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"La gata en celo": un grito desesperado por amor

Un casamiento puede ser la metáfora perfecta para reír y llorar acerca de aquello que se nos ofrece para toda la vida.

Por Eugenia Cano

Una mujer gruñe, protesta, grita. Como una felina que maúlla pidiendo atención, ella le reclama al "amor". A esa idea del amor eterno que el paso del tiempo destiñe como una foto vieja. Está frustrada. Está enojada con la vida. Se ríe de sí misma y de todos. Y otra vez, el teatro. El teatro como puente canalizador de la condición humana.

FOTO: Eugenia Cano.

La actriz Valeria Portillo es quien recorre con ductilidad y maestría los senderos del humor y el drama para ofrecer con "La gata en celo", un unipersonal que se disfruta desde el planteo agridulce que propone la dramaturgia.

Entre la resaca y el amanecer, un fin de fiesta trae a la superficie los dolores del alma. La protagonista de esta historia utiliza el living de su casa para construir una analogía entre la ilusión de un casamiento y la realidad que se impone luego: la costumbre, la soledad estando en pareja y el insoportable vacío que queda cuando ese otro ya no es capaz de llenarlo.

FOTO: Eugenia Cano.

"El amor no se mide, es incuantificable y finito. No se necesita hacer una gran fiesta", dice el texto mientras la obra lleva a recorrer cada instante de esa parafernalia que se monta con vals, torta, cotillón, canapés y promesas a largo plazo. Los lugares comunes de la celebración son puestos de relieve y se convierten en los momentos de mayor humor durante la puesta. Hay una identificación con el ritual por el reflejo que devuelve el espejo y que muchas veces nos deja tan expuestos y caricaturizados.

FOTO: Eugenia Cano.

Portillo hace reír con ganas, pero es una comedia en tensión, donde la actriz jamás deja de tener los ojos húmedos y a punto de llorar. 

El amor duele, por lo menos así como se nos plantea listo y envuelto para regalo. Seguramente haya otras formas de concebirlo y en este sentido la obra deja pequeñísimas pistas para pensarlo, pero no es el objetivo final. La intensión en todo caso parece catártica. Un pedido de auxilio. Una redención. En este sentido la directora de la premiada "Paraná Porá", regala una actuación en la cual hace brillar su rol de mujer sufriente.

Un gran resultado para un proyecto teatral mendocino e independiente que surgió de "Cortodramas", el ciclo de dramaturgia en pequeño formato impulsado por Pablo Longo. Andrea Cortez y Valeria Portillo son las responsables de cargar de contenido la idea y de escribir en conjunto el libreto. La primera en la dirección y la segunda en el papel protagónico, ambas le han dado forma a una pieza teatral que divierte y moviliza por igual.


El estreno de la puesta fue en el marco del ciclo Latidos que desde hace siete años viene realizando de forma autogestiva el espacio de arte La Casa Violeta (Paraguay 1478, Godoy Cruz). Habrá más funciones en septiembre. El viernes 9 y los sábados 17 y 24, siempre a las 22hs. La entrada es de 100 pesos.

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