Crédito y deudas: 91% de los hogares argentinos vive endeudado
Informe del IETSE revela el creciente uso de crédito para comprar alimentos y refinanciaciones de las deudas como paliativo ante la caída del poder adquisitivo.
En pleno desplome del poder adquisitivo, los argentinos han convertido el endeudamiento en un recurso casi cotidiano para sostener su consumo, como ya informó Sitio Andino. Un reciente informe del IETSE (Instituto de Estadísticas y Tendencias Económicas y Sociales) advierte que el 91% de los hogares afronta algún tipo de pasivo financiero, y que la mayoría arrastra varios compromisos simultáneos, muchos de ellos en estados de mora y ya judicializados.
Mientras el salario medido en dólares alcanza niveles cercanos a los máximos de los últimos 20 años, el poder adquisitivo orientado al consumo interno, en especial el relacionado con la canasta básica y los umbrales de pobreza, aún se mantiene entre un 10% y un 15% por debajo del promedio de las últimas dos décadas
Esta divergencia surge porque el actual esquema económico utiliza el tipo de cambio como herramienta de estabilización, lo que provoca una desconexión entre el salario en dólares y el salario real. Es este último el que incide directamente en la calidad de vida de la población.
La estrategia de atrasar el tipo de cambio genera efectos particulares: si bien los ingresos reales siguen lejos de los registrados en 2015 o 2017, el ingreso expresado en dólares ha escalado a niveles históricamente altos. Esto, sin embargo, no se traduce en una mejora equivalente en las condiciones de vida, y al mismo tiempo genera presiones sobre el equilibrio externo por el encarecimiento relativo de la economía en dólares.
Endeudamiento casi universal
Según el estudio, sólo el 9% de las familias está libre de obligaciones de pago. Aunque es un punto por debajo del récord del 93% registrado en 2024, el nivel de endeudamiento sigue siendo “extremadamente elevado” y evidencia la fragilidad estructural del tejido social argentino, explicaron desde la entidad. Mientras que el 73% de las deudas se contrajo durante el año 2024, un 12% corresponde al primer cuatrimestre de 2025 y el resto a compromisos más antiguos, de 2023 o anteriores.
Las modalidades más frecuentes de financiamiento son las tarjetas de crédito (casi un tercio del total), seguidas por servicios privados (10,5 %), fiado en comercios (8,8 %), impuestos y expensas (8,5 %), préstamos familiares (8,4 %), alquileres (8,0 %), bancos (7,2 %) y servicios públicos (5,7 %).
Entre las deudas bancarias, un 34% son refinanciaciones de saldos de tarjetas impagas, configuración que el informe define como un “endeudamiento circular” producto de ingresos insuficientes.
Plástico para adquirir alimentos
Dentro del uso de tarjetas de crédito, más de la mitad de las transacciones se destinó a la compra de alimentos y bebidas en supermercados y almacenes. “El uso de plástico para adquirir alimentos continúa siendo predominante y va en aumento. Esto es un síntoma concluyente del empobrecimiento de muchos hogares”, señaló Germán Romero, director general del Centro de Almaceneros.
Este fenómeno se enmarca en un contexto de inflación que pulverizó los salarios de un día para otro tras la fuerte devaluación dispuesta por el gobierno actual. Muchas familias no tuvieron más opción que recurrir al crédito para cubrir necesidades básicas, aun sabiendo que aumentarían su carga financiera en el futuro.
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La compra de alimentos mediante deuda con tarjeta de crédito ya llega a casi el 60% del total del endeudamiento de los hogares
La tormenta perfecta
El alto endeudamiento ya no solo es una cuestión de cifras. El informe revela que el 48% de las deudas está en mora simple (más de 60 días de retraso), mientras que el 28% ingresó en alguna instancia judicial por falta de pago, un avance de seis puntos respecto a 2024. Apenas el 24% de los deudores mantienen sus obligaciones al día.
La presión judicial se siente en embargos: el 15% de los hogares reporta retenciones sobre sueldos, bienes o cuentas bancarias. Romero subraya el carácter “crítico” de esta situación, que erosiona el presupuesto familiar y profundiza la incertidumbre. Según el informe, un 56% de las familias dedica entre el 40% y el 60% de sus ingresos corrientes al pago de deudas, dejando cada vez menos margen a otros gastos esenciales.
Desgaste emocional
Ante este panorama, una de cada cuatro familias endeudadas (24%) considera “muy difícil” saldar el total de sus pasivos. Un 52% confía en regularizar sus cuentas antes de fin de año y un 18% proyecta hacerlo en 2026. “La percepción de recuperación se ha estancado. El aumento de la proporción de quienes ven su situación como casi insoluble refleja un alto desgaste emocional y la falta de expectativas positivas”, advirtió Romero.
La realidad del endeudamiento se vincula estrechamente con la política cambiaria: mientras el salario en dólares (por el tipo de cambio oficial atrasado) se acerca a máximos de dos décadas, el salario real —el que impacta en la canasta básica —permanece entre un 10% y un 15% por debajo de niveles de 2015 o 2017, según destaca un análisis de C-P Consultora.
Federico Pastrana, director de la consultora, explica a medios de Buenos Aires, que el uso del tipo de cambio como ancla crea “una aparente desinflación” a costa de una “distribución regresiva de los ingresos”. Si bien la apreciación cambiaria beneficia la importación y el turismo, agrava la pérdida de poder de compra interna y alimenta conflictos sociales, como los recientes paros de transporte y la tensión con la UOM.
Un círculo vicioso
El estudio de C-P Consultora concluye que el esquema vigente de anclas cambiaria y salarial —pragmático pero regresivo —no solo apunta a contener la inflación, sino que cristaliza un modelo de endeudamiento masivo y de reparto desigual del ingreso. En este círculo vicioso, el crédito emerge como tabla de salvación necesaria, al mismo tiempo que se convierte en un factor de fragilización: las familias quedan atrapadas en el lazo de la deuda, con escasas alternativas de escape y crecientes demandas judiciales que comprometen su viabilidad económica y emocional.