Periodistas, cantantes y artistas cuentan historias de inequidades en un libro

 Por Mercedes Ezquiaga

Reflexiones y experiencias personales de actrices, músicas, escritoras, pintoras, periodistas, cineastas, bailarinas, poetas, gestoras culturales, payasas, murgueras y mucho más se reúnen en el flamante lanzamiento de dos tomos "De la cultura al feminismo", que busca visibilizar inequidades en el ámbito local y repensar cambios en las prácticas de cara a políticas públicas.

Compilado por la investigadora Marcela País Andrade y la comunicadora Belén Igarzábal, el libro publicado por RGC Ediciones reúne cuarenta capítulos donde relatan vivencias propias la periodista Mariana Carbajal, la cantante Paula Maffía, el colectivo de artistas nosotras Proponemos (nP), o la actriz y dramaturga Azul Lombardía ("Según Roxi").

"El libro nació para indagar cómo estaba el campo cultural en relación a la perspectiva de género. Invitamos a mujeres, diversidades sexo genéricas, varones trans, diferentes personas, a responder una serie de preguntas -que estructuren cada texto- sobre el espacio de trabajo en relación a una perspectiva de género. Y así se armó un colectivo de voces", explica a Télam la una de las compiladoras, la comunicadora Belén Igarzábal.

"Queríamos indagar en el campo cultural en Argentina en relación a esta perspectiva que aborda inequidades, violencia simbólica, física, discriminación, estereotipos, pero también luchas y logros, y muchos desafíos por delante", se entusiasma la compiladora.

La colorida tapa de estética cumbiera y en colores flúor juega con esa idea del póster callejero, pegado en una pared de manera apresurada, de esos que anuncian novedades inminentes, aquello que está por venir, la noticia última, en un libro que apunta, de algún modo, tensionar el diseño y la ejecución de políticas culturales.

El libro es un cúmulo de experiencias, colectivas e individuales, de mujeres, disidencias, diversidades, colectivas (trans) feministas u otres, un total de 40 voces que buscan la deconstrucción de las visiones sexistas, que se reproducen en las prácticas culturales.

Aparecen así relatos ocurridos en campos históricamente dominados por una mirada masculina y patriarcal, desde el tango hasta el circo, desde la murga hasta la producción de contenidos para televisión, pero también el teatro, el cine, la música o la literatura.

"A medida que íbamos leyendo las diferentes experiencias individuales y colectivas, vimos que hay mucha violencia naturalizada, hasta que en un momento las personas se sacaron el velo y dijeron 'esto es cultural, parte de una sociedad patriarcal a la que pertenezco y eso que yo tenía naturalizado no lo es. Es algo que me atraviesa por el hecho de ser mujer, varón trans, o travesti", explica Igarzábal.

Las experiencias en el ámbito de la cultura remiten así a "acosos, estereotipos o violencias", por ejemplo, que frente a un mismo puesto la mujer gane menos que el varón, o que los puestos de decisión sigan siendo para los varones blancos y heterosexuales.

"Esas violencias que vemos en otros ámbitos, en la cultura también se reproducen. El primer punto, entonces, es ver que hay una matriz de inequidades. Luego viene la rebeldía y desobediencia de decir 'vamos a hacer algo'. Y en muchos capítulos también se repite la red, los colectivos. De ahí vinieron muchos logros y protocolos. Como el cupo de mujeres y diversidades en los festivales de música", ejemplifica.

Son miradas que fueron transformando cada una de esas áreas, pero además acciones y puestas en práctica a partir del enfoque de género: "cada una cuenta cómo, en primer lugar se tomó conciencia de las inequidades que se vivían en los espacios de trabajo, y luego, formando colectivas, agrupaciones, nuevas organizaciones, se comenzó a trabajar en una gestión que busca mayor equidad", detalla Igarzábal.

Así es como llegaron los cambios. "El cambio en las programaciones, más visibilización, política pública, leyes ganadas, activismo, empoderamiento y trabajo en conjunto. Pero también se ve la conciencia de que quedan por delante muchos desafíos", advierte Igarzábal.

Esta suerte de mapeo cultural congrega historias mínimas pero universales, de la murga La Guander (donde el lugar de las mujeres era relegado al "detrás de escena, en vestuario cosiendo lentejuelas") al tabú de la madre bailarina ("o eras bailarina o eras madre"), y de la Feria del Libro Feminista al ciclo de literatura y música "Lesbodramas animados de ayer y hoy".

Son las redes, los colectivos y las prácticas compartidas las que motorizaron muchos de los cambios, como Actrices Argentinas, FIERAS, Nuestras Arquitectas o Mujeres Audiovisuales (MUA), éste último a través de la voz de la documentalista, fotógrafa y productora audiovisual Victoria Bornaz, quien dirigió "La fábrica del deseo" y trabaja en televisión desde hace veinte años.

"No vas al Mundial de Fútbol por ser mujer", le dijeron a Bornaz en el 2006, destrozando su entusiasmo por cubrir la Copa del Mundo que se jugaba en Alemania, luego de haberse encargado durante cinco años de todos los eventos especiales del canal para el que trabajaba. Finalmente, logró viajar a hacer su trabajo, en una comitiva de 60 hombres y tres mujeres, ella incluida.

"Las principales inequidades de género que noté al empezar a trabajar en los medios tenían que ver con la cantidad de mujeres y hombres. Podías estar en un equipo de 30 o 40 personas y ser la única mujer. O los roles: sobre todo en la técnica (cámaras, sonido) mayoritariamente de varones. Y eso generaba una cadena de repetición, porque las áreas se masculinizaban y accedían pocas mujeres, que se volcaban a producción, arte, maquillaje, vestuario", cuenta Victoria Bornaz a Télam.

"En cuanto a las jerarquías de los puestos también la inequidad está y estaba presente -dice la documentalista-. Los jefes en su mayoría son siempre varones. Y les cuesta mucho menos tiempo que a las mujeres acceder a esos lugares", asegura.

Para Bornaz, "la organización del movimiento de mujeres es clave en la transformación que estamos viviendo. Las mujeres sabemos que tenemos fuerza para cargar cámaras, autonomía para dirigir equipos y que nuestra presencia genera cambios en el tratamiento de los contenidos. Las pantallas son el territorio perfecto para disputar todos los sentidos. La transformación cultural será transmitida en vivo", concluye.

En "De la cultura al feminismo" no falta el contexto para entender una serie de sucesos que allanaron el camino hacia el presente: el surgimiento de iniciativas como el Ni Una Menos en Argentina en 2015, el Ele Nao en Brasil, el Me Too o la instalación en la agenda pública de la Ley de IVE.

Incluso cobraron relevancia ficciones del estilo "El cuento de la criada" de Margaret Atwood, lo que derivó en hacedores culturales que resignificaron sus contenidos, narrativas, relatos, producciones y obras.

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