La reforma de la Constitución provincial y la despedida con la que sueña Cornejo
La campaña electoral y el último año en la Gobernación podrían ser aprovechados por el gobernador para ir detrás de ese objetivo que no pudo cumplir en la primera etapa de gestión. Una forma de buscar evitar el síndrome del pato rengo. El futuro de muchos funcionarios y militantes son las comidillas que alimentan el debate interno en el radicalismo.
Prensa Gobierno de Mendoza
¿Se imagina en el 2023 volver por la Gobernación?, le preguntamos al gobernador Alfredo Cornejo en junio del año pasado, en medio de una entrevista de más de una hora en su despacho de Casa de Gobierno en la que buscábamos repasar los aciertos y errores en los casi tres años que cumpliría al frente de la Gobernación. "No lo descarto, pero este país de cimbronazos no permite hacer este tipo de especulaciones. Si fuera normal y estable yo me lo imaginaría ¿por qué no? También me imagino una provincia con una Constitución reformada que permita un período de reelección", fue su respuesta. Y tras ella, la consulta de cajón: ¿Intentará, entonces, modificar la Constitución antes de irse? -Es muy probable, para debatirlo en la campaña. Sería lo óptimo- cerró.
Cornejo siempre supo que, ya en la Gobernación y cuando llegara el momento de lanzar al ruedo al candidato a sucederlo, se jugaría también una chance fuerte para tratar de evitar ese destino inexorable que han tenido sus antecesores sin excepción, y del que no lograron escapar, signado por la paulatina pérdida de influencia, y de poder en concreto, en casi todas las incidencias de fuste y relevantes de la política provincial. Se trata del síndrome del pato rengo, una expresión surgida en la política estadounidense para referirse a esa situación particular, a ese momento al que se expone quien gobierna cuando se aproxima la fecha en la que debe dejar el cargo y muy especialmente cuando ya se ha elegido a su sucesor.
Desde ese último súper martes de la semana, en el que Cornejo anunció lo que venía de decidir en la noche del lunes junto a Julio Cobos y a Rodolfo Suárez, el elegido finalmente para defender el estandarte del gobierno en las próximas elecciones, la especulación política pasa por el destino del propio Cornejo de ahora en más. Hay quienes ya le auguran una suerte de jubilación anticipada, mientras que otros lo alientan a darle aire a aquello que declaró en el reportaje de junio del 2018.
La campaña del 2019 podría girar, entonces, sobre una última y explosiva iniciativa legislativa del propio Cornejo marcando la despedida del Poder Ejecutivo. Lanzar una discusión a fondo, amplia, con todos los sectores académicos adentro, con la inclusión además de los principales juristas de la provincia y del país en torno a la reforma de la Constitución de la última provincia de las importantes que resta por revisar, marcaría un hito y un giro de 180 grados sobre los asuntos siempre intrascendentes e inútiles que se han venido discutiendo en las campañas preelectorales, cargadas de chicanas, de temas vagos, de ingredientes de poco vuelo.
Con todos los partidos políticos adentro, los mendocinos podríamos embarcarnos en una cruzada central por volver a colocar a la provincia -al menos desde lo institucional-, a la vanguardia en esas cuestiones trascendentes que está discutiendo el mundo y que en el debate ordinario del día a día se suelen mencionar; pero así también como se mencionan nacen condenadas a desaparecer de inmediato producto de la falta de interés, de decisión política, de compromiso y, por sobre todo, de la ausencia pavorosa en la política local de formación, capacitación y de idóneos entre sus líderes.
La elección de Suárez, el intendente de Capital, como el candidato oficial del gobierno ha abierto, desde ya, un debate no tan subterráneo que está estremeciendo el interior del radicalismo. Esa movilización hacia lo más profundo del partido es tan dominante que se lleva todas las miradas de los radicales y de la militancia, incluso superando la disputa en Cambia Mendoza por la firme decisión, al menos por ahora, del macrista Omar de Marchi de darle pelea a Suárez en las PASO del 9 de junio por la candidatura definitiva del frente. En verdad, el enfrentamiento con el intendente de Luján ha revolucionado también la sangre internista de los radicales que festejan -quizás de manera sobredimensionada y con evidente exageración, hay que decirlo-, el tener un adversario con quien sacarse las ganas de poner en marcha la estructura partidaria que será, en definitiva, la que determinará en gran medida el potencial triunfo electoral con el sueñan frente al peronismo en setiembre.
Pero a pesar de todo eso, hoy nada resulta más importante y trascendente para la militancia radical, que el reacomodamiento que se avecina con Suárez encaramado en la Gobernación y el futuro del cornejismo que llegó y ocupó la Gobernación desde el 2015 a esta parte.
Se sabe que Cornejo, para inclinarse por el intendente capitalino como su candidato a sucederlo, tuvo en cuenta las encuestas. De acuerdo con lo que fue trascendiendo desde el martes hasta ahora, es que el informe que tuvo en sus manos Cornejo el último fin de semana fue determinante: Suárez venía superando por ocho puntos a Martín Kerchner, su preferido para la candidatura. Pero el intendente, en definitiva, con más volumen político, un poco más de conocimiento, es portador de un perfil más integrador que le terminó despejando todas las dudas: hacia adentro porque los intendentes del oficialismo mostraron su acuerdo inmediato, incluso el del influyente e imprevisible Cobos; y hacia afuera por ser, Suárez, un jugador del agrado de los sectores medios.
La Capital, histórico bastión radical, puede que haya sido y lo sea desde ya, centro de la negociación política que está en juego en este ajedrez que se ha desplegado tras la bendición del intendente como candidato. Y donde el cornejismo, que hoy se pregunta y especula por el futuro de su jefe indiscutido, pueda llegar a aventurarse persiguiendo un refugio tranquilizador.