Escribe Marcelo Torrez

En la amarga espera del prometido cambio de paradigma

La década ganada pasa sin pena ni gloria para Mendoza. Los mismos problemas, las mismas penas. Los últimos gobiernos, alineados con el kirchnerismo por convicción, elección o conveniencia, no han logrado transformar la matriz productiva. A Pérez se les esfuman los años de gestión sin avanzar en la industrialización que tanto ha pregonado.

Las elecciones de medio término del 27 de octubre redefinirán el escenario político y los alineamientos de cara a una larga transición de ¡más de dos años! en la que nadie puede hoy tener su futuro asegurado y mucho menos el lugar que ocupará hacia el fin del kirchnerismo, en el 2015.

Las PASO enterraron los sueños de reelección de la presidenta Cristina Fernández y se ratificará, por si algunas dudas quedan por allí, tras las elección que se avecina. Sin embargo, Cristina en la nación y Francisco Pérez en la provincia, seguirán contando con el poder de veto hasta el último día de sus mandatos, aunque para ambos, especialmente para la presidenta, se les vaya extinguiendo cada vez más su influencia para lo que vendrá.

Pérez, aún golpeado y debilitado, seguirá siendo la pieza más importante del oficialismo por donde podría discurrir la reconstrucción del peronismo postelectoral. Un peronismo disminuido, desde ya. Atrás habrá quedado su sueño del inicio de gestión de transformar una Mendoza, actualmente de base eminentemente agrícola, por una de base fuertemente industrial que incluya una reforma profunda de su matriz económica. Pero en lo político, al resguardarse en un kirchnerismo en retirada por convicción y lealtad a la presidenta, conservará la llave que los intendentes necesitan, sí o sí, para realizarse mínimamente en sus territorios, mantener a flote las expectativas de sus ciudadanos y alimentar la sed reeleccionista de muchos de ellos para el 2015.

En resumen, lo que le ocurre a Pérez con la nación y su sujeción a ella, aunque no reciba nada más que palos, ninguneos y disposiciones de ajuste, de la misma manera les pasa a los jefes comunales para con él. Para los caciques departamentales, desprenderse del gobernador, aunque la provincia no les dé nada, los condena a no tener, siquiera, una mínima esperanza.

Esto explica la posición de Pérez, aunque no lo exime de las críticas que le llueven por no asumir una actitud más enérgica en defensa de los intereses provinciales. Mendoza extraña, todavía, actitudes más firmes en contra de los permanentes abusos nacionales. El presupuesto nacional del 2014 dejará a la provincia, otra vez, al borde del colapso financiero con las modificaciones impositivas que impulsó la administración nacional. Además, se supone que el próximo año la nación seguirá estrangulando las finanzas locales a las que se las encaminará a sobrellevar todo el peso del ajuste.

Por eso es que no son descabelladas aquellas posturas que sostienen que el gobierno mendocino, perdido por perdido, debería hacer valer su voz, aunque más no sea por mínima dignidad. Pérez no es de esos. Posee, como sus antecesores, un estilo mesurado y prudente, esperanzado que más tarde o más temprano sea premiado con el impulso de obras de envergadura, como las hidroeléctricas en curso (Los Blancos, un ejemplo), o un apoyo real para destrabar emprendimientos que se cayeron sobre el fin del 2012 y que dejaron en un plano de absoluta desorientación aquellos sueños por un giro en el rumbo económico, como el que se pensó sería el frustrado proyecto de la brasileña Vale en la mina de sales de potasio de Malargüe.

En términos políticos, Pérez, por el escenario descrito, conforma a a su alrededor un ámbito de poder visible dentro de la interna peronista. Sin potenciales candidatos emergentes que se posicionen por su sucesión, todos y ninguno se verán con cierta chance. El gobernador no logró dominar en un puño al peronismo mendocino, pero lo mismo ha sucedido con los protagonismos internos que existen en el partido gobernante. Se han neutralizado unos con otros.

Ni La Corriente de Carlos Ciurca, ni el sector Azul de Mazzón y sus intendentes, ni Integración de los hermanos Félix del Sur, pudieron imponerse por sobre los demás. El clima adverso al oficialismo, ese humor social que los ha golpeado en las PASO y que se ratificaría en octubre, ha equilibrado, hacia abajo, todas las fuerzas en el partido que gobierna.

En ese contexto surge esa suerte de “paquismo”, o “el sector del gobierno” ostentando el poder por el mero control de la gestión. Ni mucho, ni poco, pero en medio de la sequía, Pérez puede creerse un factor determinante para la recomposición del movimiento frente a lo que viene.

La Mendoza que viene necesita sí o sí un cambio de paradigma, porque la administración que promedia su mandato no lo ha logrado; ni mucho menos la que precedió a Pérez, la de Celso Jaque. Ambos han compartido lo que para el kirchnerismo ha sido “la década ganada”. La provincia sigue estancada administrando sus escasos recursos líquidos en pagar sueldos (7 de 10 pesos con que cuenta se van detrás de ese objetivo) y sólo ejecutando no más de un 4 por ciento del presupuesto con que cuenta en obras públicas, las que en definitiva son las que movilizan la economía.

Los tres períodos de gobiernos K no pudieron terminar con la inercia que ha movido a Mendoza. Cuando se creía que la nación empujaría a ese cambio de paradigma que se espera de la provincia, ya fuera el humor, la falta de decisión política, los imprevistos y las urgencias frenaron el cambio de matriz económica, uno de los pocos caminos que le pueden garantizar a la provincia pelearle a la falta de oportunidades que existe en el campo y en los barrios marginales de los conglomerados de sus cuatro oasis.

LO QUE SE LEE AHORA
La Revisión Técnica Obligatoria (RTO) había subido de precio a fines de septiembre en la provincia de Mendoza y se preveía que volviese a aumentar en enero. 

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