“¿Viste la oferta de aceite en el súper?”. “Vecino, ayer conseguí la mejor carne para milanesa en la carnicería de mi barrio, tiene que ir los jueves”. “En el mayorista conseguí 10 kilos de azúcar a 200 pesos cada uno!”.
La inflación en alimentos es intolerable, inaceptable e inmoral.
“¿Viste la oferta de aceite en el súper?”. “Vecino, ayer conseguí la mejor carne para milanesa en la carnicería de mi barrio, tiene que ir los jueves”. “En el mayorista conseguí 10 kilos de azúcar a 200 pesos cada uno!”.
Los argentinos somos los genios de la inflación. Cada día nos convertimos en millones de “Litas” de Lazzari buscando precio por todos lados: ahorramos comprando la blanda más barata para hacer riquísimas milanesas o molida que se transforma en distintos menúes como el llenador pastel de papas o las ricas hamburguesas, y compramos bolsas de 20kg de harina para que el nuevo aumento no nos agarre desprevenidos…
Los argentinos nos estoqueamos como si el país estuviese entrando en guerra, para lo cual optamos por tener a mano una bolsa de 50kg de harina o de azúcar. Y ya no compramos aquellas cosas que aumentan cada semana y que se pueden hornear en casa, como un rico pan, galletas o tortas.
El jueves, al darse a conocer los datos de la suba de precios de Febrero nos dimos cuenta que habíamos traspasado la barrera de los tres dígitos. El segundo mes del año llegó con 6,6% inflacionario que, anualizado a febrero 2022, nos deja un índice de aumento del 102,5%.
Intolerable. Inaceptable. Irracional.
En un país rico en alimentos como es el nuestro, mirado durante décadas como el granero del mundo, y que hoy envía las más ricas frutas, dulces, vinos, cereales, harinas, azúcar y carnes (entre todos los etcéteras) a cientos de países no es racional pensar que aquí es carísimo alimentarse. Pero así es.
Entre las cosas que más aumentaron en febrero se encuentra por ejemplo la naranja, que aumentó un 72,4% en sólo 30 días. Luego aparecen cinco cortes de carne que saltaron desde los $750 a 1039 pesos y más también. El esencial arroz blanco pasó de $198 a $226 en un mes.
Si comparamos con un año atrás, descubriremos que la suba de precios en verduras es largamente preocupante. El kilo de naranjas que costaba $88 en febrero 2022 se fue a $350; la batata pasó de 93 pesos a $356 en solo un año.
Los analistas del mundo que no entienden cómo los argentinos podemos vivir con precios que cambian cada día, duplicando cada año la inflación.
La verdad es que la “súper” inflación que se registra en nuestro país pone en jaque a pymes y empresas que deben cambiar sus objetivos año tras año frente a la incertidumbre. También reformula la realidad trabajadores y profesionales, ya que todos sabemos que cuando hay que ajustar el cinturón lo primero que cae son los trabajos pedidos e inversiones.
Las peores de las consecuencias ya las estamos viendo en Argentina. Antes que nada, se retrae el consumo y aquellas cosas que pueden no ser urgentes -como comprar una campera nueva, o cambiar las zapatillas- no se hacen.
En alimentos no es que la gente consuma menos, sino que lo hace distinto: eligiendo sabiamente las ofertas del día; mudándose a segundas marcas más baratas; o simplemente llenando la olla con alimentos que sacien el hambre pero sin mirar demasiado su índice nutricional, como ocurre con fideos y arroz.
El “comprar de a puchitos” como hace el consumidor, no sirve a comercios, empresas o industrias. En ese caso empieza a desacelerarse la inversión en compras y las empresas dolarizan sus ventas: los listados de ferreterías o corralones desde hace rato están en dólares.
La cadena cumple su círculo cuando el consumo se frena primero, y luego se retrae. Lo cual ya se notó en este verano que pasó.
Cansados de que nadie encuentre la vuelta a esta pesadilla, los argentinos miramos con mínima esperanza a las próximas elecciones. ¿Habrá alguien que pueda terminar con todo lo que está mal hecho y, además, genere la confianza suficiente como para volver a estabilizarnos e invertir?
El mundo no entiende cómo podemos vivir así. Y la verdad es que no vivimos, sobrevivimos.
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