por Marcelo Torrez

Entre los próceres de ayer y los “próceres” de hoy

 La vendimia nos ha dejado una vez más una Mendoza partida. Divida por las distintas miradas políticas y alejada de los caminos que la deben conducir para hallar las respuestas a los problemas más bravos que viene acarreando desde hace tiempo.

Una dirigencia política sólo concentrada en lo suyo y obsesionada por aumentar las distancias que la separa de la búsqueda de acuerdos, de consensos que permitan al menos una discusión de fondo para salir del momento. Un momento que está marcado por la difíciles situaciones económicas que dominan a la industria vitivinícola en particular y a aquellas cuestiones de todos los días que tienen a maltraer a los mendocinos, y que se nos aparecen como antidiluvianas, de siempre, como la inseguridad, los desajustes en el sistema educativo que no ha conseguido su ley provincial, o el parate que evidencian otros sectores de la economía formal que si bien deberían recibir respuestas a nivel nacional lo que se puede hacer desde la provincia por lo menos no se ha visibilizado si es que en verdad hayan aparecido algunas de esas acciones para frenar las dificultades.

Sin dramatizar, hay que decir que Mendoza vivió este fin de semana dos realidades políticas y dos formas de ver, analizar y decodificar las señales de una sociedad que reclama trabajo y concentración para recibir alivio. Porque resulta agobiante observar cómo gobierno y oposición, porque ya están inmersos en un proceso electoral para ver quién se queda con los municipios y la provincia, se concentran en destruirse brindando un espectáculo ordinario y dantesco a la vez.

Sin vuelo en sus argumentaciones y mucho menos en el análisis de los cómo mejorar la vida de todos, cada uno de los principales dirigentes, aquellos con más responsabilidad si se quiere para encauzar el diálogo político sobre diagnósticos archiconocidos que de tanto reiterarlos provocan agotamiento social, tanto el gobierno como la oposición desfilan en el escenario como vedettes venidas a menos aferradas a una última chance para salir a la superficie y encontrar su propia salvación. Patético.

Oportunidades perdidas para admitir los problemas y ponerse a trabajar para derrotarlos, como ocurrió el sábado en el desayuno de la Coviar antes del carrusel vendimial sumado al montaje de diferentes escenarios en donde actores y referentes económicos le hablaron a la nada misma, sin que la máxima figura institucional pudiera escucharlos; o funcionarios del oficialismo mirándose al ombligo y reiterándose a sí mismos lo supuestamente buenas que son las políticas que han implementado y lo supuestamente equivocados y aislados que se encuentran sus opositores con quienes se enfrentarán en los procesos eleccionarios que se avecinan.

Desplantes, chicanas, críticas destempladas, denuncias afiebradas y resentidas dominan el momento actual de la política mendocina. La brecha, grieta o como se la quiera llamar se amplía al ritmo de esa danza bochornosa a la que nos conducen los líderes que no hacen otra cosa que apelar a quienes los precedieron en otras épocas, tan lejanas como la capacidad, inteligencia, actitudes y aptitudes entre aquellos próceres de ayer y nuestros “próceres” de hoy.

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