Los indígenas que resisten junto a las carreteras

Todas las imágenes: Rosa Gauditano / R Studio.
 
La fotógrafa brasileña Rose Gauditano muestra la lucha por la supervivencia de los pueblos indígenas guaraní kaiowá, la segunda mayor etnia de Brasil, en los bordes de las carreteras de Mato Grosso del Sur. Aquí, un guaraní kaiowá en la autopista 163. El grupo vive en una situación transitoria a la espera de que la Funai -Fundación Nacional del Indio - el órgano del gobierno que establece las políticas relacionadas con los pueblos indígenas - identifique formalmente sus tierras.
Hay más de 30 campamentos indígenas en las carreteras del estado de Mato Grosso del Sur. La mayoría son guaraníes kaiowás, pero también hay indios de otros grupos étnicos. "Lo hacen por desesperación, pero también como una forma de protesta", explica Gauditano. "Fotografío a los indígenas desde hace 20 años y nunca había visto una situación de penuria tan grande. Lo que está ocurriendo en Brasil es un genocidio silencioso".
La situación en los campamentos al borde del camino es precaria. "Cuando llegué al campamento, esta mujer estaba bañando a los bebés", dice Gauditano. La comunidad había perforado un pozo de agua donde los niños se bañaban.
En el asentamiento Piraju, una comunidad de 400 kaiowás tiene una escuela municipal de enseñanza básica. Los indígenas producen alimentos para su subsistencia, reciben agua potable de la Funasa (Fundación Nacional de Salud) y energía del programa federal Luz para Todos. Sin embargo, el estatus legal del territorio es aún indefinido, ya que el área ocupada actualmente le pertenece a la hacienda azucarera Campo Belo.
Cuando llueve, el agua desborda las cabañas. “Hay barro en el interior de la cabaña, por eso colocan piedras para caminar. Si caminas entre las piedras, los pies se hunden", explica Gauditano.
De acuerdo con el último censo, en Brasil hay unos 896.000 indígenas, de los cuales más de 43.000 son guaraníes kaiowás, que viven sobre todo en Mato Grosso del Sur. Rosa Gauditano registra la vida de este grupo desde hace tres años. En el pueblo de Guaiviry, una niña kaiowá interactúa con la fotógrafa. Su sonajero se convierte en una cámara que utiliza para “dispararle” al visitante.
La camiseta de esta niña refleja una identidad brasileña. Sin embargo, expulsados de su tierra originaria y esperando desde hace décadas la demarcación de las áreas que les garantiza la Constitución de 1988, la situación de los kaiowás preocupa a los expertos. “Su mirada decía: ¿qué estás haciendo aquí, fotografiándome? ¿Ustedes no van a hacer nada?”
En la aldea de Guaiviry la comunidad espera documentos de reasentamiento. Los estudiosos asocian el alto número de suicidios entre kaiowás a la falta de tierras, la falta de esperanza de que sus territorios sean demarcadados y el confinamiento en pequeñas reservas donde no pueden vivir de acuerdo con sus tradiciones.
En el pasado, los indios usaban sólo lo que encontraban en la naturaleza para crear adornos y utensilios. Hoy en día, las técnicas antiguas se han adaptado a otros materiales. "El sombrero de esta mujer es de tela y tiene semillas recogidas en el monte", observa Gauditano.
Las ONG Olhares Cruzados (Miradas Cruzadas) y Nossa Tribo (Nuestra tribu) les ofrecen a los jóvenes de escuelas indígenas talleres para que aprendan a fotografiarse y documentar sus vidas.
Estos pobladores le muestran a la cámara sus mazorcas tradicionales, una variedad que la tribu ha cultivado durante siglos. "Él no quería ser fotografiado. La tristeza en sus ojos y la pobreza de la comunidad son evidentes ", dice Gauditano. En octubre de 2012, una comunidad kaiowá escribió una carta polémica, interpretada por algunos como una amenaza de suicidio en masa. El resultado fue una gran campaña en defensa de los indios y protestas en varias partes del país.
En el campamento de Kurusu Ambá, en la ciudad de Coronel Sapucaia, los kaiowás y los ganaderos pelean en los tribunales el derecho a la tierra. La comunidad kaiowá vive allí con una autorización judicial, pero encerrada entre campos de maíz y soja transgénicos. La violencia contra los indios es constante. En 2007 cuatro de ellos fueron muertos al ocupar tierras. Entre ellos la chamana Xurite Lopes, de más de 70 años de edad.
“La tierra fértil, un área suficiente para la siembra y un curso de agua son esenciales para la calidad de vida de la tribu, a pesar de que muchos de los ríos de la región están contaminados con residuos de plaguicidas", explica el antropólogo Spency Pimentel.
Los guaraníes kaiowás de varios pueblos se reúnen regularmente en encuentros denominados "Aty Guaçu”. En estas reuniones, las comunidades que viven diseminadas en el estado hablan y se organizan. En la foto, una figura importante en la comunidad bendice un documento elaborado por los kaiowás para ser entregado a las autoridades.
La aldea de Guaiviry, en el municipio de Aral Moreira, es escenario de conflictos. En noviembre de 2011, el jefe de la tribu, Nisio Gomes, fue asesinado. "Lo que mantiene a los pueblos indígenas es su historia, su lengua, su religión y sus rituales", observa Gauditano.
Mientras que la demarcación no llega, la disputa por la tierra guaraní kaiowá con la agroindustria eleva la tensión local. Las denuncias muestran que, en los últimos años, Mato Grosso del Sur lidera “el triste ranking del estado más asesino de indígenas”.
El pueblo de Piracuá, una pequeña reserva en el municipio de Bela Vista, es un ejemplo de lo que puede salir bien. "Las familias de hoy viven bien allí, tienen su tierra y pueden tener pequeñas plantaciones de subsistencia. Tienen escuela, la asistencia del gobierno y un bosque nativo ", dice la fotógrafa.

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