Sociedad vs delincuencia: Ojo por ojo, diente por diente
El caso del médico que mató a un ladrón en Buenos Aires es similar al del ex militar que defendió a su familia aquí, en Mendoza, hace unos días. Mientras Vidal y Bullrich defienden a la víctima, uno intenta ver la parte hundida del iceberg: la violencia creciente, la pérdida de valores, la economía en crisis son alertas que requieren políticas urgentes.
El agresor acuchilló a la víctima en la espalda, cara y manos.
Foto: Yemel Fil
Un delincuente apunta a una persona e, inesperadamente tal vez, esa persona -común y corriente, trabajador, médico como ha pasado en el caso Villar Cataldo- le apunta a su vez y dispara. Un hombre, que hasta ayer tenía su vida, su trabajo, su familia, pasa a sentirse (o a convertirse, juzgan algunos) en un asesino. La discusión hoy gira en torno a si ese médico actuó, o no, en legítima defensa... y no se reduce a un caso. Aquí mismo, en Mendoza, hace unos días un veterano de Malvinas abatió a un ladrón en su casa de Las Heras porque puso en peligro a su familia: el delincuente apuntó a la cabeza a la mujer y al hijo del ex militar, y fue lo último que hizo.
En este marco surgió un concepto, al menos preocupante, desde lo institucional. Tanto la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, como la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich que ante el debate salieron a defender al médico Villar Cataldo diciendo que "no hay que olvidar que él era la víctima".
"Mi reflexión más importante es que nuestra responsabilidad es hacer que nadie sienta que tiene que tener un arma en su casa para sentirse protegido. Si esto pasa, es porque durante mucho tiempo no se construyó un Estado que protegiera a las personas, lo que hizo que se sintieran indefensas", dijo Vidal.
Bullrich fue más allá: "No nos confundamos: no hay que perder de vista que la víctima fue el doctor porque fue atacado y robado". La ministra pidió no transformar a la víctima en victimario: "Para pasar de ser víctima a victimario hay un largo camino para recorrer", afirmó Bullrich.
Más allá del caso en sí, la postura de la Gobernadora de la provincia más populosa del país y de quien lleva adelante la política de Seguridad de toda la Nación, no dejan de ser llamativas.
Lo primero que viene a la mente a la "Ley del Talión" tan antigua como la historia de la humanidad, y que responde a la proporcionalidad de una pena. Aquel famoso "ojo por ojo, diente por diente", en otras palabras, haz lo que te hacen. Pega, igual que te pegan. Devuelve la afrenta, la ofensa, el crimen... tal como te afrentaron, te ofendieron o te maltrataron.
Una sociedad democrática, civilizada como es la nuestra, llega a este punto de discusión por cansancio o por temor. En este caso, los argentinos estamos aprendiendo una dura lección: si no hay quien te defienda, tendremos que defendernos por nuestros propios medios.
Por supuesto que esto no es lo que un Gobierno debería buscar. Su deber, primero y básico, es velar por los ciudadanos de su país o provincia. Por eso son graves los conceptos vertidos por Vidal y por Bullrich, no por defender a la víctima sino porque deberían estar diciendo en qué están errando y cómo van a luchar contra la delincuencia creciente.
Para el Gobierno -tanto nacional como los estados provinciales- se ha encendido una luz roja a la que deberían prestar atención. La lucha contra el delito debe ser prevenida y atacada desde las fuerzas de seguridad, no desde la ciudadanía.
Al Gobierno corresponde proteger a su pueblo. Al Gobierno corresponde poner "patas arriba" a toda una Nación que viene mal desde hace años y apoyar todo aquello que permita volver a retomar el camino de los valores: revisar el sistema de educación, la prevención y apoyar los programas de lucha contra la drogadicción o cualquier forma de violencia.
A todos nosotros, en tanto, nos compete trabajar en familia y en los grupos sociales en los que nos movemos en la defensa de los "buenos valores". Trabajar, ganarte el pan de cada día, respetar al otro, estudiar, ser buenas personas y proteger a la familia, son cosas que se aprenden desde chicos. Es toda una generación, la nuestra, la que está fallando en esto.
Nadie quiere que prospere el "Ojo por ojo". Qué tipo de país, qué tipo de mundo (teniendo en cuenta el crecimiento del terrorismo y la guerra que eso ha suscitado) es el que dejaríamos a nuestros hijos y nietos si esta mentalidad ganara terreno.
Ser una sociedad cada vez más justa requiere de trabajo, de compromiso en todos los niveles en los que nos movemos. Requiere de padres preocupados y ocupados en sus hijos; de profesores que inculquen valores; de gobernantes cuya prioridad sea mejorar la calidad de vida de los ciudadanos: cuando hay trabajo y oportunidades de crecimiento, se abren nuevos camino de desarrollo.
La violencia en que vivimos es sólo la punta de un iceberg mucho más peligroso. Bajo el agua aún está el aumento en la desocupación, la pérdida de puestos de trabajo, la inflación creciente por la que muchas familias no llegan a fin de mes. Una problemática que va carcomiendo las bases de la sociedad y que es una amenaza latente.