Escribe Marcelo Torrez

El reino de la política estrambótica

Una presidenta dominada por la fiebre y furia tuitera, dinamita la esperanza del oficialismo mendocino de mejorar en octubre. Un jefe de gobierno, con intenciones de jugar en el 2015 en la nación. Pérez hace explícitos los problemas financieros y ya hay demoras en la coparticipación municipal y en el fondo sojero. Las cartas: de jugar con un ancho bravo a contar con sólo un cuatro.

La política de cabotaje, de vuelo corto y bajo, no da respiro. Resulta poco menos que un sueño, una quimera, poder imaginar que tras un resultado electoral adverso al oficialismo en todo el país, como en Mendoza, los asuntos de peso salten alguna vez a escena para protagonizar la agenda.

Cuando se creía que el rumbo de la administración del Gobierno nacional, con un dejo de marcado oportunismo desde ya, se corrigiera para concentrarse en asuntos de fuste, Cristina volvió a encenderse tras un breve período de "dulzura" para sumir, otra vez, en la desesperanza a muchos gobernadores, intendentes y otros dirigentes, en especial los del interior, que buscan con denuedo un giro, un cambio de actitud que les permita zafar de ese efecto negativo que está causando el gobierno, con un fuerte desgaste encima y más cuando aún restan dos años y fracción para el fin de su mandato.

Los tuits del miércoles de la presidenta, apenas llegaba a San Petersburgo, Rusia, dinamitaron la tenue esperanza de que se estaba frente a otra cosa, al menos, mas amable de cara a octubre. No fue así. Pero si lo de Cristina resultó ser la manifestación de más de lo mismo con críticas corrosivas hacia todo el mundo que dice que la acecha –actitud impropia para un jefe de Estado, o al menos, muy llamativa y particular–, lo del jefe del gobierno porteño, Mauricio Macri –de los dirigentes opositores uno de los cuenta con mayor proyección hacia el 2015–, junto a desesperanzador, ha sido demoledor para aquel ciudadano común que lo piensa como alternativa.

Macri, en una larga entrevista que le hicieron en Perfil el domingo último, fue quien lanzó la extraña revelación de que un misterioso y patético "circulo rojo" lo tentó a reunirse con los principales dirigentes peronistas opositores al kirchnerismo y que juntos lideraran un frente para terminar –se descarta que por medio de las urnas– con el ciclo de Cristina. Un disparate del líder del Pro, porque cuando en la semana se le pidió alguna precisión no supo, ni pudo, elucubrar una sola frase que esclareciera lo que le había dicho a Jorge Fontevecchia, el director de Perfil.

La Cristina de San Petersburgo y el Macri del "círculo rojo" hoy representan el tipo de dirigentes a los que la sociedad comienza a negar. A Macri no le fue nada bien en la Ciudad insignia del país. El panradicalismo (UNEN) le ganó en su territorio y con el kirchnerismo ya se sabe lo que ocurrió.

Estos episodios de las últimas horas, en especial esa indomable fiebre tuitera que se apoderó de la presidenta, desanimaron una vez más al oficialismo mendocino. Porque venía de hacer algunas cuentas de cara a octubre. En las reuniones de análisis que han mantenido los integrantes de la mesa de los cinco (Pérez, Ciurca, Abraham, Félix y Adolfo Bermejo) junto a los creativos que envió la fundación Gestar que preside el sanjuanino José Luis Gioja y donde pisa fuerte Juan Carlos Mazzón a través de su hijo Mauricio, se coincidió en un razonamiento curioso: que hay un 26-27% de mendocinos que se han manifestado abiertamente a favor de Cristina. Y que para octubre, con las correcciones a la campaña que se han ideado (mendocinidad al palo, cercanía con la gente en los barrios, intendentes poniendo todo y candidatos a concejales traccionando desde las bases), sumado a las medidas impositivas vinculadas al impuesto a las ganancias, el humor tornaría a un clima más benévolo con los candidatos del oficialismo.

