La noche llegaba a su fin. Tres jóvenes volvían de pasar una madrugada de asado y boliche por el Día del Amigo. Caminaban enfilando a sus casas por un costado de calle Nacional, acordándose de sus cosas y haciendo bromas. Todo era así, hasta que el caos se apoderó de cada uno de ellos. "Lo último que escuché fueron las risas de mis amigos. Ahí nomás sentí como un zumbido, y el fuerte impacto. Yo quedé tildado. Todo era polvareda. No sabía qué pasaba. Después encontré a uno de los chicos en el suelo. El Yiyo se me perdió, y lo vi recién cuando estaba tirado allá lejos y el vehículo se alejaba", relató crudamente Luis Bustos.