¿Puede Argentina parir un Frank Underwood de la serie House of Cards?
Hace poco más de una semana, el economista del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) Carlos Scartascini, trazó una interesante comparación entre el sistema político norteamericano y el de los países de Sudamérica. Se valió del impacto que tiene en los Estados Unidos, y también en esta parte del mundo, la serie House of Cards, que producida por Netflix acaba de estrenar la tercera temporada con el mismo o mayor éxito que las dos anteriores.
La serie cuenta las peripecias y andanzas de un desembozado e inescrupuloso político norteamericano, el congresista Frank Underwood protagonizado por el genial Kevin Spacey. En la tercera temporada, Underwood ha logrado llegar a la presidencia de la primera potencia mundial, sin recibir un solo voto por ello y por medio de una meta que fue construyendo desde un lugar de privilegio en el Congreso, sobre la base de aprietes, maniobras, venganzas de todo tipo y especie, artes manipuladoras y perversas. Sin freno alguno, Underwood no duda en asesinar por su propia mano a una periodista que investiga sus maniobras delictivas y también ordenar la muerte de colaboradores de opositores que se le ponen en el camino.
Scartascini hace un análisis de la serie partiendo de la pregunta si en América Latina, en alguno de sus países, pudiera llegar a existir un político tan despreciable como el que interpreta Spacey. Y su conclusión alivia, pese a las miserias que tiene la política, por ejemplo, en Argentina que pese a su hiperpresidencialismo, ha generado algunos anticuerpos que por ahora no permiten el surgimiento de personajes tan dañinos que podrían engendrarse en los Estados Unidos.
Underwood quiso ser Secretario de Estado, un miembro del gabinete del presidente norteamericano y quedó afuera de esa designación. Pero al frente de la bancada oficialista, construye una escalera que lo deposita directamente en la presidencia sin mediar en los cómo para conseguir el objetivo. Un Maquiavelo de manual.
En América Latina y, por ende, en la Argentina, los miembros del gabinete son fusibles que dependen exclusivamente del presidente y no pueden, desde sus despachos, diagramar maniobras desestabilizadoras con el fin de llegar más alto. Son irrelevantes en gran medida y el movimiento diario de los avatares políticos los conduce casi siempre a un lugar de riesgo, más que a un estadio desde el que puedan construir el poder suficiente como para variar el destino del país y de los mecanismos previstos por la Constitución.
Según cuenta Scartascini para su informe que publica el BID, los cargos de ministros en América Latina duran en promedio no más de 20 meses y no surgen, desde los congresos o parlamentos, figuras tan fulgurantes y trascendentes con cierta expectativa de alcanzar la primera magistratura de sus respectivos países.
En los Estados Unidos, sin embargo, el Congreso sirve de tribuna y vidriera para quien tenga la capacidad de hacerse notar y hacer carrera de por vida si lo quisiera. Ejemplos como el del propio Obama, Joe Biden, Ted Kennedy y Strom Thurmond, cuenta Scartascini son válidos para mostrar la diferencia entre la influencia del Congreso norteamericano y las bancadas latinoamericanas.
Tanto en la realidad como en la ficción, las posiciones de jerarquía y liderazgo en el Poder Legislativo son cruciales para ejercer el poder y tener influencia en los Estados Unidos, afirma el economista.
Con lo que, al menos en esto, aquel que disfrute de House of Cards podrá estar seguro, o casi, que pese a tanta decrepitud que afecta a nuestra política, hechos, suceso y las cuestiones que se dan en la serie no podrían darse en la Argentina, lo que no es poco.