La vuelta al costado más impropio del kirchnerismo, el estrambótico, vuelve todo a fojas cero. Los generales de esa mesa del peronismo mendocino, por mayoría, imaginaron tras aquella aparición de Cristina por TV en la que se la vio serena y calma, que el famoso clima del que todo el mundo habla comenzaría a dejar la zona turbulenta, la que más rechazo causa. Creían que, con un poco de imaginación, más las medidas que dejarán más plata en los bolsillos de cierta clase media, podría llegar a mejorar ese 26-27% que cosechó el oficialismo en las PASO, en medio de una tendencia nacional marcadamente anti gobierno. El sueño es llegar a los 30 puntos.

Sin embargo, la confusión ha vuelto y se convierte en tormento, por varias razones extra clima y por afuera del escenario nacional que compromete seriamente la campaña provincial. Pese a las declaraciones oficiales, pese a las manifestaciones de unidad conceptual en la estrategia de campaña, cada uno de los candidatos –al menos los dos más importantes Abraham y Félix– se encaminan a hacer una campaña por su cuenta en los territorios en donde son caciques. Abraham, concentrado en Guaymallén seguirá de la mano de Guillermo Giaquinta, el publicista a quien le cayeron encima tras el resultado electoral. Giaquinta quiso hacer foco en aquellas "diez leyes" de Abraham pero sucumbió, aunque seguirá con vida junto a Abraham. Giaquinta ya tiene un par de spot aprobados para la estrategia que se desplegará en lo que alguna vez se consideró "La Matanza mendocina". Con Omar Félix pasa lo mismo, aunque el hermano del actual intendente la tiene un poco mejor por haberle ganado a Cobos en San Rafael. Félix también desplegará su propia estrategia en el Sur, independientemente de lo que la mesa de los cinco, junto a los publicistas que aportó Gestar, decidan.

Pérez, al frente de la provincia, tampoco puede hacer un aporte positivo que lleve a flote a los candidatos. Los problemas de gestión afloraron con fuerza y lo llevaron a blanquear una situación financiera que lo está asfixiando, en medio de reclamos salariales y un paro en Salud, una de las áreas más sensibles. “Todos los días desayuno con Costa”, dijo Pérez a mediados de semana con lo que dejó en claro el estado de situación.

Su gobierno viene de pagar una cuota del bono Mendoza por 70 millones de pesos y hay vencimientos por otros 90 millones de dólares más. El déficit calculado es de 900 millones de pesos, y el próximo año los vencimientos serán de 1.000 millones de pesos. El blanqueo de lo que pasa le permitió cerrar cualquier respuesta positiva a las demandas de los gremios de la Salud, pero también le ha paralizado la obra pública. No sólo eso. Ya hay inconvenientes para pagar la participación municipal. No es grave, es cierto, porque la demora se cuenta en días en el envío de las partidas –dos o tres días–, pero es un síntoma. Y Pérez ya está hablando de ajuste, con eufemismos, claro, pero ajuste al fin. Muchos advierten que el plan de control de gastos que anunció esconde la posibilidad de recortes. Se verá.

En los municipios hay otros problemas, además. Varios intendentes, entre ellos el candidato Alejandro Abraham, debió viajar a Buenos Aires para desactivar una partida de 4 millones de pesos para el plan de asfaltado que lleva adelante. Otros jefes comunales han gastado los dedos llamando a más de un ministro de Cristina Fernández por lo mismo y por el fondo de la soja (un grupo de partidas que se giran automáticamente a las cuentas de los departamentos) porque en algunos casos la demora llega a los dos meses.

Pese a todo, el oficialismo se concentrará, ahora sí, admiten, en estar cerca de la gente de aquí a las elecciones. Las PASO quedaron atrás, pero dejaron certezas ya analizadas. Una de ellas es que por más que esfuerzo que se haga, el clima lo define el escenario nacional que no ayuda en nada. El vínculo se ha deteriorado. Las distancias entre la dirigencia dominada por el kirchnerismo y la gente es cada vez mayor. Pérez y su gobierno siguen siendo Cristina en Mendoza. Y con esa carta jugará en octubre y en los dos años que le quedan de gestión. Ayer fue un ancho bravo. Hoy, como en las PASO, apenas, un cuatro. ¿Cambiará la mano?

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