columna política

Cómo seguir encantando sin los encantos del comienzo

Los gobiernos de Macri y de Cornejo ya sienten con más fuerza las demandas de resultados que se demoran. La impaciencia social inquieta al presidente y sugiere, a quienes lo critican, que busquen un mago en Las Vegas. El gobernador se ha quedado con todo el poder y la agenda, lo que implica en sí mismo un peligro: el no tener a quien culpar cuando lleguen a pedirle por respuestas. Las estrategias de ambos mientras esperan -e imploran- que el país crezca en el 2017.

Promediaba su visita por China, a donde asistió para participar de la cumbre del G-20, cuando el presidente Mauricio Macri, reporteado por una radio porteña el último lunes, lanzó: "Pensar que íbamos a sincerar la economía y, a la vez, crecer inmediatamente, es un imposible". Tras cartón y para cerrar la frase, sugirió a los impacientes, a los que no nombró, ni tampoco calificó, buscar a un mago en Las Vegas, donde "está (David) Copperfield".

Con el paso de los días y a la luz de una suerte de recrudecimiento de la discusión política en el país por la parálisis económica, los dichos del presidente resumen el estado de ánimo del elenco que gobierna: de a poco le va ganando la impaciencia y un preocupante bajo nivel de tolerancia frente a un estado de ánimo social que lo presiona por resultados.

Mientras el gobierno nacional no logre mejorar los índices económicos ¬-salvo aquel que puede demostrar una sensible baja en los niveles de inflación merced, en gran medida al estancamiento y a la caída del consumo-, a Macri, y a la coalición que lo acompaña en el poder, no le queda otra alternativa que seguir levantando la figura de quien fuera la cara de la devastación del Estado en el último decenio. Como están las cosas, Cristina Fernández y quienes fueron sus colaboradores involucrados en el mayor saqueo que haya sufrido el país a lo largo de su historia pueden llegar a ser el único sostén y salvavidas al que puede apelar Cambiemos para las elecciones de medio término del 2017. Porque los resultados de la gestión prometida están demorados, o bien, porque las políticas que se vienen implementando no han alcanzado, aún, para convencer al mundo entero de que Argentina "será -como dijo el presidente en China-, el país que más crecerá a partir del próximo año".

Se transita un estado de situación en donde las palabras y los discursos comienzan a perder su efecto. Las evidencias del ánimo social están indicando que se comienza a reclamar por cosas concretas. Esos resultados que se demandan, para Macri, sólo pueden resolverse con un mago en el mientras tanto. Y su equipo divaga entre los que apuestan, todavía, al marketing político y los que reclaman acción, gestión y más política, mucho más política.

El hándicap con el que cuenta el gobierno tiene vida, todavía. Y a ese hilo de vida parece aferrarse ante la imposibilidad de demostrar con hechos y números que el sinceramiento de la economía ha dejado buenos frutos. Se trata del hecho de poder mostrarle a la ciudadanía las cercanas imágenes del desastre K, de los impactantes y sorprendentes niveles de corrupción de la administración pasada y de la tierra arrasada que dejó tras su paso: ¿Qué prefieren? ¿Los bolsos, las cuevas, las bóvedas, las licitaciones arregladas, los sobreprecios de las licitaciones, el enriquecimiento sin fundamento legal de muchos de quienes nos gobernaron, o esto que tenemos hoy? Confían en que el juego de los contrastes los beneficiará y que hay margen, aun, para confiar en eso.

En la provincia, el gobierno de Cornejo sabe que a medida en que se va quedado con todo, casi con la suma del poder público, por su inocultable capacidad para instalar en la conciencia de la mayoría de que llegó con el objetivo de recomponer lo que dejó el tsunami de Francisco Pérez, los tiempos, al igual que a Macri, se le van achicando. Porque si bien los niveles de aceptación social sobre su método y forma de gobernar, basados en el orden y el control de todo lo que esté a su alcance, son altos, como ocurre a nivel nacional, se lo empieza a mirar con atención frente a las demandas.

Este no es sólo un fenómeno de Mendoza y del país. Toda Latinoamérica parece estar sumida en el mismo clima. El último informe del Latinobarómetro social de la región que cada año publica la prestigiosa Corporación Latinobarómetro, indica que los pueblos se alejan de las discusiones ideológicas, de la tradicional confrontación entre izquierdas y derechas, para exigir oportunidades en igualdad de condiciones y un crecimiento que, en otras palabras -dice el informe publicado el último fin de semana-, garantice "refrigeradores, vacaciones, acceso a oportunidades, voz, sentirse parte de un todo que les pertenece. Mas bien -agrega- el descontento que se observa reside en que hoy la percepción de la ciudadanía es que no tienen voz, no tienen acceso, sus ingresos son precarios y bajos y no alcanzan para vacaciones".

