convocar a una suerte de multisectorial política, económica y académica, reunida sin tiempos para que en el mediano plazo esa mesa pueda alcanzarle a un gobierno que ha demostrado serias falencias para detener la caída alternativas de escape para mirar la enfermedad que padece Mendoza desde puntos de referencias menos contaminados y afiebrados.

Narcotizados por el fútbol, la provincia sólo tomó nota de la pelea por el endeudamiento entre el gobierno de Pérez y el radicalismo que maneja con mano de hierro el intendente de Godoy Cruz, Alfredo Cornejo aunque no se encuentre formalmente en la presidencia del partido.

A partir del lunes, cuando sepamos todos el desenlace de la final ante Alemania en el Maracaná y se tome conciencia del fin de lo que ha sido, como se suponía, el único remanso para el pueblo, el Mundial y los triunfos heroicos del equipo nacional que nos representa en Brasil, todo volverá a ser como lo dejamos casi cuarenta días atrás.

Los problemas irresueltos seguirán allí, más intrincados y preocupantes que nunca, porque Mendoza no logró que ni el actual gobierno de Pérez, ni antes el de Jaque, ni el de Cobos, ni mucho menos el de Iglesias –a quien le tocó gobernar en la debacle de comienzo de siglo– lograran desatarse de las riendas de la medianía que han atado de manos y de piernas a sus administraciones.

Administraciones que llegaron, como siempre, con ríos de promesas y mares de esperanzas y que se terminaron diluyendo en pequeños riachos contaminados, inservibles y pestilentes.

La hora de la toma de conciencia se cumplió hace rato, pero nadie o pocos se dieron por enterados. Hasta que la crisis por el déficit actual y la negativa opositora al pedido del Ejecutivo para tomar un puñado de millones de dólares en deuda dejara flotando en la superficie los pedazos de una provincia que hace años se libró al olvido y a su propia suerte, por una clase dirigente que, además de hacer gala de soberbia, se transformó en una de las generaciones más flojas de dirigentes que fueron llamados para alumbrar soluciones, no para marchar con furia hacia más decadencia.

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