Feliz día mamá, de una burbuja a otra

Por Myriam Ruiz.

Llegó octubre y, con él, el séptimo mes de esta cuarentena asfixiante pero, a la vez, extrañamente intimista. Una pandemia que ha logrado que el mundo se mire el ombligo y tengamos que, cada uno de nosotros, cuestionar la forma en la que vivimos, trabajamos, estudiamos y nos relacionamos. En este domingo que ha terminado siendo un día en que hijos y nietos tendremos que ser absolutamente creativos para celebrar a nuestras madres y abuelas, que seguramente están aisladas, puede ser el mejor momento para mirarnos desde el cambio social que esto ha traído.

La crisis por el coronavirus invadió todos los sectores y nos sumió en un debate sobre lo permitido y no permitido; lo que se puede hacer y lo que no. De un momento a otro, nuestro mundo se pobló de expertos en infectología y de políticos en búsqueda desesperada de respuestas que la ciencia no siempre puede dar. En simultáneo, nuestras rutinas se vieron profundamente perturbadas.

La paradoja de la que ya se habla en el mundo es que el COVID demanda un distanciamiento físico entre las personas, pero a la vez afrontar las consecuencias de la crisis que ha generado requiere de lazos sociales cada vez más fuertes. Las palabras claves son colaboración, cooperación, respeto por el otro.

Daniel Feirnstein, sociólogo argentino e investigador del conicet, cree que lo que realmente está en disputa son distintos modelos de lazo social que no nacieron en los últimos meses sino que llevan décadas, tanto a nivel global como nacional. "Se trata de una emergencia que de algún modo legitima el individualismo, el egoísmo y cierto quiebre a las formas más solidarias de articulación social", dice.

Y sin embargo, a la vez se apoya en esta idea de que, gran parte de la lucha ante esta crisis que ya está haciendo historia, descansa en la capacidad de ampliar las redes de generosidad, colaborar unos con otros, cuidarnos mutuamente entre ciudadanos, vecinos y vecinas, compañeros de trabajo o integrantes de una familia.

Pasar este mal momento exige empatía con un otro situado a dos metros de distancia o ubicado al otro lado de una pantalla.

Y sí... en poco o mucho tiempo volveremos a encontrarnos en las calles y en las plazas; a nuestros asados o tallarines de domingos bajo el parral; a disfrutar de las mañanas en el parque o la montaña, y de las tardes junto al río. Mientras tanto, hagamos de esta espera una oportunidad para repensar el modelo de sociedad que siempre hemos querido tener y que ha sido tan difícil construir. 

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