Opinión

Los números que no cierran

Por Marcelo López.

Por Marcelo López Álvarez

Si algo nos dejó la semana pascual es una notable centralidad de los números. La disparada de casos positivos de COVID no solo son una preocupación para la salud publica sino también para la economía y la sociedad. Los otros dos indicadores que acompañaron estos días fueron el crecimiento económico y pobreza (expresados en orden cronológico de aparición no de preocupación).

Desde hace varias semanas plantemos la idea que uno de los desafíos del Gobierno es poner en marcha la polea de transmisión entre los números del crecimiento de la economía y la realidad del trabajo y el bolsillo de los ciudadanos. La profunda diferencia entre los extremos quedo, más que nunca, plasmada al conocerse indicador de pobreza del segundo semestre del 2020 que elabora el INDEC.

Desde la técnica económica y la política seguramente se podrán ejercer mil explicaciones sobre el insostenible 42% de argentinos por debajo de la línea de pobreza que el instituto estadístico sitúa en 18700 pesos por adulto y en 58 mil para una familia tipo. Que poco más del 30 por ciento de los hogares subsistan por debajo de esa línea no es solo una estadística, es una visión palpable en la calle con la vuelta de muchos hombres y mujeres cartoneando o pidiendo en las esquinas, en las mesas de café o timbreando en los barrios.

Todo lo que se pueda decir desde el Gobierno (la oposición debería llamarse a prudente silencio después de la pandemia económica que dejo en sus cuatro años de gobierno) puede ser cierto. Que la pandemia, que si el Ejecutivo no hubiera actuado como actuó en este inesperado 2020 la pobreza hubiera trepado al 50% etc etc. Pero nada puede justificar que los números de pobreza lleguen a esos valores.

La crisis económica de la pandemia dio una referencia del pésimo estado en el que estaba la producción argentina después del Gobierno de Mauricio Macri. Las estadísticas públicas y privadas muestran una recuperación de los valores no solo prepandemia, sino en algunos casos hasta mejores que en la última parte de la gestión del PRO y la UCR pero, como expresamos, la cadena de transmisión de esas mejoras no aparece. Los más optimistas aseguran que se podrá ver en las estadísticas del primer semestre de 2021. Sin embargo, abrir un espacio de razonable duda sería prudente.

El 1.9 de crecimiento de la economía en diciembre, informado por el INDEC, significo el noveno mes de crecimiento consecutivo y la actividad que refleja en EMAE (Estimador Mensual de Actividad Económica) está a poquito más de un punto de alcanzar los niveles de febrero 2020 (último mes de actividad normal antes de la pandemia).

Al abrir las planillas de los indicadores del INDEC se ve que crecieron fuertemente actividades como la pesca, el sector financiero y la industria. Mientras que las actividades que son las que más rápidamente trasladan la mejora de la economía a los ciudadanos por su masividad en la creación de empleo formal e informal como Comercio y las que integran el rubro servicios o apenas crecieron bajo la media o siguen registrando fuertes caídas.

La necesidad de poner en marcha esos sectores productivos que son los que aportan muchísima mano de obra y empleo y por lo tanto motorizan el consumo se choca con otro de los grandes problemas que el Ejecutivo aún no logra controlar y da la pelea, frente a un grupo que no está dispuesto a resignar un céntimo.

El combate por los precios en las góndolas y mostradores argentinos sigue siendo el juego del Gran Bonete, nadie tiene la culpa, pero hay una pista; la reacción de la COPAL frente a la decisión del Ejecutivo de pispear, ni siquiera intervenir, la formación de precios, producción y stock es toda una señal. La abuela diría que llegaron las visitas con la casa sucia.

Los ciudadanos que conviven con las economías regionales a diario y que son parte de nuestro sustento o medio de vida sabemos bastante bien lo que pasa en las cadenas de comercialización. A cuánto se le paga un kilo de durazno o de tomate al productor y a cuánto llega a la góndola.

El rebrote de casos de COVID dando por sentado que llegó la tan mentada segunda ola, supone un desafío extra para un Gobierno que está solo en la lucha contra la pandemia. La actitud de la oposición política y las famosas minorías intensas dista mucho de ser calificadas de humanitarias, hasta darían la sensación de que apostarían a un caos sanitario de nuestro país.

Administrar esta segunda ola con los conocimientos adquiridos en el 2020 y tratando de cerrar los menos posible las actividades económicas es un reto para el que nadie en el mundo tiene respuesta. Las medidas tomadas por países como Chile y Francia -entre otros- dan una idea de que a pesar de llevar un año conviviendo con el virus, y mientras la vacunación avanza a paso lento en el orbe, no aparecen otras opciones para dar la batalla que los cierres y confinamientos.

Cómo hará el Gobierno para manejar los meses que vienen de altísima tensión es un verdadero interrogante al cual (como al virus) habrá que encontrarle respuesta día a día. 

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