Opinión

La muerte puede esperar

Por Myriam Ruiz.

Esta semana, la historia de Gastón impactó a los mendocinos. Un joven que ya había perdido a su papá por covid el año pasado en Mendoza y luego le tocó transitar, a él, por la unidad de terapia intensiva del Central. Su recuerdo del terror y del dolor, mientras sobrevivía aferrado a un aliento de oxígeno como único cable a tierra y mientras veía cómo fallecían los pacientes en las camas a su alrededor. 

Qué tragedia la que se ha cernido sobre nuestras existencias. Los vikingos y los galos creían que el cielo era como un gran techo suspendido sobre la Tierra y, por ello, cuando pensaban en lo peor que podía pasar era justamente "que el cielo caiga sobre nosotros".

Pues bien, el cielo ha caído sobre nosotros.

Días atrás, mientras abrazaba a dos de mis sobrinas, las más chiquitas, a través del helado vidrio de una ventana (¿queda claro?... ellas de un lado del vidrio, con sus papis; nosotros de este lado, llevando provisiones para su aislamiento), pensaba justamente en lo dolorosa que está resultando esta década.

Los niños se adaptaron el año pasado al encierro como pudieron, y este año nuevamente nos dan lecciones de vida cada día cuando se calzan el barbijo, toman los útiles y allá van, a las escuelas, a ver a sus amigos... pero con todos los cuidados.

Nosotros, hijos de décadas de libertad y libertinaje, levantamos carteles de enojo a lo que sea y lo que venga: ¡No al encierro! ¡No cierren las escuelas! ¡Cierren las escuelas! ¡Prohibido prohibir...!

La humanidad está librando una de sus más grandes batallas. No es la primera, ni será la última. Pero sin dudas ES la que nos ha tocado en suerte a nosotros.

Las cifras de los contagios en Mendoza son escalofriantes. Baste saber que hay hospitales que ya están internando pacientes en sus quirófanos porque ya no tienen camas disponibles con oxígeno.

La postal de hospitales con pacientes internados hasta en los pasillos está a vuelta de hoja.

No creo que dar cifras o porcentajes de internación en camas UTI aporte nada significativo. Los convertimos en número y eso hace que nos vayamos acostumbrando al desvarío. Y, sin embargo, cada cifra que conocemos de contagios o internados son padres, madres, hijos, hijas; en fin, mendocinos que enferman. Algunos lo pasarán medianamente bien; otros muy mal; y otros simplemente no lo pasarán.

Y si algo hemos aprendido en la vida es que sí hay diversas formas de morir: las muertes por largas enfermedades, esperadas; aquellas que llegan sin aviso y son como una puñalada al corazón, las muertes por accidentes; la muerte a manos de otros, esa no entra en ninguna categoría del adiós, son simple y crueles asesinatos, femicidios, infanticidios y no deberían ocurrir.

Pero la muerte por covid aparenta ser una categoría nueva: siempre inesperada, atroz, inexplicable... millones de personas han visto en este año y medio de pandemia ingresar a sus seres queridos a un centro de internación, y ya no los vieron nunca más.

La Parca -convertida en Súper Parca gracias al virus- va llevándose a gente que alguien amaba. Ocurre en la más oscura soledad aunque, gracias a Dios, la muerte en este caso debe librar una batalla también: debe batirse a duelo con los médicos que defienden a capa y espada cada vida que llega a sus cuarteles blancos.

En esta época de desdicha, los adioses se multiplican en las redes sociales. Y allí aparece tu vecino de antaño; aquella maestra que hace tanto no veías; nombres que conocías; gente que alguna vez se cruzó en tu vida y dejó alguna pequeña huella... y que hoy te enterás que ya no está.

Y la gente va tejiendo ese duelo como si fuera un enorme atrapasueños en el intento de que ese nombre, esa historia... no se vaya tan rápido de nuestras vidas.

Épocas difíciles de entender, mis queridos. Época que quedará en la huella genética de nuestra generación como algo que nos hizo cambiar, seguramente nos hizo frenar la locura del día a día, y también seguro aún no sabemos cómo impactará en la evolución futura de la vida sobre la Tierra.

Mientras vos desayunás allí, escuchando esto. Yo te digo... las pocas armas que tenemos contra esa Parca disfrazada de coronavirus ya las conocés. USALAS... cuidate y cuidá a los tuyos; llenate de sol y de naranjas, cada día; hacé ejercicio dentro de tu casa, o caminá unas cuadras bien provista de barbijo; reí; cantá; mirá comedias...

No te quedes a un lado del camino. Hoy la muerte puede esperar. 

(Editorial de Myriam Ruiz en Cielos del Sur - LV23 Radio Río Atuel - Medios Andinos) 


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