El cambio que interpela y exige a todos, incluso a los que hoy se benefician con él
Los partidos políticos tradicionales no sólo están en crisis. La sociedad les pide una transformación tan profunda que vaya a tono con las nuevas exigencias: profesionalismo, certezas, alta formación y capacidad para sacar al país de la modorra. El concepto de justicia social que ya no es el mismo, según Marcos Aguinis. Y la pregunta de todos: ¿Es viable el país con el peronismo fuera del poder?
Foto: Yemel Fil
Los nuevos tiempos que corren en el país han comenzado a desatar varias discusiones que empiezan a ser motivo de análisis en los círculos informados de la sociedad y en varios grupos de intelectuales. Hay una pregunta que sobresale en medio de tantas otras: ¿Es viable una Argentina sin el peronismo en el poder?
Para responderla muchos prefieren esperar los efectos y consecuencias que irá dejando tras su paso el gobierno de Cambiemos encabezado por el presidente Mauricio Macri. Y así, sostienen que parte del interrogante comenzará a develarse cuando la administración plebiscite su gestión en las elecciones de medio término del 2017. Pero otros, que miran más adelante y con la vista un poco más elevada que los primeros, claramente arriesgan, sin tapujos y con firmeza, que el giro dado por la mayoría de la sociedad a fines del 2015 modificó de tal manera y de tal forma el escenario político argentino que lo primero que afectó fue la concepción del típico partido tradicional en nuestro país que ya no será el mismo por la propia decisión de la ciudadanía.
Así las cosas, no sólo el peronismo, también el radicalismo, no son ni serán los mismos a partir del cambio de mando institucional que operó en el 2015 con la llegada al poder de un presidente que no tiene su origen en cualquiera de estas dos raíces y plataformas políticas que han gobernado al país por casi todo el último siglo.
Para el intelectual Marcos Aguinis, entrevistado ayer en Radio Andina y Sitio Andino, la sociedad argentina ha puesto al sistema de partidos tradicionales en una encrucijada. Lo que no sólo sucede en la Argentina, sino también en otras partes del mundo. Allí están los ejemplos de España, por caso, donde el pueblo escruta a las viejas estructuras al punto tal de que ha conducido al país a la dificultad extrema de no poder conformar gobierno; o en el caso de los Estados Unidos en donde el malestar y la disconformidad generalizada le permite a un representante del populismo más rancio avanzar hacia las elecciones de noviembre con alguna chance de alcanzar el poder. Aguinis también pone como ejemplo a Chile y la caída de imagen de la presidenta Michelle Bachelet producto de una sociedad que está reclamando reformas en los sistemas de salud y educación, por caso, impensados varios años atrás.
Como el peronismo ha sido siempre más emocional que racional, según Aguinis, cuando la gente decidió un cambio producto de lo que llama un hartazgo de "contaminación moral" que se apoderó del país en el último decenio, conduce a este movimiento a rever no sólo su estrategia para intentar recuperar el poder en algún momento, sino toda su estructura basada en el poder de viejos caudillos, como los denominados barones del conurbano que se han ido sucediendo en los territorios por décadas.
La crisis que envuelve al peronismo, mas visible en distritos como el de nuestra provincia, también tiene que ver con que ha cambiado el concepto de la justicia social, de acuerdo con Aguinis. Lo que ha puesto, dice, también en revisión a lo que se conoce como la Doctrina Social de la Iglesia, el concepto que acompañó al movimiento durante varias décadas y con el que el peronismo logró convertirse en una máquina electoral.
Aguinis decodifica los nuevos tiempos desde una profunda crítica a los métodos del propio peronismo para explicar el por qué de su derrota a fines del año pasado. El intelectual cordobés, autor de "La novela de mi vida", afirma que los nuevos tiempos han cambiado el concepto de justicia social: "Ya no se hace justicia social repartiendo", sino que la sociedad está reclamando una visión mucho más sofisticada y profesional donde el reparto se hace, en todo caso, produciendo, desarrollando al país y con principios de alta eficiencia.
El nuevo escenario, mientras se va desentrañando, ha obligado al político de hoy que es el mismo que teníamos ayer, a buscar y concentrarse en un nuevo rol. Aquel que le entregue a la misma ciudadanía la certeza de que cumplirá un papel más que útil y creativo en función de sus necesidades. La inseguridad, por caso, el gran tema de hoy, ha puesto a los gobiernos en un lugar en el que el verso no tiene lugar. Se exige eficiencia, control de la fuerza y una acción poderosa del parte del Estado para acorralar a la delincuencia y a las bandas generalizadas.
La vara, para la política, parece haberse elevado lo suficiente como para poner en serios aprietos a todos. Cambiemos, por ser algo nuevo que se engendró desde partidos políticos minoritarios, desde ya que avanza con ventaja. Ese movimiento supo leer la necesidad general del viraje que apareció sobre el fin del kirchnerismo. Pero no está para nada a salvo de lo que se está exigiendo con mucha claridad. Sus métodos, su forma de vincularse con la sociedad tiene que ser acompañada con resultados concretos en breve como para demostrar, como bien dice Aguinis, que se sale de la modorra para ser protagonista y, por ende, de la negación sistemática.