Poco puede hacer Cornejo con tales demandas de la población, porque, agrega más adelante el trabajo: "Se trata mas bien de una profundización de las demandas de más democracia de los ciudadanos de la región. Es la corrupción, la violencia, la inclusión, el acceso, la desigualdad que no logran controlarse y superarse. Los motivos del declive o estancamiento de la democracia son claros, los ciudadanos ya no aceptan lo que era aceptable diez años atrás. Porque la violencia, la corrupción, la desigualdad han existido siempre, son las taras de la región. Sólo que ahora ya no son aceptables".

A quienes le reclaman, Macri les dice que vayan a buscar a Copperfield. Cornejo, en cambio, puede señalar a Macri, por ahora. Ese es su hándicap, por ahora. Porque también sabe, o más bien se dará cuenta, que así como ha logrado controlar la agenda pública en todo sentido -y desde ya que la política también con una oposición que no logra recomponerse-, al momento en que las demandas sociales sean más acuciantes e innegables, también se lo mirará con ojos escrutadores porque ya no tendrá más a quien culpar por el desgaste y la pérdida de valor que afectará a la permanente apelación de la maldita herencia recibida por el simple hecho de que se ha quedado con todo.

Mientras este escenario se va desplegando en el mundo de lo cotidiano, el gobierno de Cornejo intuye que tiene que seguir estimulando el apoyo a su gestión descubriendo los demonios de la sociedad mientras pueda y le sea funcional. Esos demonios los encuentra en el estado de las cuentas públicas y en los sindicatos estatales, cada vez más desprestigiados.

En breve, antes de que finalice el año o quizás mucho antes de que arranque el último trimestre de este complejo 2016, Cornejo ordenará desplegar otra fase de su ataque furibundo: buscará que el Estado se siga desprendiendo de empleados públicos. El objetivo es que a fin de año, de los 5 mil trabajadores en edad de jubilares, al menos pasen a retiro unos 3 mil. Son aquellos que tienen edad y aportes para ser incluidos en la jubilación. Quedan unos 2 mil más con edad suficiente pero sin aportes. A estos últimos les propondrá un retiro voluntario, quizás, haciendo jugar a favor de esa decisión el hecho de que cuando estas personas lleguen a los 70 años se tendrán que jubilar forzosamente cobrando casi menos de la mitad de lo que hoy perciben en actividad.

La idea es jubilar y, junto con eso, llamar a concursos públicos de ingreso al Estado progresivamente. Los primeros concursos puede que sean en enero del 2017 para cubrir 300 cargos en diversas dependencias del Estado.

Así como se prepara el presupuesto global de la provincia para el 2017 con la intención de darlo a conocer entre fines de este mes y el mes de octubre, Cornejo ordenó preparar un llamado a paritarias generales para el mes de noviembre. Se tiene la intención de discutir con los gremios la pauta del 2017 y que los nuevos aumentos rijan a partir de enero del 2017. Si tiene suerte, alejaría las demandas gremiales que se acostumbran para la época de la vendimia y, por sobre todo, el fantasma del no inicio de clases del ciclo lectivo, arma con la que siempre amenaza utilizar el SUTE en medio de la discusión salarial.

Pero hay más. A Cornejo puede que una gran parte de los docentes lo rechacen luego de la traumática batalla por el ítem aula. Pero en el gobierno están convencidos de que al enfrentar al gremio y a sus dirigentes, lograron tener el apoyo de buena parte de la ciudadanía no vinculada con el empleo público. Por eso, y en tren de continuar sacándole provecho a tal política, en breve anunciará una reforma de la composición de las Juntas Calificadoras de los docentes que hoy son controladas por el sindicato.

La modificación apunta a bajar el número de miembros, reduciendo las juntas a no más de siete integrantes de los cuales 3 serán empleados representantes de los docentes, otros tres por parte del gobierno y la presidencia en manos de la figura de una secretaria técnica que llega al cargo por concurso, pero que ante un eventual empate termina inclinándose por la posición oficial.

La premisa de los gobiernos es mantener alto ese estado de ánimo que le jugó a favor sobre fines del 2015 y los primeros meses del 2016. La economía no ayuda. Con lo que cada uno se tomará de lo que le ha venido garantizando una base de apoyo como para salvar la ropa hasta fin de año. El 2017 es otra historia, con elecciones de medio término incluidas. Cuando llegue ese momento se verá, pero hoy se sabe que ya nada remplazará a una necesaria recuperación y crecimiento del país real y genuino que no se ve, para seguir manteniendo apoyo popular mayoritario.

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