Opinión

Obsecados camino al subsuelo

 Tan afectos a las comparaciones metafóricas de tormentas, barcos, nados y orillas, el presidente y sus funcionarios deberían por lo menos tener en cuenta comprar un buen traje de neoprene, un piloto y un par de salvavidas, para atravesar los meses que vienen.

No hay metáfora que explique lo que está pasando, la crisis profunda que atraviesa la economía argentina tiene nombres y apellidos, tiene responsables y nada de herencias, todos nombres bien actuales que ejecutaron certeramente y sin ponerse colorados una serie de medidas que inexorablemente llevarían a la economía a este colapso de profundas implicancias para el futuro (y el presente) de la producción, el trabajo y el crecimiento.

Los datos que acumulan los tres años y nueve meses de gobierno del frente PRO-UCR muestran que los últimos cuatro meses de gestión serán un desafío mayúsculo para quienes deben conducir el país hasta el 10 de diciembre. Por derecha, por izquierda o por centro quien tenga la responsabilidad de llevar adelante el ejecutivo los próximos cuatro años deberá necesariamente pegar un fuerte golpe sobre la mesa para barajar y dar de vuelta, no hay posibilidad alguna de que la Argentina sea sostenible y sustentable en estas reglas de juego.

No importa el nombre propio que tenga el próximo presidente los datos demoledores no cambiaran, en cambio sí importa el nombre para entender cual será el rumbo por tomar. Los caminos son dos o se da un giro total para intentar recuperar la posibilidad de crecimiento e inclusión o se termina de chocar. La contienda electoral es el momento donde los ciudadanos tiene todo el poder y la responsabilidad cívica de forjar su futuro.

El próximo presidente deberá afrontar vencimientos de deuda -en todo su periodo de cuatro años- por 223.971 millones de dólares, no hay forma de creer que un desastre de tal magnitud es producto de la supuesta herencia que recibió este gobierno.

Un trabajo del departamento de Políticas Públicas de la Universidad de Avellaneda (UNDAV) detalla que de la astronómica cifra 173 mil millones están nominados en dólares (de los cuales 50 mil se deben devolver al FMI) y el resto en pesos.

La abrumadora mayoría de esa deuda que llevó la incidencia de la misma en cuatro años de menos del 40 % del PBI al 100 % del producto fue tomada por este gobierno con una característica también inédita; toda es de cortísimo plazo para los estándares internacionales y de difícil renegociación dado el precario estado en el que la situación macroeconómica llegará a diciembre. En estos tres años y nueve meses la deuda pública creció en un 50% llegando a los 334 mil millones de dólares.

Los números de los economistas de la UNDAV ponen un marco cierto a las percepciones que cualquier ciudadano puede tener con solo ver el desempeño económico de cada día.

La restricción a la libre disponibilidad de divisas que el Gobierno armo a las apuradas en la última semana viene a confirmar su pésima gestión en la administración del bien más escaso de la economía argentina; el dólar. La decisión del cepo mal implementada y tardia no solo complica aún más la inestable situación ( que no es culpa de la política como cree el Presidente) sino que además genera un nuevo golpe a las grandes empresas que han sufrido en estos días serías complicaciones para pagar sus deudas y bonos en el exterior.

Un par de datos aportados por el economista de la UBA y de la UNDAV, Sergio Chouza reflejan que el camino debe ser la inversión del modelo. El economista destacó que, en programas para la industria, se ejecuta menos de la mitad de presupuesto que en 2015, mostrando como en el contexto de severo ajuste fiscal la actividad de las fabricas está lejos de ser una prioridad para el gobierno de Cambiemos, en estos cuatro años las partidas para el fomento de la producción industrial cayeron el 56 %

En tanto 2019 se proyecta como el mejor año para el sistema financiero, a pesar de la fenomenal recesión económica, la rentabilidad del sistema financiero ya se acerca al 40% del patrimonio, 12.6 puntos más que la lograron en 2018. En este punto es imposible no marcar que el garante del extraordinario rendimiento de los bancos no es otro que el propio gobierno con sus fracasadas políticas de combate de la inflación y control de dólar secando la plaza y remunerando los encajes bancarios y sus depósitos con las Leliqs que le arman y aseguran un negocio magnifico a esas entidades.

No hay manera de revertir la situación y tener un país estable y en crecimiento si no se invierte claramente esa situación. Que lo recursos del Estado vayan a promover la industria y el mercado interno y no la especulación financiera.

No es objetivo sembrar pánico, pero tampoco esconder la realidad. La Argentina está ante cuatro meses de muchísima tensión, y un par de semanas en las que habrá que estar más atento a las noticias de afuera que a las de adentro. El viaje del ministro Lacunza a Washington y las palabras o gestos que pueda brindar el FMI serán fundamentales. El margen de maniobra es escasísimo y es imposible pensar en supuestos pactos de gobernabilidad en medio de una campaña electoral y cuando uno de los que se tiene que sentar a la mesa no solo es actual gobernante, sino también candidato y además esta obstinado en el rumbo que nos llevó al precipicio.

La sensación es que ya subieron al ascensor y apretaron el botón que nos lleva al subsuelo, las puertas del ascensor aún no cierran por lo que queda un escasísimo margen para tocar el botón de parar y escapar al descenso. ¿Será capaz el gobierno de frenar escuchar y tomar las medidas necesarias para comenzar a revertir la situación? Sus declaraciones, sus gestos, sus formas dicen que no. 

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