El año que Mendoza dejó morir las fincas para ser "productora" de servicios
Mendoza supo ser una de las provincias "verdes" más fuertes de la Argentina. Sin compararse con las provincias cerealeras, lo cierto es que la fruta mendocina gozó desde el inicio de los tiempos del calificativo de ser una de las más ricas del país. Las altas temperaturas del verano, sumadas al estrés hídrico y al componente mineral de tierra y agua, dan una dulzura a uvas, duraznos, peras y ciruelas que las distingue de las obtenidas en el Valle de Río Negro o en el vecino Chile.
Esto posicionó a Mendoza durante unos años como productora de fruta de excelente calidad y sanidad, y sin embargo todo eso está cambiando. Según el último diagnóstico dado a conocer por la Red de Instituciones para la Competitividad Sostenible -Reicos-, la matriz productiva de Mendoza ha ido dejando de lado los surcos de la tierra productiva y virando al sector de servicios. Tanto, que mientras la producción primaria y la agroindustria pierde peso específico, los servicios (turísticos, financieros, transporte, salud, con alto componente estatal) han crecido hasta ocupar el 66% del producto bruto geográfico.
En otras palabras, fincas y chacras se están abandonando en vastas zonas del este y sur provincial a la espera de una rentabilidad que no llega. Mendoza pasó de ser productora de frutas y verduras, a ser productora de servicios. En una provincia donde hasta el turismo tiene su base real en el recurso natural y productivo, esto es más que alarmante.
Treinta años atrás, viñedos y montes frutales se extendían a la vera de los caminos productivos a lo largo y ancho de los oasis mendocinos, a lo largo del tiempo esa postal ha cambiado dolorosamente. Ahora sabemos, gracias a distintos diagnósticos, que mientras que la producción ha ganado en calidad y cantidad en zonas como en el Valle de Uco, al mismo tiempo ha ido desapareciendo en otras.
Tupungato, Tunuyán y San Carlos crecieron en viñedos y plantaciones frutales con alta tecnología, convirtiendo al Valle de Uco en la primera zona frutícola. En el mismo lapso, el Este y Sur mendocinos fueron perdiendo producción, rentabilidad y, sobre todo, productores. Las ganas de la gente de continuar peleando un mercado cada vez más efímero, sea por políticas económicas erróneas, nulas o por la escasa rentabilidad de la tierra destinada a producción, marcó una curva descendente que iguala a la de la competitividad de los productos.
Según el estudio de la red Reicos (Uncuyo, IDR, INV, Promendoza, Universidad Maza, entre otros) desde el 2008 la crisis internacional frenó el crecimiento económico de Mendoza. Del 2011 a esta parte, la economía mendocina ha ido decreciendo hasta caer un 3,7% en el último año.
El sector agropecuario, que en 2003 significaba casi un 23% del PBG de Mendoza, en el 2014 cayó al 14,5%. También la industria se desdibujó, de 25% al 18,9% en ese mismo período. En cambio, el sector de los servicios -la nueva "producción" de Mendoza- creció hasta abarcar el 67% del PBG con fuerte incidencia del sector público y sueldos pagados por el Estado Provincial.
"La pérdida de competitividad ha impactado en el nivel general de actividad, ha concentrado la matriz productiva y las exportaciones, ha disminuído asimétricamente la renta de los actores económicos y ha impactado en el territorio", indica el triste diagnóstico al que han llegado las instituciones más prestigiosas de la Provincia.
Si profundizamos la mirada, casi como lo hacen los agricultores mendocinos, encontramos datos que ayudan a ver lo ocurrido.
El sur mendocino, que llevaba la bandera de primera zona frutícola por sus vastas fincas de uvas, duraznos, ciruelas, peras y damascos, cayó frente al Valle de Uco que fue convirtiéndose en el primer productor provincial.
Baste saber que durante el 2015 el Valle de uco llegó a las 260.000 toneladas de frutas, mientras que el sur -otrora modelo frutícola provincial- cayó hasta cosechar sólo 180 mil toneladas.
