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Polino: "No quiero alquilar un vientre"

Marcelo Polino quiere ser padre. “Recibí mucho del universo y quiero devolverlo en alguien”, le explicó anoche a Alejandro Fantino en “Animales sueltos” (América).

Por Sección Espectáculos
Lleva dos años haciendo los trámites de adopción y está decidido a seguir ese camino, esperando sin desesperar. “No tengo ansiedad. Va a llegar cuando tenga que llegar”, afirmó. A nadie se le escapa que, hoy por hoy, para un hombre sin pareja que desee ser padre, la ciencia ofrece otras alternativas. Son opciones muy personales. Pero Marcelo está empeñado en transitar del principio al fin el trayecto de la adopción, aunque sostiene que es “difícil” y “muy invasivo”. “Tengo el dinero para alquilar un vientre —dijo—. Pero no quiero. Yo quiero adoptar un niño en edad de empezar a ir al colegio para acompañarlo durante su escolaridad y darle una mejor calidad de vida”.

A alguien podría resultarle extraño que disponiendo de los recursos económicos necesarios para cumplir su deseo de ser padre alquilando un vientre insista en seguir paso a paso el proceso de adopción. Pero quien haya escuchado a Polino anoche entenderá muy bien por qué descarta lo que para otros es una alternativa válida. Su sueño de tener un hijo se comenzó a gestar allí donde los niños sueñan con tener un padre: “Trabajé mucho con instituciones de Minoridad en Riesgo —contó—. A la hora de irme, siempre había algún chico que me tironeaba del pantalón y me pedía que lo llevara a vivir conmigo. Eso me destrozaba. Otra gente lo sobrellevaba mejor, pero a mí me dolía”.

Aunque son muchos los niños abandonados que terminan viviendo en institutos y hogares, se sabe que adoptarlos no es fácil para nadie. Porque los trámites llevan largo tiempo y porque, según relató Marcelo Polino, a veces la miseria humana mete un palo en la rueda. “Si el chico internado recibe una sola visita al año de un pariente, ya no puede ser dado en adopción —indicó el periodista—. A muchos de esos niños, la madre, una tía o algún familiar los visita exactamente una vez al año para que no lo den en adopción y así poder seguir cobrando el subsidio”, dijo. En su caso, relató, la cuestión se complica aún más porque la ley establece una escala de prioridades entre los aspirantes a adoptar. “Primero están los matrimonios, luego las parejas, después las mujeres solas y en última instancia, los hombres solos”. Consciente de todas las dificultades que él mismo enunció, Polino no baja los brazos. “Tengo la ventaja de que no busco un bebé, que es más difícil porque hay menos bebés en adopción”, sostuvo. Quedó clarísimo: Polino quiere un hijo a quien cuidar y educar en agradecimiento a todo lo que, siente, ha recibido de la vida.

Les confieso que la gratitud de Marcelo Polino hacia el universo del que dice haber recibido tanto es algo que me conmovió. Un rato antes, Fantino le había preguntado por su familia de origen. Polino contó que es único hijo, que siempre admiró la fortaleza de su mamá para enfrentar la vida y que de su papá, no tiene recuerdo. Cuando Marcelo tenía 2 años, su padre se fue y nunca más volvió. “Nos abandonó a mí, a mi mamá y a su propia mamá. Mi abuela paterna siguió viviendo con mi mamá y conmigo. Murió sin tener noticias de su hijo”. En 2009, Marcelo se enteró que su padre —cuyo rostro no conocería si no fuera por las fotos del casamiento con su madre y del día que a él lo bautizaron— había muerto. “¿Cómo elaboraste el abandono de tu papá?”, preguntó Fantino. “No sé lo que es sentir la ausencia de un padre, porque jamás lo tuve. A los dos años, cuando se fue, yo no tenía noción de nada”, respondió.

Con la palabra “padre” reducida a un concepto y un rostro en un manojo de fotografías, Marcelo Polino, como cualquiera en esa situación, tendría derecho a estar aún pataleando frente al destino. Se me ocurre que la vida debe ser infinitamente más inhóspita si te toca vivirla, desde la primera infancia, sin la protección de un papá. ¿Cómo no comprender entonces a quien pasara día y noche clamando la injusticia de esa ausencia? Por eso, sentí una enorme admiración al escuchar a Polino agradeciendo lo “mucho” que le dio “el universo” en lugar de presentarle su queja por el papá que le negó. Vaya uno a saber dónde obtuvo la sabiduría para bendecir lo recibido en vez de maldecir lo perdido. Pero lo cierto es que Marcelo Polino se siente rico en bendiciones y quiere retribuir esos dones de la mejor manera: dándole a un niño el papá que él no tuvo. Les deseo, de corazón, a él y al niño que se encuentren muy pronto.

Fuente: Clarín
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