Columna del domingo

Vivir en el campo, el nuevo sueño que trajo la pandemia

Escribe: Myriam Ruiz Barrio.

Hoy quiero contarte una de las cosas que está ocurriendo en el mundo entero y que es la migración de familias hacia el campo. Esto está pasando desde las últimas décadas, en otros países donde la gente, cansada de la urgencia, de la tremenda velocidad en que se mueve la vida en las ciudades se está volcando a las zonas rurales. La pandemia maximizó todo eso y ya se está empezando a notar en Argentina también.

Ocurre que en este año y medio en que hemos estado más encerrados, la convivencia con el virus catapultó, obligadamente, a las plataformas online de trabajo y de estudio. O sea, nos quitó el temor a trabajar o estudiar desde casa, a través de internet. Esto llevó a que familias con hijos, que vivían por ejemplo en departamentos en Capital Federal, o el Gran Buenos Aires, comenzaran a proyectar el sueño de la casa propia y es sabido que la vida tiene costos más bajos en lugares alejados de las capitales.

El sueño de vivir en el campo, con casa propia, comenzó en Santa Fe. Allí existe un programa desde antes que comenzara la pandemia, que está ayudando a repoblar el campo. Se llama Bienvenidos a mi pueblo, y es una iniciativa de la fundación suiza Es Vicis. Bienvenidos a mi pueblo comenzó hace tres años en Colonia Belgrano, Santa Fe, una localidad de 1300 habitantes. A partir de la implementación del programa esta localidad aumentó su población en 10%, además, recibió 23 nuevos negocios, aumentó el empleo y se generó mayor dinamismo de la economía local.

Ahora, el gobierno de otras cinco localidades rurales de Santa Fe -Cafferata, Carmen, Labordeboy, Maggiolo y San Eduardo- abrieron la convocatoria junto con la fundación para atraer a familias. Los poblados tienen unos 1500 habitantes cada uno y esperan albergar a 100 nuevas familias para fin de año.

Desde Es Vicis hicieron un diagnóstico inicial basado en estadísticas del Banco Mundial en que se evidencia que Argentina tiene el 92% de su población viviendo en ciudades intermedias o grandes y lidera el ránking de países con mayor población "apretujada" en ciudades. Entre nuestros vecinos cercanos, por ejemplo Brasil, Chile y Colombia tienen un 20% o más, de su población viviendo en ciudades pequeñas o pueblos.

La idea es revertir la tendencia a la concentración en grandes urbes.

En el caso de Santa Fe, la prueba piloto consistió en un paquete remigratorio en el que intervinieron la comuna de Colonia Belgrano y la Provincia de Santa Fe, que dio financiamiento para 20 viviendas. La comuna puso a disposición lotes para esas viviendas y las familias las repagan a 25 años.

Esto está pasando desde el 2020 con mucha más fuerza en todo el país. Siempre hubo gente que fue al revés de las mayorías, y que va dejando las grandes capitales para vivir en lugares remotos más cerca de la naturaleza. Y, a la vez, en momentos en que muchos jóvenes están migrando a Europa y Estados Unidos en busca de oportunidades, vemos que también hay decenas de poblados de Italia y España ofreciendo casa a quienes quieran ir a repoblar.

Las anécdotas de vivir en el campo son magníficas para quienes gustan de la vida en contacto con la naturaleza. En extremos geográficos de nuestra Mendoza lo sabemos bien, ya que vivir en Alvear, Malargüe, San Rafael, así como en el Valle de Uco o zona Este es estar en contacto permanente con la ruralidad y el secano.

Y sin embargo, aquí en Mendoza como en el interior profundo de la Argentina, hay miles de pequeños poblados que brillaron con la expansión ferroviaria y que hoy están a punto de desaparecer.

¿No podría hacerse en Mendoza?, me pregunto. Tal vez, como siempre cuando llegamos a un punto de no retorno en lo que es desarrollo económico y social, hay que pensar primero cómo damos buena calidad de vida a todos quienes trabajan, invierten y sueñan con una Mendoza renovada.

También es cierto que la iniciativa santafecina nació en la gente, no en un gobierno. Luego buscó la pata estatal para dar respuesta a los lotes y campos que se entregarían a las familias que están repoblando esos lugares. De hecho, se les entrega con vivienda y pasan a formar parte de las comisiones de trabajo y arraigo, que están haciendo estudios de mercado para descubrir siempre nuevas oportunidades de desarrollo económico.

Vivir en el campo no es algo idílico. La vida rural conlleva mucho trabajo, esfuerzo titánico a veces para mantener una inversión que puede ser agrícola o ganadera... pero es bella en sí misma.

El campo tiene miles, millones de historias para contar. Tiene amaneceres que rompen el horizonte plano y te hacen agradecer la vida; tiene atardeceres en que la explosión de aromas en la finca te deja extasiado ante la belleza de la vida. El campo es sólo para algunos... y tal vez, esa gente seamos nosotros.

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