Best sellers o clásicos, esta época es ideal para leer lo que quedó pendiente en el año; tiempo disponible y evasión, las claves que definen la lectura estival.
¿Un thriller ? ¿Un policial? ¿Una historia de amor? ¿Esa trilogía de kilo y medio que se pasaron de mano en mano familiares y amigos? ¿Algo amable y llevadero, que pueda mancharse con mate? ¿O algo que requiera tirarse boca abajo durante horas y no levantar la vista ni siquiera para abanicarse? La pregunta es: ¿qué leemos en verano los argentinos? Mejor dicho, ¿cómo leemos durante este oasis sabático en el cual todo parece posible? Ahí donde la rutina laboral da un respiro, las horas pasan más lentas y el placer acaricia los talones, un mismo criterio determina qué títulos irán en la valija. A saber: tiempo, divino tesoro.
La más evidente es la inercia misma del mercado, que lleva derechito al ranking de más vendidos. "La idea editorial del verano es variedad, pero lo que más se lee son best sellers -dice Florencia Ure, jefa de prensa de Random House Mondadori-. Por un lado, las editoriales potenciamos ahí donde nos fue bien, y por otro, muchos se guardan los libros que compraron o les regalaron durante el año. Entonces es cuando uno empieza a ver en la playa Disposición final , de Ceferino Reato, o la novela de Magdalena Ruiz Guiñazú, La casa de los secretos , que estuvieron en la lista de los más vendidos desde hace meses, o más de un año."
Pero la cosa no termina ahí. Arriesgando una suerte de "tipología de lectores", Ure se anima a ampliar el concepto. Están, por un lado, los que se llevan los libros desde su casa: ya sea el best seller que les regalaron, ya sean los clásicos pendientes que pueden ir de Proust a García Márquez. "Son los que aprovechan sus días libres para recuperar lo que no leyeron... ¡en la vida!", bromea Ure. Esos que apuestan (en vano) a transformarse en el lector ideal, el que les gustaría ser. "Muchas veces se quedan sólo en la intención, porque se llevan los siete tomos de En busca del tiempo perdido y no los liquidan en quince días, pero los llevan con la ilusión de hacer todo eso que hasta ahora no hicieron. Son como esos compulsivos que en Buenos Aires se comen todo y en las vacaciones salen a correr a la mañana; esos que creen que en una semana pueden ser otros para siempre."
También están los lectores de sagas, que se apasionan con una y no paran (de la trilogía Cincuenta Sombras de Grey , de E.L. James, a Los hombres que no amaban a las mujeres , de Stieg Larsson, o el reciente Juego de tronos , que ya va por el quinto tomo) y están quienes leen un solo libro, y lo hacen durante sus vacaciones. "Sólo ficción y de lectura ágil", señala Ure. "Compran un libro al año, y en verano. Muchos, de hecho, lo compran en el lugar de veraneo. Por el contrario de lo que pasa en la ciudad, son bastante influenciables por el librero."
EL MOMENTO DE LAS COMPRAS
Y sí, no es lo mismo comprar en la ciudad, rodeados de caos, estrés y tránsito, que hacerlo con la brisa del mar como telón de fondo. Hay algo así como una cuestión de actitud: en ojotas y descansados, tenemos una predisposición diferente. "Si compro antes de irme voy más organizado, con todo definido. Pero ya en los lugares de veraneo me meto en las librerías sin saber, a ver qué hay. Muchas veces tengo la fantasía de encontrar cosas que en Buenos Aires no veo", cuenta Julián Troksberg, un guionista de 37 años, desde la puerta de El Ateneo. Aunque alguna vez, en una librería chiquita de la costa, encontró en la vidriera la biografía de Julio González, el único civil que estuvo en el helicóptero con Isabel Perón el mismo día del golpe del 76, ahora quiso ir a lo seguro y llevarse el material desde acá. En la bolsa, se ve Christine, el clásico de Stephen King que tenía pendiente.
En Mar del Plata, Cariló y Punta del Este, por nombrar algunos enclaves del descanso porteño, los lectores se arriesgan confiando en la red de contención del librero. Al menos eso sostiene Damián Ale, dueño de la librería Puro Cuento, de Mar del Plata, y columnista cultural en FM Brisas. Dicen los que saben que nadie como él para asesorar a quienes, una vez ahí, deciden aprovisionarse de lectura fresca. "Hay muchos que aprovechan el verano, o sus vacaciones, para intensificar esta práctica, y en muchos otros casos, tal vez la mayoría, buscan géneros como autoayuda, ensayos periodísticos o temáticas ligadas al espectáculo para distraerse y leer sin tanta concentración", cuenta Ale.
