Se espera la sentencia

Juicio por Guadalupe: piden perpetua para el matrimonio, y 6 años y 8 meses para la madre

La pena máxima cayó sobre Dora Videla y Miguel Ángel Riquelme, mientras que la madre de la pequeña está acusada de abandono de persona.

Por Sección Policiales

En el comienzo de la lectura de los alegatos, el fiscal Fernando Rodríguez pidió prisión perpetua para Miguel Ángel Riquelme y Dora Videla, principales sindicados por la muerte de la pequeña Guadalupe Di Falco. Mientras que para la madre, Débora Di Falco, solicito 6 años y 8 meses de prisión.

La hora de la verdad –o de la verdad de los jueces, que hablan a través de su veredicto– llegó para los acusados por el asesinato de Guadalupe Di Falco, la nena de cuatro años que fue maltratada hasta morir, el domingo 12 de setiembre de 2010. Hoy, exactamente dos años, tres meses y dos días después del homicidio, luego de los alegatos del fiscal de Cámara y de los defensores de los acusados, los jueces de la Cámara del Crimen Nº 2 de San Luis leerán el fallo en el que decidirán suerte y destino de Dora Alejandra Videla, Miguel Ángel Riquelme y también de Débora Di Falco, la joven mamá de la nena fallecida, procesada por abandono de persona. Todos tuvieron la oportunidad de declarar y todos, a su turno, hicieron uso de ese derecho.

La primera en hacerlo fue Débora, el día del inicio del debate. Cuando entró en la sala, esa joven de 22 años guardaba poco de parecido con aquella cuyas fotos se divulgaron en diarios tras el homicidio. Allí, en esas imágenes que había subido a su cuenta en Facebook, estaba más rellenita, con el rostro cargado con maquillajes estridentes, con ropas ceñidas y en poses provocativas. Su cabellera lucía rubia, colorada, negra azabache.

A la primera audiencia llegó a cara lavada, con los cabellos recogidos y casi en su tono natural, castaño claro. Tenía jeans, zapatillas y un buzo negro. Está más delgada y demacrada. La sombra de sus ojos se acentuaba mucho más cuando lloraba. Y lo hizo en reiteradas oportunidades, durante su propia declaración y al escuchar el relato de otros testigos.

De los tres acusados, Débora es quien tiene más apoyo entre los asistentes. Mujeres de organizaciones que bregan por otras que están en situación de vulnerabilidad han estado en las audiencias y acompañaron a Débora en los pasillos cuando éstas concluían o la contenían cuando salía, quebrada por el llanto.

La fiscal de instrucción Sonia Fernández de Vargas consideró que la joven tuvo responsabilidad penal en el desenlace. Opinó que pudo figurarse que la pequeña podía sufrir un “daño atroz” y sin embargo la puso en situación de riesgo, al dejarla en la casa de Riquelme y Videla. Por eso pidió que sea condenada a 12 años de cárcel por abandono de persona agravado por el vínculo y el resultado.

Otros están convencidos de que Débora es una víctima más, y que, por ende, debe ser absuelta. Al declarar, contó que sufrió el temprano abandono de su madre, Graciela Di Falco, y que eso se repitió en los años venideros. Dijo que su niñez estuvo marcada por las carencias materiales y de afecto, que a los seis años estuvo en un hogar de tránsito y que volvió pasar por eso cuando era adolescente.

Para ese entonces, ya había comenzado a prostituirse, a sabiendas de su madre. Y aunque no responsabilizó de modo directo a Graciela de explotarla, la joven dio a entender que la mujer vivía de ella, que la buscaba o regresaba cuando necesitaba de su dinero, que ganaba vendiendo su cuerpo.

Quienes ven en Débora un ejemplo de la vulnerabilidad interpretan que su experiencia de vida, las necesidades y el agobio que éstas producen la pusieron en situación de riesgo a ella y también a sus dos hijas. Y entienden que tanta fragilidad dejó a Guadalupe muerta, a Fátima, –la bebé que tuvo Débora – con otra familia, y a la joven, sentada en el banquillo, sin hijas.

Videla fue la menos imperturbable, o la menos expresiva de los tres acusados. No se quebró, no hizo muecas, eligió permanecer en la sala cuando declararon sus propios compañeros de causa y no se inmutó al escuchar testimonios que no la dejaban bien parada. Siempre permaneció tranquila, como si aquello que se ventilaba nada tuviera que ver con ella, con la vida que llevó en la casa de la calle Los Inmigrantes junto a su pareja, sus hijos, Débora y Guadalupe.

La mujer dijo que vio cómo su marido maltrataba a la nena con frecuencia. Contó que lo vio pegarle varias veces. E inclusive aseveró que el hombre solía meter a la criatura en un tacho y que la golpeó con un chicote porque le molestaba que se hiciera pis encima. Si cabe la posibilidad de que Videla haya sido una simple testigo de los tormentos a la nena –al menos eso quiso dejar entrever en su declaración–, su inacción la convirtió en cómplice. Nunca denunció lo que pasaba, ni pidió ayuda o puso a salvo a la menor.

Por consejo Carlos Salazar, su defensor, Riquelme fue el último en declarar. Negó haberle causado algún daño a la pequeña. Y le endilgó toda la responsabilidad a su mujer. Explicó que Alejandra atormentaba a la nena porque la rechazaba por los celos que sentía de Débora, su mamá.

En su acusación, Fernández de Vargas consideró que Videla y Riquelme comparten responsabilidad en el trágico final. Opinó que son coautores de homicidio calificado por la alevosía y el ensañamiento. Y pidió que ambos sean condenados a prisión perpetua.

Fuente: Diario de la República

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