Se buscan ideas

Comienza una nueva elección en el país y en nuestra provincia, esta vez se vuelve a renovar el Congreso Nacional, las legislaturas provinciales y Concejos deliberantes.

Comienza una nueva elección en el país y en nuestra provincia, esta vez se vuelve a renovar el Congreso Nacional, las legislaturas provinciales y Concejos deliberantes.

 La campaña electoral tiene como función activar una predisposición latente, va a ir transformando esa tendencia en un voto cierto, concreto, emitido.

 Esa predisposición que tiene el ciudadano para uno u otro partido o candidato, se debería desarrollar en el campo de las ideas, de por qué debo votar a unos y no a otros. Y ahí empieza el verdadero drama de los ciudadanos.

 Una de las primeras formas de presentarse los candidatos en la sociedad se da a través de la cartelería electoral.

 Los carteles callejeros están muy lejos de ser una forma de comunicación ideal: no se prestan a la transmisión de mensajes complejos, y lo que es más importante, no siempre son efectivos.

 En este caso la práctica confluye con la teoría: el mensaje que contenga un cartel debe ser relativamente sencillo si se desea que sea inteligible, especialmente porque el tiempo de visibilidad destinado a ese medio es breve, los carteles se ven de un vistazo o cuando se transita en auto o colectivo. Por ello el cartel electoral debe ser creativo y rápido en el mensaje que se quiera transmitir. Este mensaje debe ser a su vez  simple, claro y comprensible.

 Los primeros carteles que hemos observado en la calle hablan de “...poner los puntos sobre las íes…”, “…ayúdeme a meterlos presos…”, “…para frenar a Cristina…”. Es decir no son  simples, no tienen un mensaje claro y no dicen nada de sus candidatos.

 Sobre la base de la bronca o del odio es difícil hacer una campaña electoral. En esta deben abundar las ideas de qué representa cada candidato en esta elección, que espacio buscará para diferenciarse de manera positiva del resto de los candidatos. Las campañas electorales modernas retoman el añejo principio de Epicureo, que desde hace más de 2000 años señalaba que el fin de la vida era lograr el bienestar y evitar el dolor.

 El argumento central de las campañas electorales se rige a partir del binomio AGRADO/DESAGRADO o BENEFICIO/PERJUICIO. “Ayudame a meterlos presos” no es un mensaje agradable o de beneficio, y “…poner los puntos sobre las íes…” no dice mucho más al respecto de una propuesta electoral y  “… para frenar a Cristina…” tampoco nos muestra qué pensamiento o propuesta tiene el autor de ese slogan.

 Una campaña que empieza sin ideas, sin propuestas concretas o reales.

 Se buscan ideas, esperemos encontrarlas.

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