Un drama del que pocos se ocupan: se amplió la brecha de la desigualdad en el país

El último dato de la distribución del ingreso que dio a conocer el INDEC, confirma la agudización de las diferencias entre los que menos tienen con los sectores de mayores recursos que se mide con el conocido índice Gini. El país sufrió una nueva crisis de desigualdad hacia fines del 2018, acompañando el crecimiento de la pobreza.

Si faltaba un dato estadístico y científico que corroborase la caída del ingreso en la Argentina, la pauperización de su población y el aumento de la brecha entre los que más ganan con los que menos tienen, es el que se conoció el jueves, cuando el INDEC dio a conocer el índice Gini para el cuarto trimestre del 2018. Se trata de aquel que mide la Evolución de la distribución del ingreso (EPH), ubicándose en 0,434, superior a la última medición del tercer trimestre del 2018 el que había sido de 0,424. En concreto, la brecha entre el 10 por ciento de la población que menos gana con el 10 por ciento de mayores ingresos se disparó en el 2018, al ritmo de la pobreza claro está, la que se encuentra por arriba del 32 por ciento de los argentinos.

Este índice, de todos aquellos que se ocupan de medir la evolución económica y el desarrollo humano de los países y sus pueblos, quizás sea el más importante de todos. Porque le proporciona a la crisis el dato estadístico, matemático, con un impacto similar al que tienen las imágenes de la pobreza que acompañan cualquier crónica periodística. El índice Gini fue ideado por el estadístico italiano Corrado Gini en los comienzos del siglo XX. Muestra una curva del 0 al 1, donde el 0 es la igualdad absoluta o perfecta (donde todos reciben lo mismo y tienen iguales ingresos) y el 1 la desigualdad absoluta (donde uno se queda con todo, mientras el resto recibe nada). Mientras más alto dé el número de la ecuación, más desigualdad existe.

El nuevo Gini de Argentina, el del último trimestre del 2018, indica que la brecha se amplió como está dicho, y además indica que la crisis no les pegó a todos por igual, sino que algunos ganaron más en medio de la decrepitud y los más pobres vieron agudizada o profundizada su situación ya por demás acuciante.


Según el INDEC, y por estratos sociales, el ingreso medio del 40 por ciento más bajo es de 6.476 pesos; el del 40 por ciento del estrato medio se ubica en 17.397 pesos, mientras que el más alto recibe, en promedio, 44.456 pesos.

El INDEC aclara en sus informes técnicos que desde el 2007 al 2015 se produjo un período de emergencia estadística, lo que comúnmente pasó a llamarse el apagón estadístico en el que incurrió la administración de Cristina Fernández, con lo que, de acuerdos con su explicación, la información de aquellos años se tiene que tomar con reservas. Esto explica, de alguna forma, la imposibilidad de hacer comparaciones a más largo plazo. Pero desde el 2016 a esta parte, el dato conocido ayer no ha sido el peor: en el tercer trimestre del 2016 el índice Gini ascendió a 0,451, la mayor desigualdad del ingreso en la Argentina desde ese momento hasta ahora. Pero la cifra de ayer demostró un empeoramiento de la situación respecto de mediados del 2018 y mucho peor y preocupante si se compara con los últimos meses del 2017, cuando la administración de Macri pudo mostrar el mejor índice conocido, de 0,417.

Otro dato a tener en cuenta, que el INDEC toma los conglomerados urbanos para sus estadísticas. Así lo hace por caso para conocer el porcentaje de la pobreza en el país y también para la evaluación y evolución del ingreso de aquellas personas que lo poseen, sólo en los centros urbanos. Se toman salarios formales y otros ingresos, como el empleo informal, las jubilaciones, las pensiones y los subsidios. Es así que se descubre que casi 17 millones de personas poseen alguno de los ingresos que se miden, lo que equivale al 60 por ciento de la población alcanzada; así se sabe, además, que casi 11 millones de argentinos o cuentan con ingreso, esto el 39 por ciento de la muestra. El total del universo por el que se llegó al índice es de casi 28 millones de personas.

Las brechas de ingreso, de acuerdo con el INDEC, reflejan que los sectores o estratos medios reciben 15 veces que los de menos ingresos y se dispara a 20 veces más, cuando se promedia la distribución del ingreso total sumando para esta cuenta los sectores de más ingresos.

Los números son meros números, fríos, cuando no se interpretan. Allí tiene la política un campo de acción y de estudio por demás claro para dedicarse de lleno. Lo tiene el gobierno, que es el que tiene sobre sus espaldas la mayor responsabilidad de todos, y que suele hacerse el distraído cuando no tiene respuestas. La política, además de la rosca y de estar concentrada en estos tiempos preelectorales, con obsesión, en el armado de las listas y de los frentes electorales, en quién o quiénes serán sus candidatos, está obligada a prestarle atención a este flagelo, tanto o más escandalizador que la corrupción, que los manejos viciados de la Justicia la que no responde con firmeza ni mucho menos credibilidad y confianza y a esa burla burda que significa la alimentación permanente de la grieta ideológica.


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