Como en otras novelas suyas -"Materia dispuesta" y "El disparo de Argón"- el escritor nacido en México en 1956, da en "Arrecife", editado por Anagrama, da acabadas muestras de un lenguaje tensionado entre logradas imágenes visuales y una serie de agudas reflexiones que relumbran en el entrelineado de los diálogos.
En sus páginas, una fachada de hoteles imponentes levantados sobre un mar de basura y la oferta del turismo de peligro extremo, configuran un paisaje de fin de mundo habitado por personajes que anidan en el árbol caído del desencanto.
Villoro asiente cuando se alude a los pasajes metafóricos que dan lustre a sus textos, señalando que "la prosa depende de un impulso poético"- y da inicio al diálogo con Télam ampliando esa idea: "Escribir es decir las cosas de `otra manera`, crear la ilusión de un lenguaje privado que sólo existe en ese entorno".
- T: ¿Es Arrecife la metáfora de un México cruzado por la
violencia extrema?
- V: Tras 6 años de "guerra contra el narcotráfico" los mexicanos vivimos rodeados de signos de violencia: 80 mil muertos, 30 mil desaparecidos. No quise reaccionar de manera directa a este problema, sino explorar los códigos de la violencia y la fascinación que ejerce.
En "Arrecife" un empresario entiende que el contexto le brinda una situación perfecta para que los peligros sean verosímiles. Conoce las pulsiones violentas de la gente y la atracción que suscita el miedo. Por eso concibe un hotel que garantiza una "paranoia recreativa".
- T: ¿Ubicás a la trama como una novela de intrigas?
- V: Es un thriller, en la medida en que hay un asesinato, una investigación y una solución. Me interesaba cumplir con esos requisitos, y también que el desenlace produjera una incertidumbre moral. Mientras más se conoce a la víctima y al culpable, menos seguro se está de dónde quedan las nociones del bien y el mal.
- T: En paralelo a la historia emerge una modernidad vacía.
- V: La acción se ubica en una ciudad imaginaria del Caribe mexicano, donde los hoteles sirven para lavar dinero. Las sociedades tienen una frontera donde el dinero ilícito se vuelve aparentemente lícito. De nada sirve vender droga o armas si ese dinero no puede ingresar en la circulación. La modernidad vacía sirve para brindar un escenario en el que lo ilegal adquiere apariencia de legalidad.