Análisis

Tolerancia cero, la peligrosa confusión de conceptos

Diputados se encamina a aprobar la llamada ley de tolerancia cero sin fundamentos y haciendo oídos sordos a los conocimientos científicos y técnicos.

Por Marcelo López Álvarez

El proyecto de la llamada Ley de Tolerancia Cero se encamina a su aprobación en la Cámara de Diputados de la Nación. Aunque falta su paso por el Senado y las determinaciones que tomen las provincias, vale la pena (en este punto) reforzar algunos conceptos.

La mirada de los estudiosos serios del tema deja -por lo general- en off side a los legisladores, en su mayoría, preferentes de la demagogia por sobre la fundamentación teórica y fáctica de los temas.

Quizás lo primero a remarcar sea su propia denominación “Tolerancia Cero”: los profesionales (en su mayoría) coinciden en que quienes impulsan esa idea ignoran conceptos básicos de la utilización de los instrumentos y si lo saben están haciendo demagogia política. A tal punto que fue muy común (incluso en el debate legislativo) escuchar frases o definiciones que confunden alcohol con alcoholemia.

El titular del Observatorio Vial Latinoamericano y profesor universitario, Fabián Pons, recordaba hace poco en un escrito que; “Desde que aparecieron los primeros vehículos a motor fue una preocupación de las autoridades controlar y medir el grado de intoxicación por alcohol de los conductores. El método original para determinarlo eran las denominadas “pruebas de sobriedad”. En ellas, el sospechoso debía demostrar su sobriedad al realizar pruebas de coordinación, como caminar derecho o pararse en un solo pie.

En 1910, Nueva York y California se convirtieron en las primeras jurisdicciones en aprobar leyes contra el consumo de alcohol y conducción. La invención del Drunk-o-Meter por parte del profesor Rolla Harger, permitió que en 1939, Indiana se convirtiera en el primer estado en establecer un nivel de contenido máximo de alcohol en la sangre para determinar el estado de ebriedad. Ese límite se estableció en 1,5 gramos de alcohol por litro de sangre, el triple de lo sugerido por la Organización Mundial de la Salud y que rige en la mayoría de las jurisdicciones del país y en el mundo. Aunque hay casos como Irlanda, Inglaterra o Malta que mantienen un límite de 0,8 gramos de alcohol en sangre.

Para utilizar el Drunk-o-meter, la persona que era evaluada debía soplar dentro de un globo. Luego, el aire del globo se liberaba en una solución química. Si había algo de alcohol en el aliento, la solución cambiaba de color algo parecido a lo que se ve con las pruebas reactivas a las sustancias tóxicas.

A mediados de los 50 Robert Borkenstein, inventó el alcoholímetro tal como se lo conoce en la actualidad que mide la presencia del vapor de alcohol en aire que expira el sujeto.

Pons recuerda que “El concepto de “Alcohol Cero” surgió hace muchos años en los países nórdicos. Allí, los siniestros protagonizados por conductores alcoholizados eran un enorme problema que ocasionaban una importante cantidad de muertos y heridos.
En estos países, en especial en Suecia, hicieron una importante cantidad de estudios e investigaciones en las décadas de los ’80 y ’90 y decidieron que, como sociedad, no querían que nadie condujera un vehículo si había consumido una sola gota de alcohol. Sin embargo, los suecos querían “Alcohol cero” al conducir, pero no establecieron “Alcoholemia cero” en los controles”.

Esto tiene una explicación que aquí en la Argentina no se entiende y Pons pone en valor “En cualquier medición, tal como exige la ley, debe establecerse un valor nominal (el deseable), el margen de tolerancia y la unidad de medida. Medir no es tarea sencilla porque significa comparar con un patrón; pero en dicha tarea aparecen distintos tipos de errores potenciales: algunos pequeños, otros más grandes, algunos corregibles o minimizables y otros no tanto. No hay medida sin tolerancia".

¿Cuáles son los errores que pueden aparecer en la medición de alcoholemia? En primer lugar, no existe la exactitud absoluta en ningún tipo de aparato de medición.

En el caso de un alcoholímetro, el margen de error máximo establecido y aceptado por la legislación argentina es de 0,041 gramos de alcohol por litro de sangre en condiciones de laboratorio. Esto fue ratificado recientemente por el director de Metrología Legal del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que es el organismo encargado de la calibración de todos los alcoholímetros del país.

