Las consecuencias de las restricciones para comprar divisas extranjeras que están vigentes hace 21 meses trascienden el mercado cambiario y se trasladan a la economía real. Muchos asalariados, impedidos de comprar dólares para atesoramiento y condicionados por la falta de alternativas de ahorro que ofrezcan tasas de retorno que igualen a la inflación, vuelcan su excedente de pesos a la adquisición de bienes durables, como los automóviles.