En el caso de las hortalizas, se repite el problema. En todas las regiones, la superficie implantada ha tenido tendencia decreciente.
"El sector agropecuario ganó participación, aunque no marcadamente, hasta el año 2010 para luego revertir la tendencia, convirtiéndose en el gran perdedor del período", indica el informe de Reicos sobre Mendoza.
Sólo quedará el vino
En el 2003, el 60% de las exportaciones de Manufacturas de Origen Agropecuario fue aportado por el sector vitivinícola. En el 2015 esa porción llegó al 79%.
Va de nuevo: el 80% de las exportaciones de origen agropecuario del 2015 fueron vitivinícolas. La matriz exportadora tendió a concentrarse en vinos y en el ajo.
La vitivinicultura, evidentemente, sigue siendo la industria madre mendocina. En estos 12 años, Mendoza aumentó sus exportaciones de vinos y afines un 39% en volumen y 390% en valor.
Pero (siempre hay un pero) si bien la Zona Este es la que concentra la mayor superficie de paños vitivinícolas de la provincia con el 42,5% de las hectáreas totales, el mayor poder exportador lo tiene el Valle de Uco, que creció en superficie un 82% desde el 2003.
Y visto desde otro punto, mientras que el oasis Centro-Norte creció con un 17% de superficie implantada de frutales entre el 2003 y 2015, el Oasis Sur se redujo la cantidad de hectáreas en exactamente el mismo porcentaje: 17%.
La conclusión más dolorosa
A modo de resumen, Reicos estableció ciertas conclusiones como que el nivel de actividad económica provincial ha ido decreciendo desde el 2011 a la fecha.
La superficie cultivada con hortalizas también ha ido en disminución.
La curva ascendente en las exportaciones mendocinas llegó hasta el 2012, año desde el cual comenzó a descender abruptamente. Las Manufacturas de Origen Industrial y los Productos Primarios, fueron los grandes perdedores.
La caída del tipo de cambio real complicó la competitividad de la economía argentina, afectando fuertemente los productos exportables como el ajo, las ciruelas, duraznos y peras.
La devaluación de diciembre logró mejorar indicadores de competitividad, pero con el correr de los meses ese efecto ha ido desapareciendo.
Los precios nominales al productor, medidos en valores constantes, presentan estancamiento. En general se han movido por debajo de la inflación, a los largo de los 12 años de diagnóstico, demostrando que los productores han perdido poder adquisitivo en vez de ganar.
Los niveles de rentabilidad oscilaron cada año. En el caso de las frutas ha ido disminuyendo con una baja marcada en la temporada 13/14.
En ciruela para industria: en el 2011 se pagó $0,89 el kg al productor, cuando el costo de producción era de $0,82. En el 2015 el costo del kilo de ciruela estuvo en $2,18 y se pagó tan solo $2.50.
Durazno industria: En 2011 se pagó $1,75 al productor, y el año pasado $4. El costo fue de $1,48 y $3,06, respectivamente.
La rentabilidad de la fruta es casi nula. Esto ha llevado a que muchas de las fincas mendocinas, que siguen figurando como productivas porque reciben riego o hasta hace dos años lo estaban, en realidad en la última temporada no fueron cosechadas, sobre todo por los bajos precios que se pagó en bodegas (en el caso de la uva).
El daño y el malestar está a la vista. Mendoza no empieza ni termina en un paso fronterizo o en inversiones en nuevos barrios que intentan contener la marea de gente que ha ido dejando los departamentos y parajes para buscar un lugar en el cinturón urbano. Mendoza nace con cada nueva cosecha por lo que siempre hay tiempo de revisar lo hecho, de programar desarrollo y de pensar estrategias que permitan al agro crecer.
Cuando crece el campo también crece la industria, se moviliza la economía y el comercio; y se fortalecen los núcleos urbanos y rurales. Hay una provincia que pide asfalto y otra que necesita trabajar la tierra. El desafío tiene que ser dar posibilidades a ambas por igual.