Pero todavía está a tiempo de cambiar el rumbo y retomar la ficción, género que suele ser una constante cada vez que se va de vacaciones. ¿La nueva elección? Cincuenta sombras más oscuras , segundo tomo de la trilogía erótica de la británica E.L. James. "El verano hace que mucha gente que no es lectora se acerque a la literatura y busque distraerse con libros más populares", dice Ale. Así es como varios autores que acaban de editarse van a tener duración durante estos meses, ya sea por su trayectoria, ya sea por su explosión en los medios. Hasta ahora, los títulos que más venden en la ciudad feliz son la trilogía de Grey; El tango de la guardia vieja , de Arturo Pérez-Reverte; los Cuentos Completos , de Fontanarrosa; el Horóscopo Chino, de Ludovica; Toda la verdad y nada más que la verdad , de Luis Ventura, y Lanata , de Luis Majul.
María Rosa Morales, dueña de Libros del Encuentro, en Cariló, señala por su parte que los géneros que más salen en vacaciones son los ensayos, los libros de suspenso, las novelas románticas y la narrativa en general. Pero a contramano de Mar del Plata, ni ella ni su hija Ingrid, a cargo de la sucursal de Villa Gesell, notan una gran diferencia con el resto del año. "El único cambio es la tranquilidad de la gente para elegir los libros y comentarlos con nosotras; nos piden que los ayudemos a buscar algo nuevo, pero del estilo de cosas que acostumbran leer", dicen.
Bien distinto es el caso de las librerías porteñas, a las que los lectores llegan con la lista de recomendaciones de amigos o de todo eso que fueron recopilando sobre la base de reseñas de suplementos culturales. Mucho más expeditivos y seguros de sus decisiones, compran de cinco a ocho libros para llevarse a sus respectivos destinos. "Lecturas de verano, y lectores de verano, son dos cosas distintas", enfatiza Natu Poblet, a cargo de la librería Clásica y Moderna. "Nuestros clientes son, en general, profesionales que solían ser ávidos lectores, pero que crecieron tanto en sus carreras que tienen cada vez menos tiempo para leer", señala. Llegan con las reseñas recortadas, o le piden a ella, con años de oficio encima, que los oriente según sus gustos ya definidos. "No se guían por el best seller , buscan el libro de calidad que no llegaron a leer", señala Poblet.
Lo último que vendió: La fragilidad de los cuerpos , de Sergio Olguín; Libertad , de Jonathan Franzen, y los Cuentos, de Silvina Ocampo. Algo parecido sostiene Esteban Sauer, librero de Eterna Cadencia. "En general, quienes compran libros para llevarse a las vacaciones saben muy bien qué quieren y hacen foco en dos cosas: que no sea una lectura densa y que no tenga factores sociales ni políticos, algo llevadero, así pueden tomarse un descanso en todo sentido", explica.
DESTERRAR PREJUICIOS
"Llevadero": ésa es la palabra que se repite una y otra vez. Y liviano y entretenido: adjetivos que engloban al libro de verano y que, involuntariamente, instalan el prejuicio de la lectura "boba", "pasatista" o, como dicen muchos con dejo peyorativo, "fácil". Pero ¿desde qué lugar se juzgan las elecciones ajenas? En un país donde la lectura de libros por placer llega al 84%, según la Encuesta Nacional de Hábitos de Lectura, tal vez convenga pensar el verano como una oportunidad para despuntar esa actividad que nos representa (y cómo).
Alta literatura o zapping literario: todo vale a la hora de recostarse en la arena. "Muchas veces la lectura de verano suele ser vista como tonta, pero yo creo que es un juicio de valor ridículo, porque la gente lee cuando puede. Por otra parte, ¿qué es lectura de verano? Básicamente, las vacaciones son el momento en el que las personas pueden leer tranquilas porque tienen tiempo", plantea Ignacio Iraola, director editorial de Planeta en la Argentina. "Es cierto que en semanas de relax se eligen libros que se asocian con el divertimento; ahora, te puede divertir el libro más básico o el ensayo más riguroso. En verano se lee de todo porque hay más tiempo y menos presiones. Podés leer una novela rosa o las memorias de Churchill", plantea. De ahí que el criterio de publicación de Planeta sea una oferta ecléctica para todo público. Iraola señala que estos meses funcionan para la industria editorial como la Feria del Libro. ¿O sea? Se venden todos los géneros. Desde hace dieciséis años, además, ellos llevan adelante el ciclo "Verano Planeta" en Mar del Plata y Pinamar, para acercar autores conocidos a un público masivo. Federico Andahazi, Guillermo Saccomanno y Felipe Pigna son algunos de los que estarán este año.
La conclusión que se impone es que el tiempo de ocio invita a todo tipo de lecturas; el abanico de opciones crece y sólo hace falta un bolso grande para cargar los libros que cada uno quiera. Total, lo que no llegue a leerse quedará para el resto del año. O para el verano que viene.