En medio de una sequia con pocos precedentes y una escasez de recurso hídrico importante en el oeste de nuestro país, Argentina se suma a las recordaciones y diversos actos del Día Mundial del Agua, que la ONU considera una oportunidad única en la vida para unir al mundo a favor del agua y acelerar los avances en esta esfera.
El organismo internacional considera que los problemas que se encuentran a lo largo del ciclo del agua están socavando el progreso en los principales conflictos planetarios que van desde la salud hasta el hambre, desde la igualdad de género a los trabajos, pasando por la educación, la industria, los desastres naturales y la falta de paz.
Allá por 2015, el mundo tomó el compromiso con la firma del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) como parte de la Agenda 2030 que todos tendrían agua y saneamiento gestionados de forma segura para ese año objetivo que, con la mitad de camino transitado, parece ya imposible de conseguir.
La propia ONU informa que miles de millones de personas e innumerables escuelas, empresas, centros de salud, granjas y fábricas se ven restringidas porque aún no se han cumplido sus derechos humanos al agua y al saneamiento.
Según el Organismo Internacional al día de hoy
1,4 millones de personas mueren anualmente y 74 millones verán acortada su vida a causa de enfermedades relacionadas con el agua, el saneamiento y una higiene deficientes.
1 de cada 4 personas (2000 millones de personas) en todo el mundo carecen de agua potable segura.
Casi la mitad de la población mundial (3600 millones de personas) carece de un saneamiento seguro.
El 44% de las aguas residuales domésticas no se tratan de forma segura.
Se prevé que la demanda mundial de agua (en extracciones de agua) aumente en un 55 % para 2050.
Coincidente con la celebración de este día en Nueva York comienza la Conferencia de la ONU sobre el Agua 2023 donde se preanuncia que los gobiernos y actores interesados de la sociedad podrían asumir compromisos voluntarios que aceleren el progreso en el ODS (Agua limpia y saneamiento) y otras metas relacionadas con el agua acordadas internacionalmente. A pesar de los atrasos que lleva le programa.
Pero en Mendoza cómo estamos. Según datos que manejan tanto los organismos públicos como privados el 81% del agua de Mendoza se destina al sector agrícola (70% para industrias elaboradoras de conservas de frutas y hortalizas, 16% bodegas, 8% embotelladoras de agua mineral y 6% industria olivícola cervecera y gaseosas). De ese porcentaje, el 50% se pierde por el sistema de riego a manto (tanto en los canales como dentro de las fincas). ¿Cómo se reparte el resto? El 11% se utiliza para consumo humano, un 4% para uso recreativo y ambiental (piletas, riego de jardines y parques) y un 1% para la actividad minera y el petróleo.
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El 50 por ciento del agua destinada a riego se pierde por el sistema de riego a manto
Aunque Mendoza aun derrocha muchisima agua no solo en el riego a manto sino el sistema de agua potable una dato interesantes que cada vez más empresas se comprometen e invierten en la medición de la huella hídrica, incluso la CoViAr en las últimas horas presento un instrumento de medición (ver nota en esta edición).
La huella hídrica, un indicador fundamental para tomar conciencia del consumo de agua que necesitamos en todas nuestras actividades, para tener un valor de referencia en nuestro uso de este líquido vital y, sobre todo, aprender cómo ser más eficiente en su uso.
Según datos de las empresas del sector la en los dos primeros meses de este año de caudalímetros y otros instrumentos necesarios para llevarlo a cabo la medición y el uso eficiente fue el doble que todo 2021 y 2022. La tecnificación de un sistema de riego permite ahorrar hasta un promedio del 50 por ciento del consumo de agua.
La huella hídrica es un indicador medioambiental que define el volumen total de agua dulce utilizado para producir los bienes y servicios que habitualmente consumen las personas. Básicamente, es una variable que determina el agua que “cuesta” fabricar un producto. Con ella, se puede calcular por unidad de producto fabricado o de servicio prestado, el volumen de agua medido en litros o metros cúbicos.
La medición de la huella hídrica, que ayuda al ahorro y a la sustentabilidad, se realiza mediante un caudalímetro, que mide justamente el caudal de agua o gasto volumétrico. Además de en la vitivinicultura, se puede usar en otras industrias, en viviendas y para riego.
Además, a través de la llamada telemetría, un sistema de recopilación y transmisión de datos, se puede acceder en tiempo real al consumo de agua en un proceso industrial determinado. Esto optimiza su funcionamiento, disminuye el desperdicio, reduce costos y favorece al ambiente.
El concepto de “huella hídrica” fue creado por el holandés Arjen Ysbert Hoekstr en 2002, luego de estudiar la escasez del agua en Medio Oriente junto a ecólogos, ambientalistas y geógrafos, diseñó el cálculo para medir el agua utilizada en la cadena de un producto, vinculando productores, comerciantes y consumidores.
A la huella hídrica, el inventor la dividió en tres: verde, es agua dulce de lluvia o nieve que se almacena y utiliza en el proceso productivo; azul, es agua dulce extraída de una represa artificial, un cuerpo de agua natural o de manera subterránea y que se usa en el proceso productivo o se incorpora en el producto y gris, que es el volumen de agua dulce teórica que se requiere para diluir productos y aplicarlos en un proceso productivo, por ejemplo para diluir fertilizantes en el cultivo o colorantes en la industria de la ropa.
En Radio Andina dialogamos con Sebastián Halpern empresario del sector (HalpernSRL / Masteragua) para profundizar la información y los datos de un tema trascendental para el desarrollo de la provincia.