Opinión

Liderazgo y Empresa: Está mal lo que hizo ¿Qué hacemos?

Por Eduardo Press.

Un joven pregunta a un anciano:

- ¿Se acuerda de mí?

El anciano contesta que no. El joven dice "Fui su alumno".

El profesor pregunta:

- ¿Qué estás haciendo?

- Soy profesor

- Ah, qué bueno ¿Como yo?

- Sí. Me convertí en maestro porque usted me inspiró.

Entonces el profesor le pregunta cómo fue eso y el joven le cuenta la historia:

"Un día, un amigo mío, también estudiante, llegó con un hermoso reloj nuevo y decidí que lo quería para mí. Lo robé, lo saqué de su bolsillo. Poco despues mi amigo notó el robo y se quejó a usted, que era nuestro maestro.

Ud. se dirigió a la clase diciendo:

- El reloj de su colega fue robado. Quien lo robó que lo devuelva.

Yo no lo devolví, no quería hacerlo. Ud. cerró la puerta y dijo a todos que se pusieran de pie y que iría a uno por uno para buscar en los bolsillos hasta encontrar el reloj. Pero aclaró que los estudiantes debían mantener los ojos cerrados mientras Ud. lo hacía.

Todos cerraron los ojos y usted fue de bolsillo en bolsillo. Cuando llegó al mío encontró el reloj, lo tomó y continuó buscando en todos. Cuando terminó, dijo: Abran los ojos, ya tenemos el reloj."

No me dijo nada ni dijo quién había robado el reloj.

Fue el día más vergonzoso de mi vida y Ud. salvó mi dignidad para siempre. Nunca dijo nada ni mencionó el episodio, pero me dio una gran lección moral. Recibí el mensaje y entendí que esto es lo que debe hacer un verdadero educador

¿Se acuerda de ese episodio, maestro?

Y el profesor responde:

- Recuerdo la situación, el reloj robado, que busqué en todos los bolsillos, etc. Pero no te recordaba, porque también cerré los ojos mientras buscaba.

Esto me recuerda a algo que pasó hace 20 años. Estaba dando un curso presencial de "como mejorar las relaciones humanas en el trabajo" y pide la palabra uno de los gerentes que participaba.

Contó que en su empresa descubrieron que uno de sus empleados se infiltraba de noche para utilizar una de las pocas computadoras disponibles. ¿Para seguir trabajando después de hora? No precisamente. Utilizaba ese momento para ver porno (antes no había computadoras e internet en todos lados). El participante comentó que su decisión fue ponerlo en evidencia con sus compañeros y superiores, haciendo público su comportamiento. Para cerrar la anécdota, y con un tono un tanto despectivo, agregó: "cómo es la gente, nos hizo una demanda legal después de lo que hizo".

Después de escuchar los comentarios del resto expresé mi opinión sobre el episodio. Tuvimos un punto de acuerdo: la acción del empleado era sancionable. Aclarado ese punto le pregunté por qué se sorprendía de la demanda legal, si lo que había hecho él era terriblemente humillante para el otro. No sólo como empleado, si no como persona. Sancionar y humillar no son lo mismo.

¡Qué contraste entre ambas historias!

Esto merece una reflexión sobre qué es beneficioso hacer tanto para la empresa como para las personas. ¿Cómo conviene que actúe el líder de una organización? ¿Qué se hace frente a un error, una falla, una falta grave? ¿Qué preferimos hacer, sancionar, humillar o educar?

En muchas de mis últimas notas insisto en la función educadora que cumple un líder en una empresa, sea el dueño, el CEO, un gerente general o cada uno de los que dirige personas.

Por supuesto que la educación es una función primordial de la familia y la escuela, pero también en la empresa. A través de la educación se transmiten los valores, columna vertebral de una organización..

¿Por qué?

Porque educar es el arte de enseñar a los otros a ser mejores personas, estén en el lugar que estén, cualquiera sea su tarea. Agrega valor porque ayuda a construir una empresa mejor y logra que las personas quieran trabajar ahí por convicción y no por sólo el salario.

Un verdadero líder, seguro de sí mismo, confía en que no es necesario humillar a nadie para lograr que mejore en su conducta. Saberse apreciado y querido mueve a arrepentirse y obrar bien. Establecer claramente que se puede y que no se puede a través de acciones persuasivas genera mejores resultados. Un viejo axioma dice "se cazan más moscas con miel con hiel".

Al contar estas historias sólo quiero resaltar algo fundamental: se educa a través de la confianza, el respeto y del ejemplo. Esto lleva más fácilmente al cumplimiento de las normas, los procesos y disminución de las fallas. En cambio, el miedo y la amenaza genera personas obedientes, lo cual también quiere decir: chau ideas creativas, chau compromiso, chau cualquier tipo de proactividad.

Amigo lector, ¿cómo quisiera ser recordado? ¿como el profesor que encontró el reloj o el gerente que humilló al empleado?

*En colaboración con la Lic. Sofía Florín. Especialistas en Psicología Organizacional.

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