Violencia de género: conmoción en San Rafael por la feroz golpiza a una mujer

Laura recibió primero a SITIO ANDINO para contar su calvario. Ella nos buscó y nos consultó si le convenía salir en los medios, porque tenía miedo a las represalias.

Junto a amigas y a sus hijos, nos relató el episodio que la tuvo como víctima de una golpiza que bien pudo haberle generado daños irreparables; quizá la fortuna ayudó un poco para que en el sofá del living de la casa materna, en calle Blas Parera.

“Llegó a mi casa cuando yo no estaba; se metió por arriba de una puerta en el patio, apagó la luz, se dirigió a la churrasquera y allí agarró un tronco con el que me esperó hasta que yo volviera”, comienza su narración.

Sólo la interrumpimos para opinar que “entonces, no se trata de un caso de emoción violenta”, a lo que ella asintió señalando que “no lo creo, porque hizo todo premeditadamente y con tiempo”.

“Imaginate que yo debo haber vuelto como a la una, y él esperó a que yo abriera el portón, guardara el auto, volviera a cerrar con llave, y recién ahí se me apareció para empezar a golpearme”, continuó.

Fue ahí cuando le preguntamos por qué Sosa la agredió de esa forma, a lo que ella respondió que puede haber sido “porque lo dejé hace unos meses y tal vez no me perdona eso”.

Más allá de las motivaciones, lo cierto es que nada permite razonar ni mucho menos justificar la violencia por parte de este hombre contra una mujer; y mucho menos el grado extremo de la agresión.

“Te voy a matar, sólo te quiero matar”, es lo que Laura recuerda de la boca de Sosa mientras le golpeaba con el palo la cabeza.

 Pasados algunos minutos de la conversación, repasamos los dichos de Sosa en una emisora local donde el agresor pedía perdón a todos, a la sociedad, a Laura y a su propia madre, a quien fue a ver “quizá por última vez en mi vida”, dijo, en referencia al estado convaleciente de su progenitora.

Obviamente, los comentarios en los medios y redes sociales fueron aún peores para con el bailarín, ya que nadie podía entender que quien apareciera públicamente mostrando sus supuestas cualidades de hijo cuidador de su madre, al mismo tiempo se diera espacio para golpear salvajemente a una mujer.

En ese instante, Laura sintió que la llamaban por teléfono y reaccionó nerviosa: “es de Buenos Aires, no quiero atender a nadie”, dijo, mientras un familiar tomaba el teléfono y verificaba que en realidad se trataba de un llamado de la empresa de celulares a la que es abonada.

Inmediatamente, llegó un mensaje, y la cara de Laura, llena de moretones y con los ojos rojos, volvió a desfigurarse, pero esta vez con un semblante de terror. El sms provenía del celular de su ex pareja.

Estalló en llantos, y no quiso leerlo. Un familiar tomó el teléfono y le dijo: “el caradura te pide que lo perdones”.

Laura no pudo más. Se despidió de nosotros, agradeció que no la entrevistáramos para la televisión. La llevaron a la cama y llamaron un médico que le ayudara a calmarse.

Nos fuimos impactados al mirar la foto que tenía en el celular de momentos después de aquella golpiza. Su cabeza era una guinda de rugby. Nos la pasó para publicarla, y decidió ponerla también en Facebook porque quiere que “San Rafael conozca qué clase de tipo es este”.

Desde ayer Sosa ya está a disposición de la Justicia en la Brigada de Investigaciones de la Policía de Mendoza. Declarará el próximo lunes.