La evolución de las vacunas es la historia de la Humanidad

Por Myriam Ruiz

Con casi 4 millones de personas contagiadas -que deberíamos multiplicar por 3- y más de 76 mil muertos por covid, Argentina se apresta a enfrentar lo que puede ser el invierno más duro de su joven historia. La pandemia, que va camino a convertirse en la peor que ha afectado a la humanidad, se mueve a través del mundo acompañando el cambio de temporadas, del frío al calor y del calor al frío. Casi como fuera un maravilloso juego de dominó, con distintos relieves y colores, los países van cayendo bajo el influjo de este virus que, aparentemente, llegó para quedarse.

Y mientras Argentina se transforma en el epicentro actual del coronavirus, con 40 mil contagios diarios y un promedio de 500 decesos, la esperanza crece a medida que llegan nuevos y múltiples cargamentos con vacunas anti covid desde distintos puntos del planeta.

Este lunes llegarán 2,2 millones de dosis de Astrazeneca, la vacuna de Oxford que se sumará a los 5 millones de vacunas que llegaron durante esta semana. Con todo ello, Argentina alcanzará las 17 millones de vacunas. Además, en la primer semana de junio arribarán 2 millones de dosis de Sinopharm y Rusia ha comprometido cada 4 o 5 días envíos de la Sputnik V.

Así las cosas, de un lado están millones de argentinos que aún esperan recibir la vacuna anticovid, ante la escalada imparable de contagios y la presencia de cepas letales como la Manaos o la británica -de prevalencia en varias provincias-. Y del otro lado gente loca, demente, que se atreve a hacer campañas de desprestigio contra la vacunación y mete miedo a quienes les falta información. 

Pues, es bueno saber que a lo largo de la Historia siempre hubo teorías conspirativas contra las vacunas. Aún contra aquellas que salvaron a nuestros ancestros de extinguirse como especie. Y no es broma.

La historia de las vacunas comienza en el siglo VII, cuando monjes budistas de la India bebieron veneno de serpiente buscando inmunidad contra lo que era una plaga. Luego, en el siglo XI ya se encuentran médicos que, ante la peste de la viruela, introducían la enfermedad en niños (a partir de llagas de enfermos) para que formaran anticuerpos e ir inmunizando a la población.

Hace apenas más de 200 años, el médico Edward Jenner observó en la vieja Inglaterra que algunas mujeres que ordeñaban vacas parecían estar protegidas de la viruela; esto porque habían sido infectadas por el virus mucho menos peligroso que ocasionaba la viruela bovina.

La viruela de las vacas era diferentes a la humana, pues no daban los mismos síntomas letales, pero era lo suficientemente parecida como para crear inmunidad.

Jenner hizo un primer ensayo clínico en 1796 con el hijo de 8 años de su jardinero. El científico recogió pus de una mujer lechera y lo puso en el brazo del niño, que previamente había arañado con una aguja. Meses después, intentó infectar al niño con una viruela de humano, y este no se infectó. Dos años más tarde, Jenner publicó los resultados en un libro que fue una sensación en Inglaterra. Para 1801, 100 mil personas se habían vacunado utilizando el mismo método.

Después del descubrimiento de Jenner, los investigadores apostaron por aislar los virus de enfermedades ya conocidas, intentando probar que estas no se generaban espontáneamente en el cuerpo humano, sino que había patógenos que entraban al cuerpo y producían la enfermedad.

El siguiente avance importante ocurrió casi 100 años después cuando el Dr. Louis Pasteur, demostró que la enfermedad se podía evitar al infectar a los humanos con gérmenes debilitados. En 1885, el Dr. Pasteur utilizó una vacuna para prevenir con éxito la rabia en un niño llamado Joseph Meister que había sido mordido por un perro con rabia.

La lista de enfermedades graves que se han erradicado o cuyas cifras se han reducido dramáticamente por las vacunas, continúa aumentando, desde las paperas hasta el sarampión, desde la rubéola hasta el tétano.

Proteger a las personas de enfermedades no dejará de ser una acción prioritaria , la innovación científica tiene la posibilidad de salvar miles de vidas e incluso, erradicar enfermedades para siempre. Los patógenos conviven con el humano y eso es algo que no se puede cambiar, pero la ciencia se adaptará, buscará soluciones e innovará para proteger a la humanidad como lo lleva haciendo por más de mil años.

Y es que, es bueno saberlo. Cada año, la inmunización evita una cifra estimada de 2,5 millones de muertes entre niños menores de cinco años. Eso solo, debería ser suficiente. 

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