Catástrofe en Buenos Aires...y Mendoza? (Por Sergio Bruni para Sitio Andino)
Fuimos testigos absortos de cómo se inundaron la ciudades en Buenos Aires. Ahora bien, en Mendoza nuestro principal enemigo natural son los sismos. ¿Cómo podemos prepararnos?
Fuimos testigos absortos de cómo en minutos cientos de cuadras, se inundaron en la Ciudad de Buenos Aires y en la Capital Federal. Fueron más de ciento cincuenta milímetros en una hora en el caso de la Ciudad y cuatrocientos mm en dos horas en La Plata.
En ambos casos las autoridades no poseían un plan de contingencias para disminuír los efectos destructivos de semejante catástrofe. Más de metro y medio de agua invadía los hogares de miles de compatriotas, causando que más de sesenta personas fallecieran. Ahora bien, en Mendoza nuestro principal enemigo natural son los sismos.
¿Cómo podemos prepararnos?
Desde nuestra infancia el sistema formal de educación nos trata de formar como habitantes de una zona con riesgo sísmico. Los municipios han adoptado códigos de edificación que contemplan las características mínimas que deben poseer las construcciones.
¿Pero es suficiente?
Para poder entender de lo que estamos hablando debemos comprender primeramente que Mendoza y San Juan se encuentran emplazados en una zona de alta sismicidad. El terremoto que destruyó Mendoza en 1861 con un saldo de 10.000 muertos (50% de su población) y el terremoto de Caucete de 1977 han sido los eventos sísmicos más importantes de los últimos 150 años y cuando se los compara éstos con lo ocurrido en Chile 1985 y 2010 o México 1985 nos damos cuenta que los primeros sólo fueron un temblor fuerte frente a estos últimos.
Así la magnitud relativa de los últimos grandes terremotos ha sido, en orden creciente, la siguiente:
1) En el de Mendoza de 1985 fue de 5.7 2) En el de Northridge de 1994 fue de 6.8 3) En el de Loma Prieta de 1989 fue de 7.1 4) En el de Caucete de 1977 fue de 7.2 5) En el de Chile de 1985 fue de 7.8 6) En el de Mexico de 1985 fue de 8.1 7) En el de Chile de 2010 fue de 8.8
Efectos del Sismo
En términos de vidas humanas y daños en la construcción, hay 342 fallecidos, 95 personas desaparecidas, 17 Hospitales fuera de servicio, 2.750. Escuelas inhabilitadas, 370.051 Viviendas dañadas y una estimación pérdidas totales por miles de millones de dólares estadounidenses (MM US$ 29,662).
Sin lugar a dudas el orden del daño es inmenso más aún si tenemos en cuenta que la recuperación o el período de reconstrucción de una ciudad desvastada de esta manera es sumamente lento no sólo desde el punto de vista material sino psicológico y espiritual. (Aún hoy a 25 años del último temblor ocurrido en Mendoza, en el departamento de Godoy Cruz, se ven vestigios del daño ocasionado en 1985).
Indudablemente frente a esta problemática Mendoza no está exenta y debe tener muy en cuenta el aprender y asimilar de las experiencias que han dejado los últimos terremotos. Actualmente se sabe y es de público conocimiento las diferencias en referencia a los códigos de edificación que están en vigencia en las distintas comunas, generando un sin fin de discrepancias aún en la decisión de inversión de proyectos nuevos. Por lo tanto es evidente el riesgo cuando nos enfrentamos a las edificaciones existentes desde décadas pasadas, en las que aun no se tenía conocimiento de las últimas técnicas constructivas como el confinamiento, que es básico para amortiguar los efectos de un sismo.
Por este motivo urge la necesidad de construir una matriz de edificación que contemple las medidas de reforma estructural a las edificaciones mayores de 10 años en Mendoza. Esto posicionaría a Mendoza como un referente en orden mundial y especialmente en América Latina. Sería una de las pocas o únicas precursoras de iniciar un programa de esta índole al realizar un trabajo preventivo del cual muchos hablan pero nunca se concreta, debiendo luego lamentar daños ya causados (la mayoría de ellos irreparables o irreversibles), más aún si se tiene en cuenta que actualmente sólo existe esfuerzos puntuales y con métodos tradicionales pero no en forma dirigida y consensuada destinada a implementar organizada, masiva y estratégicamente la recuperación edilicia, por ningún sector sea este público o privado llámese Municipios, ONGs, Cámaras, o cualquier otra entidad intermedia relacionada con la problemática
Si observamos los costos del terremoto del 2010 en Chile en edificios públicos por ejemplo y solamente nos remitiéramos a evitar una pérdida del 5% de ellos, es decir unos USD 530 millones, este valor podría llegar a representar unos 80 edificios de nuestro medio, de cinco pisos c/u en promedio, lo cual arrojaría una superficie cubierta total estimada del orden de los 400.000 m2, situación más que valorable si pensamos que el costo del programa, en recuperar estos ochenta edificios, implicaría solamente un 2.5% de este valor (estimativamente USD 13 Millones, es decir unos 50 millones PESOS) otorgando un beneficio muy superior al rango estimado.
Así, y de acuerdo a la clasificación establecida por el Código, es imperioso iniciar un programa de recuperación edilicia destinados a la actividad pública para luego, de la experiencia recogida poder trasladarlo a la actividad privada.
Se pretende entonces que el informe permita:
1) contemplar las prioridades y urgencias de acuerdo a la propia zonificación sísmica y a la clasificación según el destino y función de las edificaciones.
2) contar con un procedimiento mediante una matriz de riesgo que ayude a identificar la situación actual de las edificaciones para obtener una calificación de las mismas, otorgando a las reparticiones pertinentes una base de datos confiable para definir las mejoras estructurales a implementar de ser necesario.
Quiero citar el trabajo de destacados profesionales en referencia a la materia planteada. Me refiero al equipo que encabeza el Ing. Rubén Tosoni, el cual forma parte del plantel de docentes del Instituto Superior Tecnológico 9-019 INSUTEC y de la Universidad Nacional de Cuyo, y son autores del informe que sirvió de base al proyecto de ley que establecía los pasos señalados anteriormente.
Hoy estamos a tiempo de evitar una catástrofe de mayores proporciones que la sucedida por la inundación en Buenos Aires, sólo es necesario que pongamos manos a la obra y tomemos las medidas acertadas.