"Una novela o un comic, si tienden a aumentar el deseo, son pornografía"

El Dr. Palmieri, sexólogo, dice que el principal movilizador que se ve hoy en el consultorio en quien consume porno no es el placer, sino bajar la ansiedad.

Un estudio publicado esta semana por el Observatorio de Internet de Argentina sobre el consumo de pornografía en el país, estalló mediáticamente por sus resultados: según su encuesta, 8 de cada 10 argentinos que tienen internet, miran pornografía en la red. El estudio inclusive profundiza en quienes lo hacen a través de su móvil, cuántos a través de la computadora y cuántos pagan por ello. 

No es objeto de esta nota el análisis cuantitativo del tema, sino poder ahondar en lo que desde lo clínico consideramos como "acto pornográfico", hablar de erotismo y pornografía, y explicar por qué -desde la sexología- estamos viendo que el consumo de material pornográfico no está aumentando en el país por el placer en sí, sino como una manera de bajar la ansiedad tanto en hombres como mujeres. 

8 de 10 argentinos miran porno

Las estadísticas en relación al consumo por parte de hombres y mujeres siguen la media de varios países a nivel mundial. Analizar el informe cuantitativamente escapa al contenido de esta nota.

A lo largo de la historia, en algún momento se habló de  "acto pornográfico" como el que busca elevar el nivel de excitación a través de texto, sonidos o imágenes audiovisuales fijas o en movimiento. Proviene del griego (porne=cortesana, prostituta, promiscua y grafía=escritura, descripción). Es decir que representaría la descripción de lo que sucedía en la intimidad de las prostitutas.

Esa definición redujo al material pornográfico a un confín clandestino y minoritario que hoy es sabido no es así.

Sin embargo, nada más lejos de ser algo clandestino. Desde la época de las cavernas se han visto descripciones gráficas de actos sexuales pasando por escultura, pintura, escritos o grabados. Esto es: mucho antes que existiera la imprenta, la fotografía, la radio, la televisión, el cine, internet y las redes sociales.

Evidentemente estos inventos, sobre todo los últimos han hecho generalizar el fenómeno, llevándolo a límites de detallismo y desarrollo comercial insospechado. Hoy es una de las industrias más florecientes a nivel mundial.

Lo realmente importante es quitar mitos y verificar que ocurre en nuestra provincia en relación a las consultas de las personas.

Primero debemos desmitificar la diferencia entre erotismo (más aceptado) y pornografía (más cuestionada).

Muchos autores defienden el uso del erotismo como algo artístico y bueno, denigrando al material pornográfico, cuando en realidad los dos buscan aumentar el deseo; sólo que uno lo hace con material más "blando" (soft) y otro más "duro" (hard).

Una novela de cualquier horario de protección al menor, cualquier historieta para adolescentes, una propaganda de bebidas alcohólicas, si tiende a aumentar el deseo son todos actos pornográficos aunque no muestren los genitales en movimiento.

La visión de la intimidad de los habitantes "de las casas televisivas" donde se observa lo que otros hacen también lo es...

Lo que sucede es que llamarle pornográfico a eso atentaría contra el negocio. Por ello se habla como pornografía a lo que sólo se ve en los sitios pornográficos duros.

Producto de la explosión del consumo los sitios pornográficos han diversificado y clasificado su oferta en múltiples "categorías y subcategorías" que captan adeptos que les "erectan el bolsillo" repleto de billetes y no de sangre...

Por supuesto hay efectos patológicos de la pornografía y estos se dan en relación a:

1- Fecha de inicio del consumo

2- Duración del mismo

3- Tipo del consumo

4- Exclusividad en cuánto a la forma de utilizar el material como única forma de excitación

5- Alteraciones en la vida diaria de la persona y sus relaciones

Mientras más precozmente se consume, más tiempo se le dedica y más necesario es aumentar la "profundidad del contenido" para lograr el mismo grado de excitación.

Es lo mismo que ocurre en el consumo de cualquier sustancia (el "efecto tolerancia" , así se llama, que no tiene que ver con tolerar o no filosóficamente el tema) indica que debe aumentar la dosis para lograr el mismo efecto. Esto se logra aumentando el tiempo o aumentando los estímulos.

Si el consumo es habitual y es la única o casi exclusiva forma de excitarse, estamos en presencia de un probable problema compulsivo.

Lo que consulta la gente a los sexólogos

Justamente, el utilizar pornografía como exclusiva forma de excitación es la demanda, cada vez más frecuente, que llevan las personas a los consultorios de sexología. 

Asimismo la demanda (en general de mujeres) que se sienten preocupadas y angustiadas por la baja frecuencia sexual de sus parejas masculinas jóvenes.

Es decir el bajo interés sexual hacia la "mujer real" es una bomba de humo por el alto interés solitario de la "mujer todo deseante", que siempre pide más, que nunca se cansa, que gime y grita, que sobre todo desea y desea...

En este caso, el sustituto de la angustia de la vida diaria real con sus vicisitudes y problemas lo da ese marco irreal pero estimulante.

Lo que sucede es que además el consumo en solitario con autoestimulación provoca en el hombre una descarga que funciona como un poderoso ansiolítico. Muchos hombres (en mucha menor frecuencia mujeres) utilizan esa descarga como un anti-ansiedad (sustitutivo de medicamentos y psicoterapia)

Es decir, no es el deseo sino la ansiedad lo que domina el escenario. El mediador químico involucrado en este ciclo placer-recompensa es la dopamina.

Presente en varios procesos normales de nuestro cerebro, la dopamina es la sustancia que se segrega al ver pornografía. Pero al igual que el tabaco, alcohol y ciertas drogas, su asociación a actividades muy puntuales y con repetición en el tiempo puede provocar trastornos compulsivo-adictivos.

Así como el ver una película romántica, comentar alguna fantasía o leer un libro con contenido erótico no es perjudicial para la persona y la pareja, pudiendo ser beneficioso en ciertos momentos de la historia afectivo-erótico-sexual; la imposición de la visualización de la misma, la reiteración del consumo o la fijación en un tipo de material puede estar denotando una patología.

Esta patología es idéntica a la de cualquier consumo excesivo que cumple el ciclo dosis-recompensa-placer-más dosis que se da en la comida, drogas, alcohol, tabaco, juego patológico, etc.

Pero la sobreutilización de la pornografía puede ser "naturalizada" por quienes no conocen la dinámica que observamos en los consultorios de sexología clínica.

En muchos casos el tratamiento medicamentoso, junto a terapia psicológica y terapia sexual modifica el comportamiento, funcionalizando positivamente la vida individual, de pareja y familia.

Poniéndonos en defensores o detractores tapamos lo importante: aprender sobre este fenómeno y contextualizarlo a nuestra vida individual y de pareja. Muchas parejas se rompen o se deterioran no sólo por uso indiscriminado de uno de los miembros, sino porque no se sabe cómo hacerle frente a este problema.

Cada vez que surge alguna estadística, sea relevante o no, los sexólogos clínicos tenemos la oportunidad de desmitificar y poner los puntos sobre las íes en un tema que "no por mucho leer y mirar" sabemos cómo abordar. En esto, aún queda mucho por decir. 

Dr. Miguel Palmieri

Médico Especialista en Sexología Clínica

Director del Instituto de Sexualidad y Pareja


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