Al ser los alcoholímetros aparatos bastante sensibles, se los debe calibrar periódicamente. Algunos cada 6 meses, otros una vez por año o cada cierta cantidad de mediciones, para que una vez calibrados vuelvan a operar dentro del margen de error de 0,041 gramos de alcohol por litro de sangre.

De lo anterior se desprenden dos factores. El primero es que con el tiempo y el uso los alcoholímetros se descalibran y el segundo es que el error antes mencionado es en condiciones de laboratorio, ya que en la operación diaria esta falla puede ser mayor de acuerdo a las condiciones de humedad y temperatura. Estos son los llamados “errores técnicos de medición”, que siempre están presentes”.

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Tolerancia Cero, un debate cruzado más por la demagogia que por el conocimiento.

Tolerancia Cero, un debate cruzado más por la demagogia que por el conocimiento.

Supongamos que los Legisladores tengan buenas intenciones y no demagogia sería bueno que expliquen y legislen el cuidado de los instrumentos de medición. Usted estimado lector no necesita que le muestren cuál es el estado de cuidado y mantenimiento de los alcoholímetros que utilizan las fuerzas policiales o municipales para el control, ni cual es la cantidad de estos que tiene cada fuerza o distrito para ejercer las actividades de control

El director del observatorio agrega que “También pueden generarse “falsos positivos” por el llamado “alcohol endógeno”, que es aquel que puede producirse en pequeñas proporciones en el organismo debido a múltiples factores como, por ejemplo, ayunos prolongados o ciertos tipos de diabetes. Al sumar los errores técnicos y los efectos potenciales del alcohol endógeno, el alcoholímetro podría indicar una medida distinta de cero sin que la persona haya consumido una gota de alcohol (del tipo exógeno)”.

El conocimiento técnico fue el que llevó a Suecia o a Japón y a varios países a votar leyes que propenden a desincentivar el manejo de vehículos después de tomar pero con márgenes de medición que van del 0.2 al 0.5.

Queda claro que no es lo mismo alcohol cero que alcoholemia cero que es lo que en realidad se quiere votar en la Argentina y es una verdadera aberración técnica que entre otras cosas muestra lo mal asesorados que están la mayoría de los legisladores

Tal como lo planteaba la industria vitivinícola además de las tolerancias en la medición, el camino está en los controles y en la educación.

Argentina ya tiene su propio muestrario de la inutilidad de estas leyes. Las estadísticas de Córdoba, precursora de la tolerancia cero, muestran claramente que luego de su implementación, los índices de mortalidad y fatalidad en los siniestros viales se mantuvieron iguales o crecieron.

Pons también destaca algo que vemos con asiduidad en las noticias que el gran problema “está en los conductores altamente alcoholizados (más de un gramo), por lo tanto la baja del nivel actual permitido no aportaría soluciones”.

Y remarca que “Los países nórdicos cuando quisieron solucionar el problema llegaron a controlar al 70% de sus conductores por año. En nuestro país las jurisdicciones que más controlan no llegan al 5%. El problema que tienen es que no cuentan con gente capacitada para realizarlos, ni la cantidad necesaria de alcoholímetros, como tampoco los laboratorios para calibrar los instrumentos”.

Los fundamentos como se ve para demostrar que el proyecto es un verdadero engendró no es menos cierto que la industria desplegó su capacidad de lobby (sin éxito) con los diputados pero olvidó una pata fundamental que es la comunicación masiva a la sociedad.

Una vez más las campañas de comunicación van desde simples cosas como agregar un cierre a las publicidades sugiriendo que si se toma no se maneje, hasta quizás publicidades dirigidas directamente al problema como la que hizo alguna marca de cerveza con glorias del automovilismo como Jackie Stewart.

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La campaña Wine in Moderation ( ¿alguien la conoce? ) que se pergeño hace años desde Bodegas de Argentina es un verdadero sello de goma que solo sirvió para crear una comisión y tranquilizar conciencias

La comunicación es fundamental para las peleas políticas y la industria vitivinícola (como siempre en los últimos años) defecciona fuertemente. La ley no será un golpe mortal pero si fuerte, muy fuerte porque no hay que pensar solamente en la venta de vino en un restaurante sino también en fenómenos como el enoturismo que hoy se ha transformado en una pata fundamental de la industria del vino por estos tiempos.

La buena noticia es que todavía se está a tiempo de actuar y lograr que prevalezca el conocimiento y la ciencia por sobre la demagogía.

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