Del “El que apuesta al dólar pierde” de Lorenzo Sigaut, pasando por "el que deposito dólares recibirá dólares" de Eduardo Duhalde al “Si creés que está barato, agarrá los pesos y comprá dólares, campeón” del ministro Luis Caputo, el mercado cambiario y el comportamiento argentino parecen dispuestos a demostrar, una vez más, que la historia de la restricción de divisas en la Argentina siempre se repite.
La frase desafiante del ministro de Javier Milei, pronunciada la semana pasada cuando renacía la tensión cambiaria en la economía argentina, resume con crudeza el microclima que reina en el frente financiero. El dólar, que cerró este lunes a $1.280 (20 más que el viernes), está en el centro de la escena justo cuando, por estacionalidad, debería estar más calmo. La pregunta que sobrevuela en despachos, mesas de dinero y círculos políticos es clara: ¿puede sostenerse el modelo de dólar planchado para controlar la inflación hasta las elecciones de octubre?
La arquitectura financiera del oficialismo está montada sobre un mecanismo que economistas describen como una secuencia de puentes de corto plazo. El gobierno, apretado por la falta de dólares y los requerimientos del FMI de fortalecer las reservas, construye soluciones transitorias con financiamiento externo (toma de deuda), blanqueos, privatizaciones, y mecanismos de incentivo a la inversión extranjera futura, como el RIGI.
Desde la devaluación de diciembre de 2023, que permitió ganar aire para el primer semestre, el cronograma incorporó nuevas fuentes de fondeo en momentos clave. Durante el segundo semestre de 2024, el ingreso del blanqueo de capitales; en 2025, se apuesta a los repos con bancos internacionales, desembolsos del FMI y organismos multilaterales, y la colocación de instrumentos como los BONTE, el llamado desesperado a que los ciudadanos usen los dólares del colchón y la privatización de empresas públicas.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, el Ejecutivo acaba de solicitar un waiver al Fondo Monetario para acceder a 2.000 millones adicionales.
El objetivo de fondo que pretende el Ejecutivo es empalmar, hacia fines del mandato, con una etapa de Inversión Extranjera Directa sostenida en sectores estratégicos como la energía y la minería, amparada en los incentivos que brinda el RIGI, que tampoco despega.
Expectativas, tipo de cambio y carry trade
La segunda pata del modelo es la administración de expectativas. El gobierno insiste en que el tipo de cambio bajará y que, por lo tanto, es conveniente mantenerse en pesos. El instrumento para esa persuasión es el carry trade, alimentado por la apreciación cambiaria y tasas bastante más altas que las previsiones de inflación del Gobierno.
En ese marco, Caputo desplegó diversas herramientas: suba de tasas en el margen, acceso más laxo al mercado de cambios para no residentes, intervención en los futuros, anuncios de regreso de retenciones luego de junio, y hasta una apelación simbólica al “dólar colchón” para anclar expectativas.
Pero esa narrativa se puso en duda en los últimos días. El propio JP Morgan emitió un informe recomendando “tomarse un respiro” de los instrumentos en pesos a tasa fija, luego de que los rendimientos en dólares del carry pasaran de un 15,4% en abril a apenas 0,8% en junio.
Una demanda sostenida en medio de liquidaciones récord
En los últimos días de junio, y como consecuencia del fin de la reducción de retenciones, las Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior (DJVE) se dispararon hasta alcanzar los 4.500 millones de dólares, con un tercio liquidado en apenas una semana. Sin embargo, a pesar de esa fuerte oferta, el dólar mantuvo su tendencia alcista y nada parece calmarlo.
¿Por qué? Las razones son múltiples. Por un lado, el pago del aguinaldo y la baja de tasas de caución generaron un fuerte excedente de pesos en circulación, sumado a la intervención del BCRA, que compró para dar señales al FMI.
El dilema es evidente: si el BCRA compra, sube el tipo de cambio y se debilita el carry; si no compra, se pierde la oportunidad de acumular reservas. Hasta ahora, la estrategia fue dejar flotar dentro de la banda, pero las urgencias fiscales podrían cambiar esa lógica.
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A pesar de la liquidación del campo los dólares no alcanzan a cubrir las necesidades del Gobierno
Los flancos débiles del esquema
Más allá del presente inmediato, el mercado identifica fragilidades estructurales. La principal: no se ha levantado realmente el cepo, y los pesos siguen contenidos. Lo señaló incluso Domingo Cavallo, quien sostuvo esta semana que “no puede sostenerse que se haya completado la liberalización cambiaria” y alertó sobre la persistente sobrevaluación del peso.
Además, si bien la base monetaria está respaldada al 140%, el verdadero riesgo está en los agregados más amplios: los depósitos a plazo fijo del sector privado suman más de 41 billones, una masa de dinero que, en un giro de expectativas, podría presionar fuertemente sobre el dólar.
En paralelo, el Riesgo País se mantiene cerca de los 700 puntos, lo que dificulta el refinanciamiento de deuda. Frente a eso, el gobierno promete privatizaciones, venta de activos y concesiones como mecanismo para enfrentar los vencimientos. Mientras, suma ruido el pago que Argentina debe realizar el Día de la Independencia, que presiona sobre reservas escuálidas.
El cálculo crudo: ¿hay dólares hasta octubre?
La incógnita es si los ingresos alcanzarán para cubrir los compromisos hasta las elecciones. Un análisis simple del Balance Cambiario muestra que entre agosto y octubre se necesitarán unos 12.000 millones de dólares.
Los rubros principales del análisis son:
Exportaciones: se espera un promedio mensual de 5.700 millones, impulsado por energía.
Importaciones: estimadas en 5.760 millones mensuales, con suba en bienes de consumo.
Turismo: se proyecta una demanda de 900 millones mensuales.
Intereses de deuda: con vencimientos por 1.070, 565 y 350 millones, entre agosto y octubre.
Salida por formación de activos externos: unos 2.000 millones mensuales.
La diferencia solo puede saldarse con nuevo endeudamiento, algo que el equipo económico ya busca garantizar con el FMI, organismos multilaterales y colocaciones de bonos.
Un dólar que sube cuando debería bajar
Lo llamativo es que, aun con fuerte liquidación del agro, el dólar subió 700 pesos entre la última semana de junio y el arranque de julio. Según un informe de Adcap Grupo Financiero, esto podría explicarse por cuatro razones:
Inyección de pesos por aguinaldo y gasto fiscal, que supera la oferta de divisas.
Turismo emisivo, con una demanda anticipada de dólares.
Agroexportadores recomprando divisas para protegerse de una eventual suba futura.
Compras del Tesoro, aprovechando la abundancia estacional.
Todas estas hipótesis sugieren que el modelo, más allá del relato oficial y las bravuconadas de Caputo, se enfrenta a tensiones sobre el dólar difíciles de disimular y, como se está comprobando una vez más, los mercados nunca responden al relato.