Pasó de todo. Fuerza, coraje, patadas, emociones altivas, un expulsado, un penal fallado y tres goles. Ganó Central, un alivio luego de cinco partidos sin éxitos. Perdió Lanús, que también perdió la brújula. Del juego y de la templanza. Tuvo un pequeño quiebre la primera mitad, cuando Lanús se mezcló en un renovado descontrol. Ya le ocurrió en los últimos minutos de la derrota contra River. Anoche, en Rosario, le sucedió otra vez. Araujo salta con el brazo elevado, justo por donde viaja el balón. Penal. Claro penal que marca el joven árbitro Andrés Merlos. Tarjeta amarilla para el ingenuo defensor. Protestas generales, ademanes, violencia verbal. Empujones y advertencias. Amarillas, también, para Somoza y Marchesín. El arquero está enloquecido. Protesta, se enoja y hace un gesto polémico, ese que sugiere cierto asalto. El juez no duda: lo echa inmediatamente. Sale Chávez, entra el pibe Andrada. Y largo tiempo después, Domínguez va a patear el penal. La pelota vuela tan alto que debe chocar con las nubes. El partido sigue 0-0, pero gana en intensidad. Con excesiva pierna fuerte.