Ernesto Sanz ganó porque militó este triunfo desde hace cuatro años, cuando lo bajaron de un hondazo de su primera precandidatura presidencial.
Ernesto Sanz ganó porque militó este triunfo desde hace cuatro años, cuando lo bajaron de un hondazo de su primera precandidatura presidencial. Aquella lección lo obligó a recorrer el país en busca del apoyo que cosechó ahora para darle una lección de amor por la camiseta a Julio Cobos.
¿Quién puede negarle sentido de pertenencia al dirigente radical que se animó a capear el temporal cuando Cleto fue tras los cantos de la sirena Cristina en las turbias aguas de la efímera Concertación?
Hay que tener memoria de muy corto alcance o demasiado selectiva para no repasar que muchos de los que ahora pregonan banderas supuestamente ultra ortodoxas, alguna vez sucumbieron ante el pragmatismo divisionista del kirchnerismo.
En todo caso, no fue Sanz quien llevó al radicalismo a su actual debilidad optativa. Los mismos que crearon al insignificante Massachessi o pergeñaron la huidiza Alianza pretenden abrevar de las aguas del Leteo para no repasar las verdaderas culpas del declive del centenario partido.
Pero Sanz valoró siempre la territorialidad del radicalismo, y a ella acudió. Sábados y domingos dedicados durante cuatro años para recorrer hasta las más pequeñas localidades bonaerenses y de todo el país en busca del apoyo que consiguió este fin de semana.
A veces sólo acompañado por Cristina, su mujer, que supo también cautivar a mujeres radicales en diferentes provincias, para llegar a este presente de respaldo partidario contundente basado exclusivamente en la militancia.
Hoy la UCR no tiene la fuerza para ganar una elección como tampoco la tiene el Justicialismo. Al fin de cuentas, el Frente para la Victoria también ha triunfado en acuerdo con otras colectoras de votos.
Ahora, en Argentina la partidocracia está en desuso. Como en el fútbol, los números ya no indican la posición en la cancha. La Lista 3 fue reemplazada en varias ocasiones por cifras como el 502, el 503; hasta la Lista 2 del PJ fue reemplaza por la 501.
El asunto en Democracia es llegar al poder. Y nada más dañino para un partido que permanecer sin chances de alcanzar el Gobierno. Se vitaliza una fuerza política cuando ve que el esfuerzo vale la pena, no cuando se hunde en la debilidad del aislamiento.
Sin un dirigente con reales posibilidades, la UCR estaba condenada al ostracismo. Y todo indicaba que ningún hombre de la UCR figuraba siquiera cerca del tridente Scioli-Macri-Massa. La suerte, así, estaba echada.
Sanz quiere llegar al poder, quiere llevar a los radicales al poder. Eso es lo que predicó en su extensa militancia. Fue reconocido, entonces, para ser el candidato de ahora pero con la mira puesta en subir a sus correligionarios a un caballo ganador.
La apuesta es Macri. Es más genuino que llevarlos al justicialismo, donde ya han sufrido autogolpes y abandonos, como el del Chacho Álvarez con De La Rúa o desplantes y desprecios como el de Cristina Fernández con Cobos.
Y, quiérase o no, ir con Massa era ir con un justicialista, para colmo, ex kirchnerista.
Ya alguna vez a Sanz, sus laderos más cercanos le dieron una lección. Cuando cumplía un año como intendente, en su San Rafael natal, fueron a un descanso en un apartado paraje un fin de semana.
En el lugar había fallecido un hombre de más de cien años. Los amigos de Ernesto le dijeron al oído a los familiares del difunto: el intendente quiere estar en el acompañamiento y llevar con ellos a pie el féretro hasta el cementerio.
Sanz no sabía nada, pero aceptó hacerlo, sin imaginar siquiera que el trayecto era de casi cinco kilómetros.
Ya caminó Sanz en la mala broma de la Concertación con el agónico partido a cuestas. Hoy lo quiere salvar permitiéndole soñar con una posibilidad cierta de competitividad, que es lo que le brinda Macri.
La idea la tiene desde aquellas largas conversaciones con su amiga, Gabriela Michetti, asidua visitante de su casa en Cuadro Benegas.
Su sentido de pertenencia le da autoridad moral para la estrategia. Lleva a la UCR en las venas, tanto como a Boca en el alma. Sufrió por ella desde el mismo día en que dio la espalda al Partido Demócrata, al que pertenecía su padre Ricardo, entusiasmado más por el viejo patriarca Raúl Alfonsín a quien se dio el lujo, como presidente de la Juventud Radical, de darle el discurso de bienvenida cuando el entonces candidato a presidente visitó San Rafael en 1983.
Este abogado que empezó la carrera en Tucumán y la terminó en Rosario, tiene el respaldo de los radicales de diferentes lados del país. Jesús Rodríguez lo acompaña de cerca, tiene técnicos como el hijo de Juan Llach en su equipo o el hijo del conocido abogado mendocino Pito De Casas en el entorno más cercano. No habría sorpresa si convoca a Lilita Carrió como vice, en la fórmula.
Sanz le ganó a Cobos, es el candidato a presidente de la UCR y quiere acordar con Macri porque tiene vocación de poder. Y al poder se llega sobre todo con la fuerza de la voluntad. Pero hay que militarla.