En Brasil nadie lo puede creer. Si alguno pensaba que Carlos Amarilla era un árbitro localista, con los dos groseros errores que tuvo en el primer tiempo y que favorecieron a Boca lo dejó de penar.
En Brasil nadie lo puede creer. Si alguno pensaba que Carlos Amarilla era un árbitro localista, con los dos groseros errores que tuvo en el primer tiempo y que favorecieron a Boca lo dejó de penar.
La primera jugada fue una clara mano de Marín adentro del área. El defensor le pegó un cachetazo a la pelota, sin embargo, Amarilla no cobró nada y amonestó a Emerson Sheik por protestar.
En la segunda, la culpa fue de su asistente que cobró un inexistente offside de Romarinho que anuló el gol que había convertido.